Felipe Calderón Hinojosa ha sellado con un “estilo personal de gobernar” los casi tres años que lleva de este sexenio (arribó al poder el 1/dic./2006). La primer preocupación que tuvo cuando asumió la Presidencia de la República fue legitimarse, porque su triunfo estuvo en entredicho debido a la diferencia tan baja de votos entre él y Andrés Manuel López Obrador (el 0.58%, equivalente a 243,934 votos), y el comportamiento tan anómalo de la gráfica de registro.
Acostumbrado a ganar porque desde muy joven ascendió escalas importantes de posición, primero como político de las juventudes panistas, luego como dirigente nacional de PAN, legislador y funcionario público, Calderón se comportó siempre como un político muy hábil, inteligente y entrón.
Después, cuando luchó por alcanzar la candidatura a la Presidencia de la República por su partido, se mostró como un rival consecuente y con propuestas suficientes para todos los problemas nacionales. Durante la campaña, incluso, resultó aparentemente más cuerdo que el experimentado candidato por el PRI a la Presidencia, Roberto Madrazo Pintado.
Pero la disputa final quedó entre el aguerrido Peje y el propio Calderón. Los cierres de campaña casi daban por ganador a Obrador, no obstante que el mismísimo Vicente Fox tenía todo arreglado para que ganara su candidato.
En este proceso, como durante el mismo triunfo del PAN con Vicente Fox, cuando se inauguró en México el periodo de la “alternancia” en el poder, factores como el activismo de los gobernadores fue decisivo, incluso los del mismo PRI. Al igual que actores como la dirigente vitalicia del CNTE, Elba Esther Gordillo, quien conserva tantas relaciones como concentración de poder y dinero que le ha dejado ser la líder del sindicato más grande de América Latina.
De hecho se dijo que a quien realmente le debía el triunfo Calderón, además de los amarres y negociaciones con los gobernadores de varios estados del país, y del arreglo cibernético que se le haya hecho al conteo de los votos (el fraude, pues), fue justamente a Gordillo.
Por lo mismo, Calderón tuvo que ceder varias posiciones en el gabinete al equipo de Elba Esther. Pero eso quedó como una espina clavada para Calderón, y tan le caló que trató de zafarse de la misma Elba.
Así, entre el rumor del fraude, el activismo de El Peje, y los compromisos con la lideresa del CNTE, Felipe Calderón se ocupó entonces, ya en la silla presidencial, de sacudirse a como diera lugar toda suspicacia de origen y principalmente afianzarse en la Presidencia preocupado por la legitimidad.
Para eso se sacó de la manga, un tanto siguiendo la política de George W. Bush del ataque contra el terrorismo por los presuntos atentados a las Torres Gemelas en Nueva York, la guerra contra el narcotráfico en todo el territorio nacional.
Para ello, y sin consultar a nadie para una decisión tan trascendente —como al poder Legislativo o a la sociedad misma—, un mal (de mayo de 2007) día decidió que el Ejército mexicano tenía que contener a los delincuentes organizados, pero principalmente a los narcotraficantes.
Así llenó las calles de varias ciudades importantes del país, a partir de Ciudad Juárez, de soldados y equipo militar, como si se tratara de un toque de queda o de un golpe militar. Calderón no escucho aquellas voces que se pronunciaron en contra de la medida.
Desde entonces, la violencia se ha apoderado de gran parte del territorio nacional. Las confrontaciones y ajustes de cuentas entre bandas de narcotraficantes que se disputan territorios y mercados, desencadenó una lucha sin cuartel entre las bandas de delincuentes, rodando cabezas en bares, embolsados, cuerpos con el tiro de gracia; narcomensajes en narcomantas por muchos estados. Todo como producto de que el combate “selectivo” a las bandas arreció.
Pronto salió que hay un tolerado entre las diversas bandas. Se dijo que durante el sexenio de Vicente Fox, El Chapo Guzmán fue el protegido. Que incluso, El Chapo fue liberado por la familia Fox desde que ocurrió el secuestro de uno de los hijos de Marta, y se negoció su liberación a cambio de la fuga del líder de El cártel de Sinaloa. Eso ocurrió de la cárcel de alta seguridad, Puente Grande, Jalisco, el mes de enero 2001.
La guerra contra el narcotráfico ha resultado en más de cinco mil muertes, entre inculpados, inocentes y los propios militares.
Hoy se dice que el mismo Calderón ya no encuentra cómo regresar a los militares a sus cuarteles. Por dos motivos principales: porque no ha hecho nada por capacitar a las policías judiciales, federales, estatales y hasta municipales; pero también porque se ha dado cuenta que ni siquiera con los militares en la calle va a terminar con el crimen organizado. No obstante, la guerra de Felipe Calderón está perdida.
Parte del estilo personal de Calderón consiste en que propone pero no dispone; dice pero no resuelve. Y la economía es otro rosario de incumplidos. Hoy el país padece una crisis similar a la del 29 en el mundo industrial. Las variables macroeconómicas se mueven pero en perjuicio de la población. Hoy hay más pobres, más desempleados. Los frutos del “presidente del empleo”. La habilidad que mostró como político, no la sacó como Presidente. Al contrario, resultó tan mal gobernante que desgobierna.
La situación está peor cada vez. Y lo que falta.
6/agosto/2009.
jueves, 24 de diciembre de 2009
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