El de México destaca en el mundo por ser uno de los sistemas políticos más corruptos. No el más, pero sí entre los más. Al menos, según Transparencia Internacional, para 1998 México ocupaba el lugar 72, entre los 179 países del mundo calificados.
Un sistema que está bajo el dominio del capital, tiende a la descomposición. Porque la lucha entre capitales, sobre todo entre los muy grandes como es el caso de los que reinan en la especulación, en el mundo financiero del crimen organizado, el tráfico de armas, el secuestro, etcétera. Ahí la guerra es a morir. Ahí sí que aplica el principio de Darwin: la supervivencia de los más aptos.
Pero en este caso no se trata de los más limpios, sino de los más sucios.
Los sistemas políticos se reproducen solos. Ninguno le enseña a otro. Es el sobornado quien adopta la práctica, cuando ve que le resulta fácil obtener lo que quiere por ese medio. Y cuando tiene el dinero lo suelta. Muchos trámites burocráticos en particular se realizan rápido por esa vía. En México eso no lo desconoce nadie. Lamentablemente aún el más honesto.
El sistema político mexicano es muy sui géneris. Es un mérito mundialmente reconocido. No ha cambiado mucho desde que cayó el PRI y entró el PAN, porque sigue la práctica del presidencialismo. Lo único que le ha extirpado el PAN al sistema presidencial es algo de su formalidad. Verbigracia, algo de lo ceremonioso como el besamanos, las caravanas, los aplausos en el informe presidencial de cada año. Pero el presidente del “cambio”, y su sucesor —Vicente Fox y Felipe Calderón— han ejercido el presidencialismo heredado. Con todo y sus vicios.
Eso significa, entonces, que el presidente tiene poderes extra o megaconstitucionales y los ejerce muy bien. Atribuciones que le otorga la Constitución. Pero también se los permite el “libre albedrío”, como el nulo rendimiento de cuentas. Ningún presidente mexicano ha sido juzgado por todo lo que se roba. Y no es solo por la “partida secreta”. Por eso y más.
Desde los presidentes hacia abajo, la familia, pues. Ahí están los tan sonados hermanos “incómodos”, las hermanas, los hijos, etcétera. Ejercen muchos negocios “oscuros” al amparo del poder. La corrupción en todo su esplendor. La paraestatal Petróleos Mexicanos, ha sido desde que cayó en manos del Estado, “caja grande” de los gobiernos en turno. El escándalo último es eso, apenas el último.
No es de ahora que salga a la luz pública que los tubos de traslado del combustible, los oleoductos, son perforados. Que la gasolina es extraída por la vía de la “ordeña”. Pero los hoyos a los oleoductos no los hace cualquier hijo de vecina. Eso lo tienen qué hacer los ingenieros que saben.
Y los que saben están en casa. Son los propios trabajadores de la paraestatal quienes deben ser investigados. Claro que entre todos se tapan. Aparte de que gozan de altos sueldos y hay burocracia de sobra. Y todos bien pagados. Son muchos los que ganan.
El sindicato es uno de los más fuertes del sindicalismo mexicano, si no el que más. En sus filas han crecido líderes enquistados que no dejan el puesto tan fácil. Recuérdese a Joaquín Hernández Galicia, La Quina, que salió sólo para la cárcel; orquestado, pero sólo así se fue.
De hecho, durante las negociaciones para la reciente reforma, al sindicato ni se le mencionó. Representa un poder dentro de Pemex. Es más, en el Consejo de Administración que desde la reforma se presume administra la paraestatal, está también representado el sindicato. No porque no tenga derecho, sino porque es intocable por el poder acumulado.
Tras el escándalo reciente, que llevó a la PGR y a la SFP a intervenir las instalaciones de la Gerencia de Seguridad Física de Pemex, hay 36 servidores públicos detenidos para ser investigados por la “ordeña”. Están en calidad de presentados y declarando. Analizando sus computadoras, también.
El deslinde de responsabilidades por el robo de combustible no alcanza al alto mando militar de un área de 800 trabajadores. Las investigaciones siguen, pero la ordeña también. Porque no es un asunto de ahora, es un tema de hace muchos años. Y los coludidos son trabajadores de Pemex. El enemigo está en casa.
Eso es un botón de muestra de la corrupción, el contubernio y la impunidad que reina en la paraestatal. Pero también es una gota del aceite que da movilidad al sistema político mexicano. Por eso, seguro que no es sorpresa para nadie. Lo sería si se investigara más a fondo. Porque si se estirara la hebra, alcanzaría altos funcionarios de ayer y de siempre. No tanto por la “ordeña” de combustible, como por los grandes ingresos que luego no aparecen. Porque también se “ordeñan” las finanzas de Pemex.
Investíguese, por ejemplo, los excedentes recibidos en el país durante el boom de los precios mundiales del petróleo de la paraestatal, cuando George Bush estaba de salida de la presidencia de EU. Y de seguro que Vicente Fox tendría mucho que aclarar. La ordeña es de lo menos.
30/julio/2009.
jueves, 24 de diciembre de 2009
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