Seguramente aquel monje agustino austriaco, Gregor Mendel, quien durante el siglo XIX experimentara con guisantes el cruce de plantas y estableciera con ello lo que se conocería después como Leyes de Mendel, o trasmisión por herencia de características de padres a hijos, no se imaginaba que estaba sentando las bases de lo que sería después la estructura creativa del genoma humano.
La posterior disección del cromosoma contenido en el ADN, o ácido nucléico, en pequeñas unidades llamadas genes —que son las que en realidad determinan las características hereditarias de la célula—, determinaría que el hombre tiene 23 pares de cromosomas y así con otras especies de seres vivos plantas y animales.
El desarrollo científico alcanzado hasta la fecha, hace posible que ciertos experimentos promuevan la alteración del número de cromosomas en forma artificial, y con ello se obtengan cambios que para el hombre genera tremendos retos éticos y jurídicos por las implicaciones que conllevan.
Así, por ejemplo, hoy se sabe que el genoma humano es el total del número de cromosomas que tiene el cuerpo, y ellos son los responsables de la herencia y su estudio permite conocer qué tipo de enfermedades puede sufrir una persona en el curso de su vida.
Cuando el 9 de marzo del 2007, se dio a conocer en la prensa el avance en el estudio del mapa del genoma de los mexicanos, por ejemplo, saltó a la vista que somos el fruto de 35 razas diferentes: que el 65% del componente genético es único y se le ha denominado “amerindio”; que en el 58% del genoma de la población de Sonora hay componentes europeos; y en el 22% de los guerrerenses hay elementos africanos.
El estudio se elaboró con muestras de sangre de 140 personas mestizas —50% mujeres y 50% hombres— y de siete estados: Sonora, Zacatecas, Guanajuato, Yucatán, Veracruz, Guerrero y Tamaulipas.
No sólo eso. También se dijo, tras dos años de investigación, que eso estaba generando un cambio de paradigma en la medicina en México, porque se estaba abriendo la posibilidad de otorgar atención individualizada en términos de medicina predictiva y preventiva, y prevenir enfermedades crónico-degenerativas.
Sin dejar de lado que, para efectos de la aplicación de medicamentos, no todos sirven porque los desarrollados en otros países atienden los genomas de otros pueblos, diferentes de los mexicanos. Y que los padecimientos a los que está predispuesta la población son la diabetes, enfermedades cardiovasculares, diversos tipos de cáncer (mama, tiroides, leucemia infantil, próstata).
Pues bien, ya en 2007 un especialista de la UNAM advirtió sobre los problemas éticos y jurídicos del uso del genoma humano de los mexicanos, porque entre otras cosas, podría provocar nuevas formas de discriminación, y hasta la clonación de seres humanos. Para lo cual, los legisladores debían intervenir a efecto de normar dichas investigaciones.
Legislación aparte, el problema es que en el estudio del mapa genómico de los mexicanos rondan empresas como las multinacionales Applied Biosystems e IBM, esta última por medio de su división Healthcare and Life Sciences, a fin de producir fármacos con fines comerciales, según el Instituto de Medicina Genómica (Inmegen). Un ejemplo, en su momento se denunció que medicamentos para diabetes se venderían para adelgazar y eso proporcionaría ganancias extraordinarias a dichas trasnacionales, además de otras como Bayer, SmithKlineBeecham, Glaxo Wellcome, Wyeth y Merck.
Por eso la preocupación de aquellos senadores que se pronunciaron por construir acciones legislativas que impidan tanto el uso comercial de la información genética como de la regularización de la medicina de ese tipo, según se dijo ayer en la inauguración del Simposio Internacional del V Aniversario del Instituto Nacional de Medicina Genómica, “Retos Legislativos de la Medicina Genómica en México”.
9/marzo/2009.
lunes, 21 de diciembre de 2009
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