El mayor de los riesgos es que con el retorno de Manuel Zelaya Rosales, el Presidente Constitucional de Honduras, se desate la violencia. No por parte de los seguidores del presidente legítimo, cuanto del golpista Roberto Micheletti quien tiene el control de los principales mandos del Ejército.
Micheletti, el presidente de facto quien inicialmente contó con el apoyo del Congreso de su país donde recibió la toma de protesta el día de la orquestación del golpe el 28 de junio, se ganó el repudio generalizado. Tanto los hondureños como la comunidad internacional, rechazaron la forma en la que se expulsó a Zelaya, y la manera bajo la cual intentó legitimarse: reprimiendo a los opositores.
La resistencia que se desató en todas las principales ciudades del país —incluso con las barricadas levantadas en las calles—, porque los ciudadanos han visto con indignación los intentos de legitimación del impostor, fue recibida con las tanquetas de Ejército, chorros de agua y con los gases lacrimógenos de las fuerzas policiacas.
La comunidad internacional se manifestó pronto por la impostura michelettiana. Sólo en los Estados Unidos se urdieron, eso resultó muy claro desde el principio, fuerzas opositoras al golpe; es decir avalaron lo ocurrido en Honduras en pleno siglo XXI. Una parte, porque ni siquiera fue la vertiente oficial precisamente aunque la señora Hillary Clinton —la secretaria de Estado— mostró signos de una posición política ambivalente, y fue la derecha más recalcitrante que milita en las filas republicanas y se identifica como los halcones de Washington.
El mismo presidente estadounidense, Barack Obama, con todo y que haya recibido presiones para apoyar a los de la derecha hondureña que orquestaron el golpe y el derrocamiento de Zelaya, no dio muestras de apoyo. Al contrario, ha hecho llamados a resolver el conflicto, al mismo tiempo que promovido posibles soluciones vía la intervención del presidente de Costa Rica, Oscar Arias.
La propuesta de Arias, sin embargo, dejaba intacta la estructura de los golpistas e incluso los hacía parte integral del gobierno. Si bien señaló la restitución del presidente Manuel Zelaya hasta el fin de su mandato el 27 de enero entrante, también tendría que declarar la total amnistía de los golpistas, la conformación de un gobierno plural desde la firma del acuerdo; así como, lo que más les preocupaba a los hombres de la derecha de Honduras: renunciar a la colocación de la “cuarta urna” en las siguientes elecciones. Aparte de la presencia de las Fuerzas Armadas como garante del siguiente proceso electoral, entre otros de los siete puntos.
Así recién, luego del ingreso inesperado del presidente legítimo a su país al ser albergado en la embajada de Brasil, lugar a donde llegó “desarmado y con su esposa” —y frente al azoro del mismo Micheletti, a quien a partir de ahora se le complica todavía más el escenario político tanto como su presencia en la presidencia ilegítima—, los simpatizantes que quieren el restablecimiento de la legalidad y la legitimidad, corrieron a brindarle protección en este —anteayer— “día de fiesta”. Con todo y la declaración del “toque de queda” con el cierre de los aeropuertos del país por tres días (lunes a martes), lo propio de los gobiernos golpistas del siglo XX que destituyen garantías individuales de la población como la libre circulación, Manuel Zelaya ha convocado a un diálogo nacional.
No se descarta la intentona de Micheletti de detener a Zelaya; de ahí su llamado a Brasil para que no interfiera en la ejecución de la orden judicial vigente en contra de Manuel Zelaya, y que lo entregue a la “autoridad competente”. Pero eso sería el peor error de táctica que generaría mayor violencia. Porque en tanto Zelaya está convocando a un diálogo sin violencia y cara a cara con las partes —apelando a las Fuerzas Armadas como comandante supremo—, Micheletti intentaría un mayor uso de la fuerza.
Por eso, el golpista la tiene complicada: o negocia o reprime. Esa es la disyuntiva para él. Aparte, la iniciativa del diálogo de Zelaya tiene al menos otras dos ventajas: el apoyo internacional junto al repudio mundial a Micheletti, su gabinete y seguidores; y, la promoción de Venezuela ante la 64 Asamblea General de la ONU que se realiza hoy en Nueva York, de una resolución contra el golpe de Estado en Honduras.
Así, el retorno de Manuel Zelaya está en el ojo del huracán mundial. Y la ONU le dará el respaldo de los participantes en la Asamblea. Eso sin lugar a dudas. Del mismo modo que ante el retorno, Hillary ha declarado que “al presidente Zelaya sería oportuno devolverle su puesto”. Entre tanto, el propio Zelaya ha lanzado la consigna de: “patria, restitución o muerte”. De frente a un pueblo que lo apoya y a un usurpador que amenaza con sentarlo a juicio por un delito que la propia Junta michelettiana le creó.
En lo inmediato, lo que ocurra será determinante para el restablecimiento de una democracia en ciernes, como muchas tantas que se ven amenazadas en América Latina por la fuerza de las derechas locales, alentadas desde los EU.
22/septiembre/2009.
jueves, 24 de diciembre de 2009
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