miércoles, 23 de diciembre de 2009

Inestabilidad, cruzada mundial

Si cualquier modelo de desarrollo no sirve para brindar condiciones aceptables de vida a las personas en general, u otorgarles los medios suficientes a efecto de que lo consigan, no sirve, o beneficia sólo a unos cuantos. Sin importar la clasificación que se les dé, o el color de la bandera que los sostenga, sean de izquierda o de derecha, socialistas o capitalistas, autoritarios o democráticos, entonces los sistemas político-económicos no funcionan si no atienden al beneficio de la sociedad.
Porque si operan sólo para las cuentas bancarias de unos pocos, entonces los desequilibrios sociales tarde que temprano se manifiestan. El problema es que tales modelo tienen por sostén el uso, y hasta al abuso, de la fuerza como ocurre con sistemas altamente represivos o persecutorios del descontento social; o generan situaciones de ingobernabilidad, de inestabilidad, de desequilibrios al grado de la ruptura social. La inestabilidad como constante.
En esa tónica se mueven los sistemas políticos en la actualidad. Sean del mundo desarrollado o del mundo en desarrollo, de los países exsocialistas o de los países del tercer mundo, de los países del norte o de los países del sur; los orientales o los occidentales, los de África o los de Asia, los de América Latina o los de América del Norte, los de Europa o aquellos del Medio Oriente. Sin importa la clasificación, todos responden a una sola intención: obtener el máximo de la ganancia para los promotores de la inversión a escala mundial.
Problema es que los que más ganan, en este mundo de desigualdades y desequilibrios, son aquellos países, aquellos hombres que son quienes manejan elevados volúmenes tanto de inversión como de valores en las bolsas. Los hombres de la especulación financiera y bursátil, aquellos quienes se colocan a la cabeza de los mayores índices de ganancia, y dejan atrás una secuela de quiebra de empresas que no tienen acceso al crédito bancario, o acceden a mercados deprimidos porque los consumidores carecen del poder adquisitivo suficiente.
Sin salaros dignos no hay poder de compra, sin salarios que alcancen para adquirir los bienes que producen las fábricas del mundo. Sin poder de compra no hay venta de productos. Tampoco dinero para adquirir los servicios. Sin la venta de productos no se concretan las ganancias de las empresas, y sin eso el capital mismo no realiza sus ganancias.

Lo que es peor, las secuelas sociales se cuentan por montones: abundancia de desempleados con mayor número de pobres; refugiados de guerra por la inestabilidad interna de países en descomposición, donde los más afectados son los niños; muertes trágicas como consecuencia de los cambios en los climas por las alteraciones al planeta, fruto de la contaminación a la atmósfera; todos impactan a la estructura social y a la inestabilidad política. Sistemas económicos excluyentes, sistemas políticos cupulares, que atienden al interés de quienes se encumbran en el poder. Sólo aquellos empresarios que han acumulado suficiente riqueza y manejan a su antojo los millones para delinquir, siguen adelante y son los que sostienen los elevados índices de ganancia. Son quienes tienen a los políticos en las manos para decidir frente a la sociedad, sin importar tropelías. Son ellos los que acumulan riqueza y concentran el poder mundial. Son los actores del poder real, pero también de los poderes fácticos que imponen su razón de ser. Son los hombres del dinero que, en su mayoría, controlan las actividades que generan las mayores ganancias en negocios tanto lícitos como los ilícitos. Son los artífices de la descomposición de un mundo global que se rige todavía por los principios del mercado libre. La amenaza que es mundial.

16/junio/2009.

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