Las triquiñuelas orquestadas desde el 11 de septiembre de 2001 para acá, en los Estados Unidos, fueron como un doloroso parto orquestado por la derecha. Recuérdese el libro de Meyssan Thierry, La terrible impostura. 11 de septiembre de 2001. Y, precisamente, de la derecha más recalcitrante encabezada por los “halcones de Washington”, quienes defienden a capa y espada el interés de sus capitales multinacionales, así como del presidente en turno, George W. Bush. Los atentados a las Torres Gemelas de Manhattan —luego que dejaron atónito a todos con las transmisiones de CNN, y provocó 2,749 víctimas— trajeron cambios violentos y todo un trauma para las sociedades del mundo porque las metieron en la zozobra de la guerra, y se vieron amenazadas por el despliegue del ejército.
Sí, se trata de la movilización de una parte del ejército más poderoso de la tierra que, pronto que tarde, arremetió bombazos a diestra y siniestra contra el grupo de Al Qaeda, encabezado por Osama bin Laden en territorio afgano, antiguo socio de los Bush, pero señalado como el terrorista y principal operador de los avionazos al World Trade Center de Nueva York.
Más pronto que tarde, también los EU se apresuraron a operar una recomposición imperial —mejor dicho, descomposición— de todas las relaciones con los países del “nuevo mundo” globalizado. Todo bajo la hegemonía de los EU, que atacó a los pueblos de Afganistán e Irak, como principales víctimas de tal acoso y reacomodo, en el inter de apoderarse de las fuentes de energía, petróleo y gas —el auténtico pretexto— que todavía mueven al mundo industrial y bajo el ardid ideológico, pero estéril de que el islam es el enemigo a vencer con aquello del “choque de civilizaciones”.
Fue Samuel P. Huntington, el intelectual que con el libro El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial, obra publicada en 1996, aportó elementos para justificar y sostener como base de la confrontación entre dos culturas, la tesis política de la que se colgaron los fundamentalistas de EU para emprender acciones de guerra y de reestructuración del poder mundial con la apropiación de las fuentes de energía de esa parte del Asia Central.
Lo anterior, siguiendo la línea también de Francis Fukuyama sobre El fin de la historia y el último hombre (edición de 1992) porque al fin llegaba el reinado del capitalismo global, ahora que recién habían caído el Muro de Berlín y el socialismo en la antigua URSS, y sus satélites de la Europa oriental. Era, de buenas a primeras, el reinado de la cultura occidental y del libre mercado, como tesis fundamental también del reinado del capitalismo en todo el mundo y, a partir de ya, sin enemigos enfrente que vencer porque los antiguos habían caído por sus propios fueros. “La Historia humana, alegó Fukuyama, con lucha ideológica ha terminado, con el mundo final basado en una democracia liberal que se ha impuesto finalmente tras el fin de la Guerra Fría”.
En tanto que Huntington, por su parte, aportó: “La política mundial está entrando, en una nueva fase en la que la fuente fundamental de conflictos no será ideológica ni económica; las grandes divisiones de la humanidad y las principales fuentes de conflictos serán culturales, entre naciones y grupos de civilizaciones diferentes”.
De ese modo, el precepto cultural dio pauta a justificar la confrontación de los países occidentales contra el islam. En un contexto donde la gran potencia, el imperio de los EU, estaba resintiendo una grave crisis de la energía y donde, al mismo tiempo, los empresarios de la derecha estaban exigiendo resultados inmediatos al gobierno en este sentido (recuérdese la grave crisis energética de California, justamente entre el 2000 y el 2001).
Por cierto que, desde finales de la Segunda Guerra Mundial la poderosa maquinaria militar industrial —o El Pentagonismo sustituto del imperialismo, fase última del capitalismo (siguiendo el término del presidente de República Dominicana, Juan Bosch)— de EU se apresuró a hacer la guerra para alcanzar y ejercer los beneficios privados de los civiles (los ejércitos para eso están), en una práctica común para todos los grandes imperios de la historia mundial, como el mejor recurso para dominar y controlar a pueblos con todo y recursos naturales.
Obligado por la crisis de la energía que se veía venir, los EU optaron por poner en práctica todo ese bagaje ideológico e intelectual justificador de la confronta con los otros países culturalmente diferentes, para emprender la guerra y con ello modificar el escenario político y de las relaciones internacionales en el mundo. La prioridad para los EU, a partir de ahora, era su política de seguridad nacional y del combate al terrorismo. Y todo fue a raíz de los atentados del 11 de septiembre, recién recordados por sus víctimas inocentes. Pero nada más.
No se cuestiona la insaciable ambición de poder y riqueza de los hombres más ricos del país vecino del norte, los amigous de la derecha y titiriteros de presidentes como George W. Bush. No se cuestiona el papel de los orquestadores de esos misteriosos atentados, como en las instalaciones del Pentágono, donde no se encontraron rastros del mentado avión que ahí se estrellara.
11/septiembre/2009.
jueves, 24 de diciembre de 2009
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