miércoles, 23 de diciembre de 2009

Pobre, año electoral

Las elecciones intermedias en México siempre han sido poco concurridas. Son las presidenciales, desde los tiempos de la hegemonía del PRI en los 71 años que ocupó la silla presidencial, las que más han convocado a los ciudadanos a votar. Y las de este 2009, no tienen muchas expectativas que digamos. El próximo 5 de julio no será como el campanazo de catedral para asistir a misa los domingos. No sólo las encuestas lo confirman, son las opiniones en general las que aseguran que habrá un gran abstencionismo.
Lo refleja el Centro de Estudios Sociales de Opinión Pública, en un análisis prospectivo sobre el proceso electoral del 2009, o el estudio de las tendencias. Las expectativas de la participación en la elección son nada prometedoras. El dato es contundente: para el 62 por ciento de la población en edad de votar, los procesos electorales son poco, o nada, confiables. En mucho contribuyen los partidos políticos que no promueven el interés del electorado, porque carecen de propuestas realistas.
Pero también para el otro 68 por ciento, el proceso electoral cree posible que luego de las elecciones habrá conflictos poselectorales. Como los ha habido tanto en procesos electorales intermedios, esa es la expectativa ahora, y ha ocurrido en las últimas elecciones presidenciales también. Recordemos el desencanto por la falta de conteo y posterior quema de boletas tras la elección de Carlos Salinas para presidente en 1988, que mucho se aseguró perdió frente a Cuauhtémoc Cárdenas, y sin embargo se impuso. Y lo que sucedió luego del proceso electoral que llevó al actual presidente Felipe Calderón al poder, ante el candidato de la oposición agrupado en la coalición Por el bien de todos, que lanzó a Andrés Manuel López Obrador, y estuvo a punto de ganar (si no es que le arrebataron la presidencial).
Mientras que para el 49 por ciento de los electores, los comicios federales representan una modalidad de mandato ciudadano para gobierno y para partidos, respecto a los compromisos asumidos, la verdad es que el cumplimiento de las promesas se quedan en eso, en promesas. Otro tanto ocurre con el 33 por ciento de aquellos ciudadanos para quienes la elección representa una evaluación de lo que han cumplido durante los últimos tres años.
Otro elemento que incide en la desidia de los ciudadanos es el abandono mientras dura el cargo, de las responsabilidades públicas, no obstante tratarse de funcionarios que son electos para cubrir precisamente una función administrativa y/o de gobierno en interés del ciudadano elector.
Y se juntan otras certezas y percepciones en el electorado que se reflejan en abstenerse al emitir su voto, en cruzar más de una casilla para anularlo, dejar la boleta en blanco o simplemente hacer el vacío y no ejercer su derecho de elegir representantes.
En el fondo, junto con la baja credibilidad que a pulso se han ganado los partidos, para el ciudadano común abstenerse es una forma de protesta por el casi nulo sistema de representación, por el esquema de partidos que opera con una gran centralidad en la toma de decisiones y definiciones hasta de candidaturas, por el sistema político que opera sin reglas claras y bajo criterio de unos cuantos líderes políticos, cuando no bajo la batuta presidencial, sobre todo en el partido en el poder —una recreación del viejo sistema político centralizado.
Ni qué decir de cuántas irregularidades han ocurrido en la imposición de candidaturas en todos los partidos políticos, el escenario poco halagüeño por la difícil situación económica y de desempleo (no obstante estamos con el presidente del empleo), a lo que hay que agregar la falta de plataformas electorales que acerquen al ciudadano en lugar de alejarlo.
Y, en general, los escenarios de confrontación entre los principales partidos que arremeten en contra de todo lo que se mueve. Las pugnas entre el PRI y el PAN, y las luchas internas al interior del PRD, más las que se acumulan al interior de la “chiquillada” de partidos, no generan un ambiente de incitación a la participación ciudadana sino al contrario. Por eso, las del 5 de julio, serán unas elecciones al menos poco concurridas. Depende de los partidos, no tanto de los candidatos, de evitar la abstención.

12/mayo/2009.

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