Desde siempre se dijo que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que comprende a Canadá, Estados Unidos y México, era un acuerdo entre desiguales.
No obstante que en su momento Carlos Salinas de Gortari, le vendió a los mexicanos la idea de que con dicho acuerdo el país estaría tocando las puertas del Primer Mundo, lo que resulta desde 1994 en que se firmó a la fecha son desavenencias en contra de México, principalmente desde EU, no tanto de Canadá.
Pero también se argumentó que México se vería beneficiado por la entrada libre de las mercancías de los productores locales al mercado más grande del mundo. Incluso se comparó a México con España, país que sería apoyado por la Comunidad Europea a su reincorporación en 1986, para salir pronto de los años de bajas tasas de crecimiento, nunca vistos desde los años difíciles de la Guerra Civil.
Pero los beneficios nunca ocurrieron. EU pregona el librecambio o, más modernamente, el libre comercio hacia afuera, pero hacia adentro cuida a todos sus productores desde el GATT. Por eso los elevados subsidios con los que sostiene a los productores del campo, pese a su potencial productivo merced a su avanzada industrialización.
EU es un campeón del proteccionismo. Sólo los mexicanos, primeramente los negociadores del TLCAN, desde Salinas, Jaime Serra Puche, José Ángel Gurría y Herminio Blanco, e tutti cuanti, se la creyeron. Luego trascendió que en realidad George Bush presionó hasta “convencer” al presidente mexicano de que aceptara dicha negociación. Según Jack Sweeny de la Fundación Heritage, Bush presionó a Salinas con base en el chantaje derivado de informes generados por el aparato de inteligencia de EU en México, sobre la corrupción oficial así como la penetración del narcotráfico hasta las altas esferas de la política. A cambio de lo cual el presidente de EU le permitiría, a Salinas, seguir en el poder.
Por eso convencieron a Córdova Montoya y al propio Carlos Salinas; opinión que adelantara éste a The Wall Street Journal, un día de febrero de 1990, antes que en México, sobre el inicio de las negociaciones del tratado comercial con Washington.
Pero, desde la entrada en vigor, el saldo ha sido siempre negativo para México. No sólo la presunta ayuda al vecino del sur nunca se dio —lo que fluye llega de mal modo y a cuentagotas, como los apoyos acordados vía el Plan Mérida para combatir el narcotráfico—; tampoco se han cumplido en tiempo y forma la serie de acuerdos firmados.
Así, en no pocas ocasiones y bajo cualquier pretexto, EU ha cerrado sus fronteras a los productos mexicanos en apoyo a los agricultores locales; eso sí. Los productos del campo, como el jitomate, el aguacate, el limón, la naranja, y hasta el atún de los mares mexicanos, han padecido el bloqueo en la frontera para impedir la entrada, en acciones francamente proteccionistas de sus productores.
La última medida bilateral de EU frente a México ha sido la suspensión de un “programa binacional” que permitiría la entrada a empresas transportistas para entregar mercancía en diversos destinos. El pretexto para no respetarlo, es que los choferes mexicanos no hablan inglés y los camiones incumplen las reglas de seguridad requeridas por EU.
Ante esta medida que va en contra del TLCAN, el gobierno mexicano ha reaccionado en voz del titular de Economía, Gerardo Ruiz Mateos, con el anuncio del aumento de aranceles a 90 productos agrícolas e industriales procedentes del vecino del norte, con un valor de hasta dos mil 400 millones de dólares a precios de 2007, y que afectará al menos 40 estados de la Unión Americana.
La Casa Blanca ha anunciado que el presidente Obama ha encargado que la representación de ambos países propongan una legislación para un nuevo programa al paso de los camiones mexicanos, y se cumplan las obligaciones de EU bajo los preceptos del TLCAN. Ya se verá. Pero los desequilibrios seguirán.
17/marzo/2009.
lunes, 21 de diciembre de 2009
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