miércoles, 23 de diciembre de 2009

Naufraga la Reforma del Estado

No hay condiciones para que el gobierno de Felipe Calderón se encamine hacia la reforma del Estado que necesita el país. Es más, quizá se avanza en sentido contrario.
Animado proyecto para concertar un acuerdo económico y político entre los poderes reales y fácticos, porque un cambio de esa magnitud tendría que ser incluyente y negociado entre todos los actores importantes de este país, la posible reforma del Estado es más bien un corolario de buenas intenciones. O, mejor dicho, una falsa promesa en el contexto de un gobierno como el actual que poco o nada le interesa arribar a buen puerto el país, en tanto la tormenta que atolondra a la mayoría de los mexicanos no amenace con volverse huracán.
Lo que es más. Así como el gobierno de Vicente Fox no dio muestras de negociar nada para cambiar a México del rumbo perdido en el que se encuentra –bueno, perdido para la mayoría de la población, porque los hombres ricos de este país y sus voceros, los políticos más encumbrados saben muy bien hacia dónde lo conducen cuando lo exprimen al máximo–, tampoco el gobierno de Felipe Calderón da muestras de lo contrario.
Propuesta de buenas intenciones, la Reforma del Estado es un asunto pendiente para México, pero que sólo podrá operarse desde el poder mismo. Es decir, desde el centro propio del poder presidencial. No obstante, primero, tendríamos que estar hablando de un poder completamente legítimo, y el de Felipe Calderón no lo es del todo desde el momento en que ganó con cifras frágiles la Presidencia, y que la “guerra antinarcóticos” se la sacó de la manga a sabiendas que el Ejército no está apto para combatir narcotraficantes, sino para defender al país de una posible intervención.
Segundo. Resulta que en los proyectos del PAN no hay cosa semejante para querer cambiar el rumbo del país. Así como lo dejaron las “reformas estructurales” de Carlos Salinas de Gortari, así ha campeado la crisis en la vida de los mexicanos. La riqueza en pocas manos, la pobreza socializada entre la población.
A pocos, desde la cúpula del poder, importa que la reforma traída desde los mismos tiempos del propio Salinas, siga enlodada. Pero dice el dicho que el cordón se rompe por lo más delgado. Y lo más frágil ya está en puerta. La crisis con muchos apellidos: la crisis alimentaria, la crisis del empleo, la crisis del poder adquisitivo, la crisis de la inseguridad, la crisis del crédito, la crisis desde la política, la crisis por ganar una tajada del poder, la crisis que se convierte en carbón a punto de encender. Estos y cuántos más, son elementos que miden como el termómetro la temperatura del país.
Ahí está el descontento de los sectores sobre las condiciones de vida, ahí la protesta por la falta de seguridad; ahí la amenaza creciente del fortalecimiento de la criminalidad; la indignación por la aplicación selectiva o tendenciosa de la ley. Ahí están los grupos radicales que amenazan con volver en cualquier momento; la violencia que mata en cada esquina por un peso, un reloj, o una billetera aunque esté vacía.
¿O, a quién le importa? ¿A quién le interesa refundar a México, cuando desde el poder no hay voluntad política, porque los proyectos de la clase gobernante son otros? ¿A quién le interesa, por ejemplo, la reforma político-electoral pendiente? ¿Replantear las relaciones de México con el exterior, retomando los preceptos de la doctrina Estrada? ¿Cómo entrarle a los cambios sociales básicos que demanda la dolida estructura social? ¿A quiénes los proyectos para al largo plazo, como una auténtica reforma fiscal donde no paguen solo los cautivos sino los privilegiados de este país que gozan de exenciones? ¿O, en general, las reformas estructurales para retomar la intervención controlada del Estado en aquellas actividades que el librecambio, o mejor dicho, el mercado libre no ajusta desde hace décadas? ¿Por dónde anda la reforma judicial que permita la confianza ciudadana en un sistema lleno de trampas y de recovecos que atacan en lugar de defender al ciudadano de acciones delictivas? ¿En dónde anda la vida institucional que no ata ni desata, porque está golpeada por el lado que se le mire?
Labor del Congreso de la Unión llamar la atención sobre estos temas, pero también de los medios de comunicación y, sobre todo, de la sociedad civil organizada. Acciones conjuntas para obligar a la toma de decisiones sin tergiversar la urgencia de preceptos.

15/junio/2009.

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