A la mitad del sexenio, más que informar, Felipe Calderón Hinojosa tiene mucho qué ocultar. Porque la realidad no se puede encubrir; es terca. Y hay más retrocesos que avances. No obstante que el presidente trate de dar puros resultados. No se diga cuando se tienen los datos duros a la mano. Más allá de los decomisos de dólares y droga a los narcos, los ríos de sangre que corren en casi todo el país opacan cualquier alcance. No es una guerra exitosa, la declarada para combatir el crimen organizado; es una derrota que, además, arrastra con el prestigio de las Fuerzas Armadas.
Los datos de la inseguridad son alarmantes: 2,673 ajusticiados en 2007; 5,630 en 2008 y 4,457 en 2009, hasta el 19 de agosto. Para un total de 12,938 en lo que va de la primera mitad del sexenio Calderón.
Lástima que ha muerto el protocolo presidencialista de presentar el Informe Presidencial ante el pleno del Congreso de la Unión. Porque los cuestionamientos de los legisladores opositores de la LXI Legislatura camaral serán duros; pero también de la senatorial. Más cuando se presiona desde la titularidad de Hacienda, tratando de imponer nuevos impuestos en combustibles: gasolina, electricidad y gas. Ahora que las arcas del gobierno están secas porque se cayeron los ingresos petroleros, Pemex no aporta su módica cuota mensual, y porque la recaudación falló.
Pretextos para no dar resultados hay muchos: que la crisis económica procedente de Estados Unidos, que la influenza (que no “influencia”: Gordillo) con 179 muertos hasta agosto 2009, que la inseguridad. Un “catarrito” (Carstens) que resultó superior a la crisis de la deuda en 1982 y la crisis financiera de 1995. Un catarrito que, en el camino y como por arte de magia, transmutó en shock hasta convertirse en una crisis tan profunda como la de 1929 del siglo XX.
Una situación que el gobierno de Felipe trató de corregir expandiendo el gasto pero no aplicable a infraestructura para estirar la economía, sino a servicios personales y subsidios. Algo así como pagos salariales y prestaciones a la burocracia y al gabinete.
Autovendido como el presidente del empleo —eslogan de campaña—, por ejemplo, la generación de plazas de trabajo no ha sido el fuerte de Calderón. Al contrario, se han perdido. Entre 2007 y 2009 la tasa de desempleo ha sido del 6.1 por ciento. Es decir: 3.7 el primer año, 4.0 en el 2008 y 6.1 en 2009; equivalente a 2.8 millones de personas sin trabajo.
Culpa de la crisis global, especialmente de la economía de EU, ciertamente. Pero no hubo las suficientes previsiones en México para contrarrestarla. La crisis hipotecaria de EU en septiembre de 2008 se convirtió rápidamente en recesión global. Con el desempleo de paisanos cayeron las remesas. Para México se comprimió el principal mercado comprador de mercancías. Cayeron la exportación y la producción de petróleo, y con ello las divisas y los ingresos tributarios vía la SHCP, en 480 mil cien millones de pesos. Esa misma caída, pero en 2010, es la que refirió recién el titular de Hacienda como el “boquete” de los 300 mil millones de pesos.
Cubrir ese boquete implica, para Carstens, proponer aumentos en tarifas de productos y servicios y/o la eliminación de algunos subsidios en energéticos y servicios. También el aumento a los energéticos y hacer más eficiente la recaudación, argumento ante los legisladores del PAN, a quienes intenta convencer primero antes que a los demás partidos. El recorte en el gasto público y un endeudamiento por 100 mil millones. Todo para tapar el hoyo de las finanzas de los 300 mmdp. Este paquete financiero es el que tendrán que discutir los diputados de la LXI Legislatura y resolverlo. Pero el paquete fiscal está duro de roer, porque hay los privilegiados del sistema, en materia de pago de impuestos.
En una encuesta reciente, la víspera del Informe, la gente califica a Calderón con una percepción negativa sobre la economía en un 47 por ciento; y respecto a la situación personal, con una caída en 43 puntos porcentuales. Sin embargo, en otra encuesta, el 63 por ciento acepta su manera de gobernar y el 35 lo rechaza.
Pero no hay peor calificativo para el mismo Calderón que las cifras de la economía real. La caída promedio anual es del -0.9 por ciento. Crece en 3.3 en 2007, en 1.3 por ciento en 2008 y -8.0 en 2009. Pero tan sólo en el 2009, para la primera mitad, la caída ya es del 9.2 por ciento, y se espera del 9 por ciento en total. Peor que en el 95, porque ese año el PIB cayó en 6.2 por ciento. Y ahora el PIB per cápita, por persona o habitante pues, ha caído en 2007 en 9,747 dólares anuales, 8,384 en 2008 y 8,906 en 2009.
La inflación ni se diga. Registra un promedio del 5.1 por ciento. De 3.8 en 2007, de 6.5 en 2008 y del 5.0 en 2009. El peso se ha devaluado con respecto al dólar: sólo en 2007, con 10.8 pesos, ganó 0.1 por ciento, pero en el 2008, registra un 13.5 la paridad, para una pérdida del 24.6 por ciento. Ya en 2009, con 13.8, lleva un 1.8 de pérdida en la cotización. Más lo que se acumule.
Terca realidad. A ver cómo la justifica el Presidente Calderón en su discurso de hoy, en Palacio Nacional, ante las cámaras de televisión y su club de invitados.
1/septiembre/2009.
jueves, 24 de diciembre de 2009
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