El ambiente político en México comienza a calentarse rumbo al proceso electoral en puerta. Y los partidos políticos iniciaron ya la disputa por posicionarse mejor entre los militantes, sus simpatizantes y los posibles electores.
Primero está la lucha interpartidista por las candidaturas a los distintos puestos de elección popular. Por otro lado, comenzó también la guerra externa mediática entre los partidos, el golpeteo político para medir quién se posiciona mejor para ganarse la voluntad de los electores y conseguir el voto que lo lleve al espacio previsto.
Pero la rebatinga y el golpeteo llevarán de todo: acuerdo político o arrebato. Y todos los candidatos deben esperar todo tipo de descalificación de sus contrincantes. Es la guerra donde todo se vale. Esa es la máxima que rige todo proceso electoral.
La descalificación, las denuncias públicas de conductas privadas, el descalabro por las acciones previas y hasta los defectos personales. Pero la confrontación final es en los medios de comunicación, previa al día de la elección. Pero no todos los candidatos tienen acceso a los medios masivos como la televisión. No obstante según el sapo es la pedrada; según el espacio político que se busca serán los apoyos económicos y las posibilidades del acceso mediático.
Así, en esta coyuntura preelectoral los partidos grandes que disputarán los espacios en el Congreso, como es el caso de los escaños en la Cámara de Diputados —las delegaciones políticas y la Asamblea Legislativa del DF, en la ciudad de México— y ya comenzó la guerra.
Las declaraciones que hicieran en los últimos días algunos panistas señalando a priistas involucrados en el narcotráfico, tienen tintes político electorales hasta en tanto no se demuestre lo contrario. No es un asunto difícil de creer, pero quizá sí sea complicado de probar.
Un diputado del PAN, Luis Alonso Mejía García, señaló que ocho gobernadores del PRI están relacionados con bandas del narcotráfico, entre ellos el gobernador de Tamaulipas, Eugenio Hernández Flores. Emilio Gamboa, coordinador de diputados del tricolor pide pruebas. El argumento es que se trata de una campaña negativa contra su partido, en una acción desesperada de los panistas por descalificar a los priistas. Y a esta confrontación también ha participado Felipe Calderón, porque en días pasados habría señalado a “un grupo de mandatarios estatales” de estar metidos en esto del narcotráfico, basado —según— en un reporte de la Sedena.
El caso es que si bien el asunto pudiera ser tema de discusión sobre quiénes están involucrados o no en el narco, en estos tiempos preelectorales y de precampañas, los señalamientos parecen más de descalificación que de verdad. O, hasta que se demuestre lo contrario.
La verdad es que tanto el PAN teme perder posiciones en la Cámara de Diputados, vía las próximas elecciones, como el PRI que no tiene seguro ratificar sus espacios de representación popular. Otro tanto ocurre con el PRD, que es parte de la disputa; pero también de manera necesaria el resto de los partidos chicos.
Los tres partidos grandes tienen cola que les pisen: el PAN por el desgaste del poder presidencial, desde Vicente Fox; el PRI por su octogenario pasado de presidencialismo autoritario; también el PRD por sus disputas internas y sus gobiernos de dudosos resultados.
Por eso el señalamiento del presidente en turno de la Mesa Directiva de la Cámara, César Duarte, sobre el caso de los ocho gobernadores presuntamente involucrados en el narco: no sólo es un asunto delicado, quien lo haga es porque tienen la carga de la prueba. Y denunciar por denunciar es “oficioso y peligroso”. Lo menos: es parte de la calentura previa a las elecciones en puerta, donde la guerra ha comenzado ya. A las pruebas.
10/marzo/2009.
lunes, 21 de diciembre de 2009
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