miércoles, 23 de diciembre de 2009

El agua del desperdicio

El Estado administra mal el agua. Es el líquido que se extrae del subsuelo, es la que cae por lluvia y no se capta, es aquella que después del uso ya no se recicla, o casi. Es toda lo que se desperdicia. Es por todo lo que escasea. Es la sed de muchos mexicanos.
Es un problema de tecnología, argumentan las autoridades, pero lo es sobre todo por la falta de instrumentos administrativos y de cultura, de la que se carece entre la población porque tampoco se promueve para la toma de conciencia.
En tanto la Comisión Nacional del Agua (Conagua) se dedica sólo a manejar el problema, no a encontrarle soluciones. No es de ahora. Pero politiza el asunto cada que se presenta alguna complicación, como cuando abunda el agua por las lluvias, o porque escasea en los meses de estiaje.
Ciertamente que el problema no es nuevo, pero tampoco hoy se buscan soluciones de fondo. Simplemente el problema se deja crecer. Como informa la Comisión de Recursos Hidráulicos del Senado, por ejemplo, que del total del agua que se extrae, se pierde entre el 40 y 50 por ciento. Cantidad que representa la media de los ingresos que recibe la Conagua por servicios de suministro. Nada más.
El problema va más allá. No se invierte en tecnología para captura, procesamiento o purificación. Pero cómo se va a invertir en tecnología si tampoco se gasta en reparar las líneas de redes de abastecimiento en los caudales de abasto general, mucho menos en las propias ciudades. Ni qué decir en el campo, donde sólo aquellos empresarios agroexportadores tienen suministro y redes exclusivas. Y hasta con subsidios especiales.
No se invierte en desazolve de sistemas como el Cutzamala, para el caso del abasto del Valle de México. No se captura ni la mínima parte del agua que cae en forma de lluvia. Los procedimientos de purificación son rudimentarios y la medición del consumo para los particulares resulta pésima.
No se diga lo concerniente a las tarifas del cobro por el servicio. En las grandes ciudades, como en las de mediano crecimiento y los poblados, el precio por litro es igual. Lo mismo paga el ciudadano de una colonia como Iztapalapa en el Distrito Federal, que no la recibe, como el que nunca le falta (o casi, durante el año) en colonias como las Lomas o Polanco. La pésima distribución de la poca que existe la hace escasa en muchas partes del país, como de las propias ciudades se presenta por grandes zonas.
De ahí los números que sostienen que entre 12 y 15 millones de personas no tienen el servicio. También que las redes de agua potable requieren cambio en 50 por ciento, porque al menos está oxidada. No digamos rota la red.
Por eso los intentos del Senado de legislar sobre la materia, pero la ley debe obligar al Estado a asumir la parte de sus responsabilidades de captura, manejo, purificación, mantenimiento y, entonces sí y sólo así, de los cobros. Eso incluye el replanteamiento en los estados de si los municipios deben seguir manejando los recursos captados por el suministro. Porque no siempre se tiene un buen servicio municipal, como tampoco las inversiones que el sistema requiere. Todo en prejuicio de los usuarios del agua. Eso incluye un mal manejo de los recursos captados, las inversiones.
Sobre el manejo, prevalece el móvil político del asunto, como lo refiere el Presidente de la Comisión de Recursos Hidráulicos de Senado, Silvano Aureoles Conejo, siempre “se ha politizado de manera muy fuerte el uso o el funcionamiento de los organismos operadores que todo hace, menos cumplir con la responsabilidad que tienen de mandatada” de llevar el agua de calidad y con un servicio eficiente.
De ahí el problema que muchas comunidades del país que sobreviven en la marginación, carezcan de los niveles de desinfección y saneamiento suficiente para impedir infecciones por agua contaminada. Más cuando las enfermedades por la falta de agua provocan la muerte de más de dos millones de niños menores de edad, según los datos del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia y la Organización Mundial de la Salud, para países como México y otras partes del mundo.
El otro de los problemas desatendidos es el del agua contaminada sin proceso alguno que se va derechito al mar, dejando a su paso una estela de contaminación sin tratamiento alguno, como sucede con las aguas del Valle de México que salen rumbo a Veracruz. Problemas de administración del Estado, por donde se le vea.

4/junio/2009.

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