Para los hackers es la cosa más sencilla husmear en las redes de información del internet y robarse algunos datos. Los pájaros en el alambre ya pasaron a la historia. El espionaje telefónico lo realiza casi cualquiera colgándose de una línea con unos cables y utilizando un auricular. Lo que antes se creía no muy fácil de atacar, como son las cuentas privadas que fluyen por la red, ahora se sabe que resultan tan vulnerables como la terquedad del hurgador.
Y de ese modo, todo queda al libre albedrío, a la suerte y riesgo del usuario: a saber, si le toca o no que violen sus claves. El problema está cuando al cliente de algún banco le toca la de perder y le saquean sus cuentas. Y la responsabilidad es tanto del cliente como del prestador del servicio, sujetas a la necedad del hacker.
Las claves de acceso son risiblemente sencillas. De ahí la responsabilidad. Ese es el argumento principal de los acusados por el delito de robo cibernético, que los clientes colocan siempre cifras tan “secretas”, como las iniciales del nombre y/o los números de la fecha de nacimiento. Ya sean los personales o de algún familiar.
El problema es cuando alguna víctima es saqueada en sus cuentas bancarias, o se le cargan gastos no realizados. El otro problema es que para este tipo de saqueos, los bancos se deslindan de la responsabilidad y no defienden al cliente; lo mismo pasa con las compras no realizadas. El afectado está realmente desprotegido, porque ninguna institución financiera se responsabiliza del hurto.
Otro problema es que las actividades vía internet en muchos países no son reguladas, y México no podría ser la excepción. Y en un país sin leyes, la delincuencia organizada hace lo que quiere. Por una parte la complejidad de la atención al cliente y de la actividad misma. Por la otra, la falta de candados de seguridad suficientes instrumentados por las propias instituciones financieras, para asegurar el patrimonio de la clientela.
Pero tal vez no baste la vigilancia, aunque sea extrema. El castigo para el hacker debe ser ejemplar; y los candados por parte de los prestadores del servicio para sus bancos de datos, deben contar con mayor seguridad y protección. La legislación para el internet no resulta sencilla, pero tampoco será imposible desarrollar.
Porque la otra opción será no realizar movimientos de cuenta por internet, pero ese está más complicado. Porque el internet es la herramienta de un futuro que ya nos alcanzó. Y, así como el intercambio por la red de millones y millones de byte de información es inevitable, así lo serán cada vez imposibles los movimientos de fondos, de recursos sin el uso de la web.
Y eso que en México el delito del robo por hacker no es todavía tan extensivo. Pero va para allá. El problema lo es más en aquellos países donde el uso de la red está más generalizado, y el número de intercambios es cuantioso. Principalmente en los países desarrollados, donde el uso de la red es más elevado. Y ese es un terreno que se presta más para el robo de cuentas, tanto de depósito como de crédito.
Por lo mismo, apenas ayer el Departamento de Justicia de Estados Unidos, reportó cargos en contra de tres piratas cibernéticos, por el robo de 130 millones de números de tarjetas de crédito. Se trata de la mayor operación de este tipo que reporta la historia de la web. Los ciberpiratas son acusados de robar datos de una procesadora de pagos por tarjeta Heartland Payment Systems, de cadenas 7Eleven, la cadena de supermercados Hannaford Brothers Co y otras dos cadenas comerciales.
Uno de los ciberpiratas, de 28 años vive en Miami, los otros dos residen en Rusia o cerca dé. El caso es que se apropiaron de los 130 millones de números de tarjetas de crédito y débito de Heartland, desde diciembre de 2007 con programas “maliciosos” de computación. Otro tanto a 7Eleven y 4.2 millones de Hannaford, cadena de supermercados de New Jersey.
Los agentes que investigan los casos, han descubierto que los piratas de red trabajan en conjunto por todo el mundo. Y, en este caso, los acusados tienen cargos por conspiración en operaciones para vender datos robados utilizando la red vía computadora desde Nueva York, California, Illinois, Estados Unidos, Ucrania, Holanda y Letonia. Por lo menos.
Alberto González, quien trabaja desde Miami, a sus 28 años de edad, ya había sido detenido en 2003 en Nueva Jersey, también por fraude con tarjeta de crédito en cajeros automáticos. El año pasado fue acusado por jueces federales en Massachusetts y Nueva York, por interferir en sistemas computacionales. Ahora está detenido en una cárcel federal de Brooklyn, Nueva York por su delito más reciente.
Como este joven Alberto hay más. El problema es que no todos los casos son investigados. Y el delito apunta para más. Lo será en tanto crezca el tráfico de usuarios y de delincuentes. La legislación será un dilema que los legisladores de la web tendrán que resolver.
17/agosto/2009.
jueves, 24 de diciembre de 2009
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