El presidente de Estados Unidos (EU), Barack H. Obama, debió extrañar sobremanera al finado Edward Kennedy antier, durante su presentación en el Congreso de su país para presionar por la sonada reforma al sistema de salud que no tiene mucho consenso todavía. Y el senador Kennedy, ya sea con su presencia o con sus propuestas, fungía como bisagra en dos sentidos: como negociador con los republicanos, y elaborando propuestas para el bienestar social de los estadounidenses, sin discriminación alguna de colores, estados ni partidos.
El caso es que para el presidente Obama, la presentación el miércoles ante el Congreso de su país fue especial. Por un lado el sistema de salud está padeciendo el abandono —por lo menos— de los últimos gobiernos republicanos de la familia Bush; por el otro, para Obama es uno de sus compromisos de campaña para los diversos sectores de votantes a quienes alentó por esa vía a conseguir el apoyo.
Lo anterior, sin contar con el hecho de que el partido de los demócratas se ha caracterizado más por suavizar al interior de la sociedad norteamericana, las presiones de los republicanos quienes están rodeados más por los ultraderechistas, quienes durante sus reinados presidenciales van más tras la consecución de sus intereses, tanto internos como externos, que los demócratas. En otras palabras: el bipartidismo de EU funciona porque los demócratas se empeñan en “limpiar” el camino sucio que dejan como estela por su paso los republicanos; tanto para que siga operando el sistema político, como para continuar ejerciendo el poder con plena “legitimidad”. Por eso el equilibrio entre los dos partidos; por ello el consenso de que ambos operan conforme a los intereses de los grandes empresarios, financieros y especuladores de ese país.
No obstante, por mucho que el presidente Obama se está esmerando en la presentación de las ventajas de la reforma al sistema de salud, argumentando que el plan está padeciendo los rezagos de un pasado de abandono, se está topando con las reacciones virulentas de la derecha con representación en el Congreso y que milita con los republicanos.
Obama dijo antier ante los legisladores de su país, que el sistema de salud está a punto de la “ruptura”. De igual manera, aseguró, que la reforma sanitaria “proporcionará más seguridad y estabilidad a aquellos que tienen seguro médico, les dará cobertura a quienes no la tienen y ralentizar el crecimiento de los costos de la salud para nuestras familias, nuestras empresas y nuestro gobierno”. El sistema hará que funcione mejor “para ustedes”, en referencia a los legisladores. Para eso, también, procuró elaborar una propuesta de “consenso” bipartidista.
Y el diagnóstico no es para menos. El punto de ruptura consiste en que la democracia más grande del mundo —como se conciben— no se debe permitir que “millones de sus ciudadanos carezcan de la cobertura médica”, en referencia a los casi 47 millones de estadounidenses que carecen del servicio. Del costo, refirió Obama en defensa de su propuesta, es de unos 900 mil millones de dólares para la siguiente década, mucho menos de lo gastado por los republicanos en las guerras de Irak y Afganistán. Entretanto, el plazo que fija el propio presidente es hasta el mes de octubre para que le pongan un proyecto de ley de salud en las manos. Pero según el Comité de Finanzas del Senado, que está trabajando en la elaboración de una propuesta de ley, tiene hasta el 15 de septiembre para producir una que salga con el apoyo de ambos partidos, el demócrata y el republicano.
Pero en el fondo, el problema es que el presidente Barack Obama está siendo confrontado por la derecha de su país. Están confabulando contra el “negrito afroestadounidense” y su proyecto “socialista” de país, a fin de que no avance e incluso hasta de tratarán de “tronar” su presidencia. Eso explica la oposición a su propuesta de salud porque, y esto lo sabe la derecha recalcitrante que incluye a los “halcones de Washington”, es su programa social más importante.
En tanto la derecha avanza a contracorriente sin importar las consecuencias, Obama le apuesta a imponerse en este tema, porque tiene otros pendientes en los que igual tiene que trabajar para conseguir los apoyos hacia la reelección presidencial.
Pero en el ejercicio de su presidencia, están también otros pendientes para los cuales requiere el apoyo de Congreso. El tema de Irán, con quien propone reunión pero Ahmadineyad es renuente a platicar sobre el interés de Obama: el del arma nuclear posible. Conflicto Israel y Palestina, para las conversaciones de paz vía la ONU, pero tiene la oposición de Netanyahu. Afganistán, bajo la promesa de terminar la guerra en Irak y atender Afganistán, pero la derecha le exige definición. Guantánamo, en Cuba, donde prometió cerrar, pero el Congreso ha condicionado los recursos.
Y lo que arrastra a estadounidenses y al mundo: la recesión. En esta materia, el reto es mayor. Se presume que la recesión ya cede, pero el desempleo sigue al alza. Y el paquete de estímulo de 787 mil millones de dólares, al parecer, se quedó corto.
Así, en tanto no logre el apoyo de los legisladores republicanos, Obama no la tiene fácil para el 2012. De la economía y del plan de salud dependerá su reelección. Mientras tanto lidia, entre el estira y afloja, contra una derecha radical que no lo quiere.
10/septiembre/2009.
jueves, 24 de diciembre de 2009
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