Después de los triunfos, los reacomodos. Sonrisas entre los priistas; caras largas entre los panistas. Los perredistas no saben qué. La diferencia entre los ganadores y los perdedores es palpable; y entre los indecisos también.
En estos días, el Instituto Federal Electoral (IFE) ya está entregando las constancias de mayoría a los ganadores. Las celebraciones por los triunfos ya pasaron, faltan las impugnaciones en aquellos casos donde se haya acumulado el número suficiente de irregularidades; pero, lo bueno de todo, restarán las tomas de posesión para los cargos a los que fueron electos los ahora ganadores.
Los priistas no caben de gusto. Porque los triunfos acumulados con las cinco de las seis gubernaturas alcanzadas, y los escaños que les da la mayoría en la Cámara de Diputados, no son menores. Tal vez ni se la esperaban tan sonada. Al contrario, el triunfo los coloca de cara a la presidencial del 2012. Y Enrique Peña Nieto se perfila como el “bueno”. Ahora más que nunca. Beatriz Paredes Rangel, que está con él y ambos tienen ahora el partido, o sea la estructura, y la Cámara para operar. No obstante en tres años ocurren cosas. Caballos negros.
No se sabe quién será el negociador en turno desde San Lázaro; es decir, el líder de la bancada del Partido Revolucionario Institucional. Si habrá Gran Comisión al viejo estilo, o no. Pero el que llegue tendrá entre manos los hilos para trabajar, presionar y conciliar a dos actores importantes: al presidente Felipe Calderón Hinojosa y al PAN. Todo de cara al 2012, la siguiente presidencial.
Se ha dicho que puede ser Paredes, pero ella no debería abandonar el partido, desde donde se orquestó territorialmente el triunfo del 5 de julio pasado. También se menciona a Emilio Chuayffet Chemor, para estar al frente de la mayoría priista. Puede ser. Es muy viable porque es un negociador nato. De resultar así, el mismo grupo de priistas estaría asegurando los medios en esos dos derroteros: el político y el partidista.
Desde ya el PRI tiene, entonces, la balanza a su favor. Dependerá de cómo aproveche su capital político, de ahora en adelante. No tanto de su capacidad negociadora, porque la tiene, sino de que empuje lo suficiente desde el poder legislativo para avanzar en beneficio de la población que voto por él y sus candidatos. El PRI no ejercerá un cogobierno, como lo ha declarado recientemente Manlio Fabio Beltrones, con el PAN. Y está bien. Nadie esperaría eso porque el PRI tiene la sartén por el mango. Los panistas ya están quemados con los ciudadanos por la falta de resultados y, con su voto, le dieron libertad a los priista para que operen solos.
Claro que los votantes no esperan el mismo PRI de antaño. Quieren un PRI de resultados, de cumplidos. Se trata de que defiendan el interés popular. La negativa a los impuestos en medicina y alimentos será importante. Con todo y la reforma fiscal que cobre a los que más tienen o ganan, y no sólo a los cautivos. El cobro de impuestos selectivo de Acción Nacional.
El PAN no tiene más que aguantar las presiones del PRI. Ya tuvo nueve años la oportunidad en las manos y la perdió. El ciudadano quedó harto de tanta promesa. El PAN no dio resultados, entregó miedos. El miedo por la guerra antinarcóticos de Calderón regó de sangre todo el territorio nacional. La seguridad no se compra con balas, y la sociedad lo supo a tiempo.
El llamado al voto en blanco o el voto nulo, que alcanzó el quinto lugar como porcentaje en las boletas, pegó más de lo que los políticos creyeron. Prendió con mecha y le estalló en la cara a los políticos y a los partidos políticos. Le alcanzó hasta el gobierno de Felipe Calderón.
Pero ningún partido, tampoco el PRD, tomó cartas en el asunto. Ninguno de los líderes partidistas se prestaron siquiera a discernir sobre la importancia del reclamo por el voto blanco. No sólo el llamado para contrarrestar la inseguridad que hizo la sociedad civil en la etapa preelectoral. Tampoco el clamor para valorar la representatividad de que carecen los partidos. Porque eso les pega al corazón de su función social y política.
Los partidos operan bajo sus propias reglas, aquellos temas como los de las candidaturas. No hay candidatos fuera de los partidos, o independientes. Pero ellos solos no llenan el espectro político que es tan amplio como la pluralidad ideológica.
El mismo PRD no atina aglutinar en su sede partidista a las corrientes mismas que lo conforman. Hoy está incluso más dividido que antes de la elección. No está claro, siquiera, si los perredistas quieren o no la renuncia de su presidente, Jesús Ortega. Purga que ya emprendió el PAN con la renuncia de Martínez Cazares.
Tampoco sabe el PRD qué hará con el ganador de Iztapalapa, Andrés Manuel López, El Peje y el PT. La expulsión le puede salir más cara a Chucho, que dejarlo donde está. Se desgranaría más el PRD, si se decide la expulsión porque con El Peje se irían muchos militantes. Reacomodos poselectorales.
9/julio/2009.
miércoles, 23 de diciembre de 2009
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