En no pocas ocasiones hemos sostenido que, con respecto a Cuba, el bloqueo instrumentado por los Estados Unidos desde 1962 a la fecha, y los problemas económicos que por ese motivo ha enfrentado el gobierno de la isla encabezado por Fidel Castro durante años, lo único que ha conseguido es fortalecer la resistencia con dignidad del pueblo cubano.
En los 47 años de bloqueo a la isla, ni el gobierno ni mucho menos las personas se han doblegado. Pese a que eso ha significado carencias en todos los sentidos, materiales y hasta espirituales, la propuesta de que todo país define sus destinos sin las imposiciones de un imperio por varias décadas muy poderoso, es ejemplar.
Sin loas al gobierno —todo lo contrario— que intentó sostener un proyecto de socialismo, lo hizo pero sin modificar las estructuras del poder político; fueron los hombres y mujeres trabajadores organizados los que consiguieron muchos de los logros que “la Revolución” ha realizado.
La otra buena parte del sostén lo representó el apoyo desde el exterior encabezado por la extinta Unión Soviética, que por un lado financió y por el otro subsidió en muchos casos buena parte de los insumos —y en el intercambio, digamos maquinaria agraria por azúcar, etcétera— que una sociedad cualquiera necesita para sobrevivir.
Es verdad que una buena parte de los alcances en materia de investigación científica, de educación elemental y profesional, se impulsó desde adentro porque la escuela ha sido parte siempre de los programas del Estado. Eso no tiene parangón con otros países de Latinoamérica. Tampoco que el país, Cuba, ha sido solidario con sus hermanos del continente, pero también en otras partes del mundo con brigadas como las médicas en África, por ejemplo. Cierto.
Pero también lo es que el desarrollo cultural, salvo el crecimiento de la guaracha y del son que son demasiado populares, y a los cubanos les corre por las venas, se ha visto trunco. Y eso va de la mano de la oposición al régimen. ¡Craso error, el de Fidel! Porque no ha permitido la libertad creativa en varios sentidos, la novela, la poesía, la pintura, la literatura en general. Bueno, incluso la libertad religiosa estuvo mocha hasta que Fidel decidió abrir relaciones con el Vaticano, cuando aceptó la entrada del Papa Juan Pablo II entre el 21 y 25 de enero de 1998.
De ahí el principio que Fidel se haya ganado la caracterización o el calificativo de dictador. O que incluso, muchas de las reflexiones sobre el caudillismo latinoamericano se hayan basado en figuras como la de Fidel. Aunque se diga lo contrario, El Otoño del Patriarca, de Gabriel García Márquez, por ejemplo, se ganó el rechazo inicial de Castro. La caracterización de aquél dictador solitario y hasta grotesco, en una historia turbia cargada de tintes visionarios, refleja gran parecido con gobernantes como muchos en América Latina de los años 70 y 80. Fidel Castro encaja muy bien en buena parte de la descripción de su no tan amigo Gabo.
Pero el pueblo ha aguantado muchas penurias, con tal de seguir el programa de gobierno. No siempre por convicción, porque eso es lo que ha contribuido a expulsar a muchos cubanos de la isla. El relevo de Fidel por el hermano Raúl (febrero de 2008) no ha sido precisamente democrático, digamos en el mejor sentido de que la ciudadanía haya participado (el Consejo de Estado en asamblea controlada).
Muchas de las manifestaciones masivas ocurridas en tantas fechas memorables, han sido promovidas por el antiimperialismo que alienta la resistencia, alimentada por el carisma de un líder como Fidel. Los discursos de varias horas que estaba acostumbrado a dirigir a los cubanos, eran auténticas envolturas de convencimiento. Discursos de la manipulación.
Pero también es verdad que un proyecto social no podría sostenerse nunca sin la continuidad, factor del que carecen los pueblos “democráticos” de otras partes de Latinoamérica que carecen de programas sostenidos para resolver problemas como la desigualdad de los ingresos y la pobreza.
Es cierto que Cuba tampoco los ha resuelto, pero también que sin la OEA ha salido adelante. Así reza hoy el eslogan de los cubanos, y tiene buena dosis de verdad, una vez que se diera a conocer el miércoles pasado que el organismo anula la suspensión tomada en 1962, cuando la isla fue expulsada.
5/junio/2009.
miércoles, 23 de diciembre de 2009
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