El Partido Revolucionario Institucional (PRI) está en proceso de redefinición. No es casual que no haya elegido con tiempo al coordinador de los legisladores, después de que la presidenta nacional, Beatriz Paredes, por motivos de salud no va. Hasta antier todo apuntaba a que el sustituto de Paredes en San Lázaro sería Emilio Chuayfett. Pero no. Como dice el refrán: del plato a la boca se cae la sopa. Con todo y que es muy cercano a Peña Nieto.
No es un asunto simple. Y depende de las negociaciones al interior de los propios grupos del PRI. Y si bien está claro que la prioridad la tenía Paredes porque fue la que operó el triunfo electoral, no necesariamente le toca definir al ocupante del espacio camaral. Aunque debería.
El activismo de Carlos Salinas, y la influencia que todavía tiene entre muchos de los liderazgos del partido, lo colocan como una suerte de gran elector. Y el rumor de la llegada de Carlos Rojas, tan cercano a Salinas, habla del peso del expresidente que todavía tira línea. Y si se queda Rojas, en lugar de Chauyfett, no puede haber mejor señal de esa influencia salinista en las operaciones importantes del PRI. Pero allá ellos, los priistas, comenzando por la lideresa Paredes, y seguido por los diputados recién electos y los propios priistas en activo. Porque la autoridad de Salinas es más temeraria y nociva que favorable.
Fue mucho el desgaste que sufrió con tanto desmán operado durante su sexenio. Y hasta le hizo, en su momento, contrapeso a su propio partido cuando intentó sustituir al PRI por el Pronasol. El programa Solidaridad fue más proyecto político que social. Una propuesta política camuflada de social. La intentona salinista de desarmar al partido, fue apenas una de tantas jugadas que emprendió en el marco de la política. Pero causó más desórdenes en los otros terrenos de la vida social y económica de país.
El sexenio de Salinas se distinguió por la desarticulación del Estado. Por la profundización de la crisis. Por la venta de las paraestatales. Por el surgimiento de nuevos pocos, pero, grandes ricos. Por la concentración de la riqueza y la inequidad en la distribución de los ingresos nacionales. El levantamiento zapatista en 1994. Y sus sueños de grandeza.
La perversidad generada en el terreno de las luchas por el poder, que incluyó la muerte del mismísimo candidato a la presidencia, Luis Donaldo Colosio. Hubo mano negra para que llegara Ernesto Zedillo a la candidatura.
Se dice que el tiempo cura las heridas. Pero las causadas a los mexicanos que presenciaron la sangre de un candidato, abrió todo tipo de suspicacias y desconfianzas. El principal señalado era Salinas. Y si no fuese él, el mismo tendría que saber quién mató a Colosio. Porque igual se mencionó al perverso asesor José Córdoba Montoya, como el orquestador. Con un chivo expiatorio en la cárcel —un sujeto llamado Aburto, pero con varias máscaras— nadie supo la verdad, porque el castigo no llegó al autor intelectual del magnicidio. Pero la mancha le quedó a Salinas. Lo mismo por otros asesinatos. El caso es que, en general, el expresidente Salinas no es bien visto por la gente. Y el PRI ahora se está dejando influir por él. O lo está dejando decidir o incidir en nombramientos tan importantes. Porque la posición de coordinador de la fracción mayoritaria en el Congreso es clave y preparatoria del 2012. Y no hay que ser mago para saber que las negociaciones van a ser desde ahí. También que el candidato que ponga el PRI en el 2011 tendrá las mejores posibilidades de sacar al PAN de Los Pinos a patadas.
Pero no hay otra explicación al hecho de que se esté mencionando fuertemente a un incondicional de Salinas, Carlos Rojas, como el siguiente coordinador de los diputados de la mayoría del PRI. Y el nombramiento, a cambio de Emilio Chuayfett, será porque el expresidente Salinas influyó más de lo que parece.
Una explicación es que la fragilidad de Rojas —porque no es un gran convocante—, permitirá a otros como el propio Manlio Fabio Beltrones, quien también tiene aspiraciones presidenciales, influir en las concertaciones desde el legislativo y de frente al PAN y al presidente Felipe Calderón.
La otra es que el mismo Salinas la estaría jugando en líneas paralelas. No cazarse con la idea de que Peña Nieto es inamovible. Seguir apoyándolo, pero en un momento y de ser necesario, sacar un sustituto. Y ese relevo podría ser Beltrones. Jugada de tres bandas, la de Salinas y Beltrones. Porque lo cierto es que en cualquier momento, de aquí a lo que falta para definir la siguiente candidatura presidencial, a Peña Nieto se le puede caer. No es una fortuna ser el candidato de Televisa. El escándalo permanente puede acabar por desgastarlo. Y, en la jugada del bajo perfil y con un descuido de Peña, subir otro, como Beltrones.
Así la estaría jugando Salinas, pero también apostando Beltrones. Eso explica la presencia de Rojas, el incondicional del expresidente. La opción Rojas deja, no obstante, débil al PRI para la negociación frente al PAN, con Calderón y con la izquierda.
18/agosto/2009.
jueves, 24 de diciembre de 2009
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