Sintomatología del sistema político mexicano, lo fue la reciente rebatinga que levantaron las polémicas declaraciones del expresidente Miguel de la Madrid Hurtado, en contra del también expresidente Carlos Salinas de Gortari y su familia, especialmente el “hermano incómodo” Raúl. Aunque luego fue obligado a recular. Las presiones le llovieron desde adentro y desde afuera: su hijo Enrique de la Madrid director general de Financiera Rural, y los “amigos” que le mandó Carlos Salinas para convencerlo: Emilio Gamboa Patrón y Francisco Rojas Gutiérrez.
Fue una pequeña muestra del raro ambiente que prevalece en el sistema político en vías del proceso electoral que culmina el 5 de julio entrante. Por un lado, la intentona de descabezar un movimiento al interior del PRI que dirige Carlos Salinas, porque es reconocido por muchos priistas que el expresidente sigue ejerciendo un fuerte control. Por otro, que resulta el más grave, el síntoma de descomposición que brota por los poros mismos del sistema político que no encuentra el “nuevo” orden.
Porque no es ni presidencialista ni democrático; ni autoritario como en el pasado priista ni en democracia porque no ha habido tal transición como sí la ha habido en muchos países del mundo, comenzando por la “Revolución de los claveles” de Portugal del 25 de abril de 1974, el abandono del franquismo y el cambio pactado a la democracia de España con los pactos de la Moncloa del 25 de abril de 1977, y otras transiciones como las de los países exsocialistas, y en Latinoamérica la de Chile, Argentina, Brasil, y recientemente El Salvador, Nicaragua con la alternancia, etcétera.
En México nos quedamos en la pura alternancia, sin transición. Aquí la transición no se da porque no hay voluntad política y porque a los principales actores políticos no les interesa. Y los partidos que deberían tomar las decisiones no les convienen por tantos intereses que les cobija. Herencia del mismo sistema político pleno de privilegios.
Por un lado, ni se vive en el presidencialismo de antaño, porque muchas de las facultades del presidente han quedado en el olvido. Bastan algunos ejemplos: como la ceremonia de la lectura del informe presidencial con todo lo que le rodeaba, celebraciones como la del día del trabajo encabezada siempre por el presidente, los actos protagónicos donde el Ejecutivo era el centro de la atención en cualquier parte del territorio nacional (como entrega de escrituras, casas, obra pública, etc.), el control presidencial sobre todo tipo de actos “oficiales” en centrales obreras, campesinas y los demás sectores que otrora eran pilares en el partido oficial, la hegemonía del presidente en el instituto electoral con el predominio únicamente del secretario de Gobernación en turno, etcétera…
Pero por el otro, tampoco hay una definición del rumbo. El proyecto de nación no existe. Los planes y programas de gobierno de los últimos presidentes, tanto del PRI como de PAN, no tienen ni pies ni cabeza. Y fue precisamente durante el sexenio de Carlos Salinas cuando mayores cambios se infundieron al sistema económico y político de país, al grado de debilitar al extremo a las instituciones. Por ejemplo. Salinas realizó grandes cambios, pero el principal fue que acotó en sus funciones el Estado e hizo los grandes negocios con la venta de las empresas paraestatales. No obstante comenzó el propio De la Madrid, Salinas fue quien dio la estocada. Desbarató la estructura económica de país, al grado que también impactó socialmente con la privatización de empresas como la Conasupo, Telmex, y unas 23 empresas catalogadas como del “sector social”, etcétera.
La llegada del Partido Acción Nacional al poder en el año 2000, no pasó de la “alternancia” en el poder. Salió el PAN para que todo quedara igual. Con el PAN el país no gana nada. Antes pierde. Hubo más bien atraso porque Fox abandonó el ejercicio presidencial de la institución. El poder Ejecutivo se debilitó porque su titular descuidó gran parte de las funciones del poder, menos las del enriquecimiento inexplicable de la “familia” de los Fox, con los hijos de Marta en la punta de la pirámide de la corrupción. Hasta la fecha han sido señalados pero no investigados; es la mezcla de la impunidad que está de por medio. Síntoma de la descomposición del sistema. Si bien todavía no llega a Estado fallido.
18/mayo/2009.
miércoles, 23 de diciembre de 2009
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