Hasta ahora, y no sólo por las encuestas sino por el sentir popular y el análisis aún somero de la información vertida en los diversos medios de comunicación, particularmente prensa escrita y radio, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) dará la sorpresa en las intermedias del 5 de julio próximo. Y de esa elección dependerá otro tanto la presidencial del 2012, no obstante entre una elección y otra todavía restan tres años y, como en todo, pueden pasar muchas cosas. Y no es favoritismo, es poner las cosas en la balanza.
Ni el Partido Acción Nacional (PAN) ni el Partido de la Revolución Democrática (PRD), repuntarán como lo hará el PRI. ¿Cuestión de enfoque? No. De sopesar la política. Más bien, como la rueda de la fortuna, porque así suceden muchas cosas en este andar: ora te toca arriba, luego estás abajo. Es, antes bien, un asunto del ejercicio del poder, de la práctica política y del comportamiento partidista en el escenario nacional.
Vamos a ver. El PAN no atiende a las demandas ciudadanas. Le importa un comino la situación económica, con el garlito de que la crisis es mundial, no emprende acciones por reactivar la economía, pese a la profundidad de la recesión. Ni desde las instituciones como el Banxico, Hacienda, Economía, SCT, Energía, etcétera, que están para apoyar el crecimiento económico, o deberían; ni desde las políticas públicas que brillan por su ausencia, porque no hay un plan sexenal siquiera que oriente en las metas, en los fines, en los logros, en la ruta a seguir.
No hay rumbo para México con el PAN. Hay propuestas para los panistas y los empresarios que los alimentan. Nada más. Y eso para los grandes, los magnates de las finanzas y del dinero de este país; los barones del dinero. No para los medianos, muchos de los cuales sí tienen propuestas para recuperar al país que tenemos porque es de todos y no sólo de unos cuantos. El presidente Calderón no emprende acciones alentadoras. Ni con deuda externa, ni con el ejercicio del gasto anticipado, ni con aliciente alguno para impulsar a los creadores del empleo, que son los empresarios micro, medianos o hasta algunos grandes.
El gobierno de Felipe Calderón, que prometió ser el presidente del empleo, ha resultado un fiasco. No puede hacer cuentas alegres; claro ahora se le olvidan sus promesas. Pero a la gente no. El desempleo aumenta en la proporción que debieran estarse creando los trabajos para padres y hasta madres de familia. Y, al igual que su antecesor, el flamantísimo presidente del “cambio”, Vicente Fox, pone oídos sordos a las demandas ciudadanas. Otro tanto como Carlos Salinas que “ni los veo ni los oigo”, o como argumentara el propio Fox: “¿Y yo por qué?”, a las peticiones ciudadanas.
Para el PRD el asunto está de dar pena ajena. El PRD sigue siendo el partido del arrebato, del “agandalle”, del grupúsculo, de la contienda, de la “expresión” —como se dicen ellos—, pero más bien de la “corriente”; aunque ahora ya no sea el partido de las marchas, porque se han “institucionalizado”. Pero ni Andrés Manuel López Obrador, El Peje, aglutina para el bien de la izquierda, ni el propio partido hace lo suyo para alcanzar la unidad desde la dirigencia de Jesús Ortega. Como nunca lo ha hecho porque está compuesto de huestes, de corrientes que son más “corrientes” que expresiones políticas con propuestas serias.
Desde que los perredistas llegaron al poder, han estado grillándose entre sí para lograr los máximos beneficios personales. Eso ha pasado con los históricos, los bejaranistas, los chuchos, los amalios, los de nueva izquierda, los ebrardistas, los de izquierda unida, los históricos, los obradoristas, los cívicos, la UNIR, la izquierda social, etcétera, etc.
Las rebatingas de los últimos meses apuntan a la urgencia de unificar el partido. De hecho es un buen deseo de las expresiones, pero ni siquiera la postelección les dará las condiciones. Pero además ellos tampoco las buscarán. Porque por un lado los que ganen —que ahora estarán muy focalizados— tendrán apenas tiempo para degustar las mieles del poder; en tanto los perdedores apenas si podrán aceptar la derrota. Iztapalapa será un buen experimento para el PRD, por la jugarreta del Peje, de que voten por Juanito, pero se sentará Brugada en la silla delegacional.
El PRI, en cambio, con la ventaja que le da no ejercer el poder y no padecer el desgaste del mismo, tampoco las tiene todas consigo pero la gente ahora hace comparativos con el PAN. Y la opinión es: “más vale viejo por conocido…”, porque el PRI si soba paro comparte o salpica. Siquiera con más institucionales, son más nacionalistas, presentan proyectos sexenales con metas de relativo alcance. Además, subyace en el ambiente político que “ya le toca”, después de asomarse a ser oposición. Y de ceder el poder durante dos sexenios.
En fin, que esta elección del 5 de julio será un buen indicativo para el futuro de los “tres grandes” partidos, rumbo al 2012. Se verá.
26/junio/2009.
miércoles, 23 de diciembre de 2009
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