El clima de inseguridad e incertidumbre que reina en el país tiene a los mexicanos colgados de un hilo, y en la penumbra de la ingobernabilidad. Si no hace mucho —al menos desde los tiempos del presidente Salinas de Gortari para acá— se decía que la economía estaba prendida de alfileres, ahora ese dicho alcanza la vida de los ciudadanos. Sobrepasó a la economía y alcanzó a todos.
Parece que el destino nos alcanza, o ya nos alcanzó. Las películas del Apocalipsis de la Warner, o las producidas en Hollywood, se quedan cortas ante nuestra realidad. O, como se dice con frecuencia, la realidad está superando a la ficción. Es más, ya la ficción salió de la tierra para hurgar en sitios lejanos, en otros planetas con vidas “paralelas”. A ver hasta dónde llega el hombre con sus ambiciones de explorar más allá, aunque en eso sí la ficción parece insuperable.
Ahora se está haciendo realidad aquello de que, como en Guanajuato y con letras de las canciones de José Alfredo Jiménez, “la vida no vale nada”.
El problema es que el gobierno actual, en lugar de atender los problemas, como este de la inseguridad, pareciera correr en sentido contrario.
Con el garlito del crimen organizado, el presidente actual, Felipe Calderón Hinojosa, sacó al Ejército de sus cuarteles. A nadie le pidió permiso, porque es el Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas, pero la responsabilidad y los costos de esa su “guerra contra el narcotráfico y el crimen organizado” son muy altos. Con nadie compartió esa decisión, no obstante que ha dañado a todos. Su estrategia de combatir el crimen falló. Y sigue la mata dando.
Sin un plan de ataque definido seguirá su derrota. Por eso Calderón se está ganando el calificativo de encaminarse hacia un Estado fallido. Porque muchas de las áreas del territorio nacional parecen tierra de nadie. O mejor dicho, de los criminales que andan sueltos.
Un ejemplo, no se avanza con Estados Unidos, el mercado más grande del mundo en el consumo de la droga, para frenar el consumido. Tampoco hay avances para impedir el flujo de armas por la frontera hacia México, que es monstruoso. Porque ambos son negocios millonarios, entre otras cosas.
No se desarrollan políticas para hurgar en el mercado financiero, ni en los paraísos fiscales, y así contener las operaciones millonarias que maneja el crimen organizado. De hacerse se estaría gestando un ataque frontal a esas bandas, y se estaría minando así su principal fuente de poder. Nada.
Tal parece que, como se ha rumorado siempre, la “guerra contra el narcotráfico” fue sólo el peor ardid de Calderón para legitimarse en el poder, dada la “persecución” de Andrés Manuel López Obrador, El Peje, tras los señalamientos de un triunfo ilegal en el proceso electoral, y los cuestionamientos de su ilegitimidad como Presidente de México.
El caso es que esa guerra está perdida y a la fecha, dadas las cuantiosas pérdidas humanas por semejante decisión, los costos los tendrá que recoger el mismísimo Calderón. Tanto las vidas perdidas, como el descrédito en el que ha metido a las Fuerzas Armadas.
Pero hay zozobra entre la población por tanta violencia y en casi todo el país. Por ello, hasta la gobernabilidad está en riesgo. Más si a esto se agrega el problema interno de la economía en crisis. Y todas sus consecuencias: falta de crecimiento, de empleos. Salarios de hambre, y pobreza extrema. El campo en ruinas. Los negocios que progresan son sólo de los grandes empresarios, nada más. El tema presupuestal 2010 sólo está para resolver el gasto del Estado, pero no las inversiones que arrastren el crecimiento económico y social.
El descontento asoma en las calles. El secuestro no para, al contrario, crece. El asesinato por unos pesos amenaza la vida de los transeúntes a cada paso, y en cualquier ciudad. Como la política social es casi inexistente, no hay garantía de ser atendidos en un hospital en caso de agresión u enfermedad.
Hoy la guerrilla ya no es amenaza frente a la virulencia de las bandas del crimen organizado. La descomposición alcanza al núcleo familiar, y eso impacta en la sociedad entera. Las pantallas de la televisión no instruyen, generan dependientes de programas basura. La educación anda por la calle, con esos dirigentes sindicales y la falta de programas importantes.
No hay proyecto de país, o el Partido Acción Nacional no lo ha mostrado en los nueve años que tiene ocupando la silla del presidencialismo. Calderón es más un presidente de discursos que de soluciones. Trabaja más como un militante de su partido, que de presidente de los mexicanos.
Cuando menos se la espera enseña el cobre y hace proselitismo. Para salir a la calle moviliza toda la guardia presidencial. Es el estigma de la ilegitimidad que carga en los hombros, pero también el de las secuelas de la inseguridad lo que lleva bajo el brazo. En su agenda no está resolver los problemas de la inseguridad, porque ya lo presiona la inestabilidad que reina en el país y conduce al país hacia la ingobernabilidad. Calderolandia se quedó corta. Vivimos escenarios que han superado a la ficción.
20/septiembre/2009.
jueves, 24 de diciembre de 2009
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