lunes, 21 de diciembre de 2009

Lujambio, la paradoja

Viniendo de donde llega, del Instituto Federal de Acceso a la Información (IFAI), el flamante nuevo secretario de la Educación Pública, Alonso Lujambio Irazábal, no deberá entrar a esa secretaría con el único compromiso de dar continuidad a las pobres metas de la saliente Josefina Vázquez Mota.
Si bien es cierto que la educación de niños y jóvenes es una gran responsabilidad que se debe atender conjuntamente entre el sector magisterial y las autoridades educativas, como dijo el Presidente Felipe Calderón Hinojosa a la toma de posesión del nuevo secretario en la SEP; eso no es todo.
En el sector educativo está enquistado uno de los sindicatos más grandes de América Latina, el Sindicato de Trabajadores de la Educación (SNTE), con una dirigencia señalada cuantiosas veces por su manejo poco claro de los recursos de los sindicalizados, que encabeza la maestra Elba Esther Gordillo.
Por eso, no basta con la capacidad que exige estar al frente de la política educativa del Estado, como sigue el discurso de Calderón, de concentración y entendimiento y del quehacer político. No. Porque el maestro Lujambio debe trabajar “codo con codo” con los padres de familia, con los maestros, el sindicato que los representa (que por cierto no es sólo el SNTE porque por eso está también la disidencia en torno a la CNTE, la Coordinadora que agrupa a todo el sector democrático de los maestros de todo el país), y con los gobiernos estatales en el manejo integral del sistema educativo.
Pero si bien no se le desea a ningún funcionario que no desempeñe su trabajo con eficacia —Lujambio es un estudioso de los problemas de México, no sólo porque estudió en el ITAM y en Yale, sino sobre todo porque ha escrito importantes ensayos sobre la democracia, los procesos electorales, la transición, el federalismo y la división de poderes, entre otros—, sino porque es un estudioso puro y no precisamente un político.
Y como tal no tiene la experiencia para lidiar con los líderes sindicales como la propia Elba Esther, que son unos lobos de la grilla; y mucho menos para concertar con los padres de familia y los demás sectores del sector educativo.
Claro que si le va bien a Lujambio le irá bien a la educación que tanto compromiso y entrega requiere; además de planes de largo plazo y con visión de futuro porque ahí están los cimientos del México inmediato. Pero tampoco eso ha anunciado Lujambio.
Él sólo ha dicho que “viene a potenciar la política de tiempo completo”, convencido de que la hospitalidad de la casa de los estudiantes puede cambiar sus vidas y la vida de sus familias. Eso es todo, más lo que le dejó Vázquez Mota.
Pero si bien Alonso Lujambio se desempeñó bien en el Instituto Federal Electoral (IFE), como consejero en los tiempos de José Woldenberg, su cercanía con el PAN desde entonces lo coloca al lado de otros panistas, como Juan Molinar Horcasitas y el propio Woldenberg (no tan panista pero cercano a las tesis de Acción Nacional; por no decir sólo cerca del poder en cumbres), que bien han buscado sólo colocarse en el gabinete de Calderón para beneficio personal.
Pero además, Lujambio no dejó muy en claro asuntos en el propio IFAI, como cuando se le pidió su propia intervención en el caso de mostrar las boletas del proceso electoral de la elección de Calderón, según demandaban medios como Proceso, para esclarecer las cifras. Pero Lujambio no cedió. Es decir, defendió a Calderón, pese a lo poco claro del triunfo del PAN frente al otro contendiente fuerte, Andrés Manuel López Obrador.
Lujambio viene, pues, a usar la SEP como trampolín. Aunque prometa lo contrario. Sólo falta que al menos sepa negociar con Elba Esther, o como se le está demandando desde la oposición, en esclarecer los flujos de lana al SNTE o, al menos, desnudar los convenios desde el poder presidencial con la maestra. Lujambio no es elbista, pero calderonista sí. A ver qué logra en la SEP con Elba Esther “cara a cara”. Al tiempo.

6/abril/2009.

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