Pese a todo, se abre la esperanza. Del voto de castigo para el PAN y también para el Presidente Felipe Calderón Hinojosa, entre otras cosas por la falta de resultados en materia económica, a la ola esperanzadora de que el PRI haga algo para soliviantar los ánimos de los mexicanos por los golpeteos de la crisis.
Es verdad que el “catarrito” se constipó. Y el balance inicial, con una buena dosis de ninguneo por parte del secretario de Hacienda, Agustín Carstens, de que la crisis no pasaría a mayores porque estábamos preparados —“blindados” dijo Guillermo Ortiz—, evidenció las intenciones del funcionario de no generar alarmas ni calentar los ánimos para no espantar a la población.
Pero el impacto de la crisis de los Estados Unidos nos llegó y pegó sin miramientos. Y golpeó duro, con tasas de crecimiento negativas en el PIB para la economía mexicana durante algunos meses. Tan sólo en este 2009 se prevé una caída del 7.3 porcentual. Y, ya algunos analistas internacionales proponen que si se hiciera un balance por Latinoamérica, México resultaría el más afectado por la dependencia económica de EU y la crisis que lo arrastra. Así, en tanto la economía del vecino no se recupere tampoco habrá números positivos para México. O difícilmente.
Desde ahora, las previsiones más optimistas dicen que la economía de México podrá crecer hasta en un 3 por ciento en el 2010. Pero no se dice cómo. O quién hará el milagro, porque levantar la economía en tan sólo medio año sería tanto como a Lázaro, solo por un milagro.
Hay cuantiosos pendientes.
Primero. La economía de EU no podrá recuperarse tan pronto, como para que se eleven las importaciones y eso aumente la demanda de los productos mexicanos.
Segundo. El modelo económico de México no es para resolver problemas como el desempleo, la distribución del ingreso o la pobreza. Es un modelo para el bienestar de los ricos, no para la generación del empleo, o para elevar el poder adquisitivo de la mano de obra. Eso no lo ha demostrado, hasta la fecha, luego de 25 años de aplicación de la política neoliberal. Al contrario, las decisiones de la política económica, o de la ausencia de ella (porque recuérdese: “la mejor política industrial es no tener política industrial”, como lo dijo Jaime Serra Puche, políticas que van de la mano) no atienden el interés colectivo. No sólo eso, tampoco resuelve los problemas estructurales de la economía, como se prometió lo alcanzarían aquellas medidas privatizadoras y que nunca dieran resultados más allá de enriquecer a los amigos, y prestanombres de algunos presidentes, como el caso de las amistades de Salinas de Gortari.
Tercero. En estos días de cambios en el poder legislativo bajo la égida del PRI, partido al que le competen aquellas comisiones importantes como la de Hacienda y la de Presupuesto y Cuenta Pública, lo mínimo será revisar cómo ha invertido el presupuesto en los tres años anteriores el PAN, o los panistas en las dependencias del Estado y en algunos estados. Porque el subejercicio ha sido la marca de la administración panista, que no se ocupa de gastar en renglones para los que fue asignado por el legislador anterior. Así lo hizo Vicente Fox, así lo está aplicando Calderón.
Pero uno de los principales problemas es que, si bien hay esperanzas en el PRI, en los legisladores de ese partido que ahora llega como mayoría a la Cámara (claro, bajo la alianza con el PVEM), y hagan algo por la economía, lo cierto es que el margen de maniobra es muy limitado. Esto, considerando, que no le entren a otras reformas importantes y que su pretendida Ley de Emergencia Económica salga bien y se aplique también en orden.
La maniobrabilidad es estrecha porque el legislativo sólo tiene facultades sobre la designación de únicamente el 10 por ciento del presupuesto federal. Muy limitado resulta el margen que tiene la Cámara, porque el resto del mismo ya está asignado en servicios personales, pensiones, obra pública, medicinas, subsidios, Pidiregas, seguridad pública, entre otros, por un 91.97 por ciento. No obstante, la Secretaría de Hacienda define que el espacio será todavía mayor porque el presupuesto para el 2010 es de tan sólo el 8.03 por ciento.
Lo anterior, si es que no siguen las presiones sobre el tipo de cambio, se caen más los precios internacionales del petróleo o disminuye la recaudación fiscal proyectada. Es decir, que aún con el PRI, no parece estar en puerta una reforma fiscal, como tampoco una discusión de fondo sobre el modelo de desarrollo, que para los gobiernos neoliberales es como la política industrial para Serra: inexistente.
Pero habrá, además de la proyectada Ley emergente, otras medidas que se verán delineadas durante el corto periodo que falta entre ahora y el arribo a las curules de la mayoría del PRI en la Cámara. Bueno, la esperanza es la que muere al último, ¿no?
14/julio/2009.
jueves, 24 de diciembre de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario