El aparatoso sistema de seguridad, es lo que dio la nota ayer por la visita de Barack Hussein Obama, el presidente de los Estados Unidos, cuando arribó al medio día al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. No es para menos, tratándose del dirigente del país todavía motor de la economía —del capitalismo y la globalización— y de la política mundial, así como por el motivo que lo trae rumbo al sur del continente: el de la seguridad nacional de su país, misma que Obama ve minada por la presencia creciente de la violencia que generan el narcotráfico y el crimen organizado a las faldas de su frontera, pero alentado por su propia demanda interna como mercado consumidor también más grande del mundo.
Desde el soldado de a pie y militares con vehículos artillados, francotiradores en las azoteas de los edificios, hombres de civil y de negro, activos del Estado Mayor Presidencial, cadetes del Colegio Militar, agentes del Servicio Secreto, miembros de la Policía Federal de patrullaje; el Marine One en que llegó y tres helicópteros de la propia Armada estadounidense para vigilar de cerca el aterrizaje, el desplazamiento hacia el Campo Marte, a la Residencia Oficial de Los Pinos, al Museo de Antropología y, finalmente, al lugar donde pernoctó en un hotel del rumbo. Además de los motociclistas y patrullas para el recurrido desde la central aérea de la comitiva hasta los sitios de hospedaje y reunión.
No faltaron las vallas metálicas, el cierre de vialidades principales, el escrutinio de personas a su paso por las cercanías de las sedes de reunión y de los recorridos, y el tráfico que molestó a choferes y a transeúntes.
También el poco tiempo de la visita de Obama por México, porque de aquí parte hoy a su siguiente escala por Latinoamérica, en Trinidad y Tobago, a donde asistirá a la quinta Cumbre de las Américas para redefinir las relaciones entre EU y América Latina —que están muy deterioradas gracias al abandono de los dos integrantes de la familia Bush que gobernaron el país durante los últimos 12 años—, da mucho qué decir.
Como la calificaron los propios medios impresos de EU, de simbólica. Para The New York Times y Los Ángeles Times, la visita de Obama a México no resolverá las urgentes necesidades mexicanas; es más un mensaje al Congreso (estadounidense) para que tome las acciones contra el tráfico de armas. Y a los amigos sobre los desafíos en la economía y el tráfico de drogas entre los dos países.
Así lo anunció el propio presidente de EU: la lucha contra el narcotráfico es el punto principal de trabajo conjunto entre ambos países. “Hay un campo en particular que existe: la batalla contra los narcos que están estableciendo el caos en las comunidades que roban en México y EU”; pero, agregó Obama: “tengo enorme admiración por el presidente Calderón, su gabinete, policías y soldados que ya han logrado muchos éxitos, pero no voy a decir que esta responsabilidad es sólo de México”. Porque, reconoció, “más del 90 por ciento de las armas provienen de EU, de modo que nosotros también tenemos responsabilidad”.
Después del espaldarazo a Calderón, el propio presidente mexicano dijo que él comparte la meta de “una migración legal ordenada y productiva” con EU. A lo que Obama repuso que tal vez quienes hayan llegado sin documentos a EU tengan que pagar una multa por faltar a la ley, pero igual tengan que salir de las sombras.
Pero también es la frontera, dijo Barack Obama, y “no se puede combatir esta guerra con una sola mano”; es un compromiso de ambos países. No obstante, el presidente del vecino del norte no desbordó en promesas, lo cual no está demás: “¿Vamos a eliminar el flujo de drogas y armas ilícitas? No, y eso es un objetivo realista. Lo realista es reducir el flujo, dijo Obama. “Yes, we can, Mr President”, concluyó Calderón. Y ambos presidentes sonrieron. Una visita, entre la seguridad y la cortesía.
16/abril/2009.
lunes, 21 de diciembre de 2009
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