lunes, 21 de diciembre de 2009

Trifulca perredista

El Auditorio Nacional fue el escenario. Ahí se concentraron, entre simpatizantes también para un total de unas 10 mil gentes, los candidatos perredistas a puestos de elección popular, y se acabaron con abucheos y rechiflas prolongadas al presidente nacional de ese instituto político, el Partido de la Revolución Democrática, Jesús Ortega Martínez. Fue la toma de protesta de los contendientes a las diputaciones federales en la Cámara de Diputados, de los diputados locales en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal y los que aspiran a ser electos como jefes delegacionales en las demarcaciones políticas del DF.
Como en todos los partidos políticos en México, pero sobre todo en el PRD es donde más se cuecen habas, por las trifulcas entre corrientes internas que sostienen reñidas luchas. Señalados como integrantes del Movimiento Civil Pacífico que encabeza Obrador, al fin perredistas fueron los que abuchearon a Ortega, después de una espera de hora y media para iniciar una ceremonia que pretendía mostrar a un partido de “unidad”, y le resultó un ¡fuera Chucho!, a cambio del otro, ¡Obrador!, ¡Obrador!
Pero la causa está en el modo tan “sospechoso” como el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación resolvería que Ortega sería el triunfador del proceso interno para elegir a la dirigencia nacional perredista, realizado el pasado 16 de marzo de 2008. Eso es lo que genera los descontentos en contra Ortega Martínez, porque quedó la suspicacia siempre de que el ganador fue Alejandro Encinas, simpatizante del PRD y del ala que encabeza Andrés Manuel López Obrador, pero que el Tribunal recibió “línea” “desde arriba” para otorgar el partido a la fracción de los Chuchos, los más dispuestos a entablar negociadores con el gobierno de Felipe Calderón y con el PAN.
No obstante que, en su momento, en cuanto transcurrían los ocho meses y esperaban la resolución del Tribunal, tanto Ortega como Encinas coincidían en que el modelo de partido se había agotado, y sería necesario avanzar hacia un Congreso refundacional en el Sol Azteca. Pero nada pasó después, porque el partido siguió su curso con el mismo y “agotado” modelo.
La otra verdad es que la razón de mayor peso, tanto para el PAN como y sobre todo para Calderón, era tratar de desarticular a como diese lugar a la corriente de Obrador para retirarle a éste toda posibilidad de maniobra pública y política con el partido.
Ningún tema de fondo y de preocupación de los perredistas fue abordado por Ortega. Al contrario, trató de aplicar el pecado de la paja en el ojo ajeno y no de la viga en el propio. Se ocupó a toda costa de denostar al enemigo de afuera, al PRI y al PAN, sin atender la causalidad interna que tiene al partido tan dividido como desde la tan cuestionada designación de su dirigencia nacional.
En el tono más conciliador y tolerante, fue Alejandro Encinas quien llamara a la cordura y a “superar” las diferencias al interior del partido, porque el momento político merece responsabilidad; pero además, porque no se puede permitir un retroceso electoral en “el más importante partido de la izquierda mexicana”.
Ante estos señalamientos de Encinas, a los seguidores de Ortega no les quedó más que arremeter contra los simpatizantes de El Peje por el intento de “boicotear” el evento, un acto “cobarde” que trató de impedir la toma de protesta de los candidatos a puestos de elección popular perredista, para las elecciones intermedias de julio del presente año. Sin perder de vista que si de calidad moral se trata, Ortega tiene menos bonos para arremeter así sea contra la protesta abierta de los pejistas, porque quiérase que no la consistencia del movimiento de Obrador se sostiene del apoyo de la gente inconforme por las condiciones sociales, económicas y políticas del actual gobierno panista, y en contra las elecciones que llevaron a Calderón a la silla presidencial. El “sendero del Peje” se sostiene; el del presidente del PRD, Jesús Ortega, seguirá entre el avance y la sospecha.

20/abril/2009.

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