A juzgar por las conclusiones del Foro México ante la crisis ¿qué hacer para crecer?, organizado por el Senado y la Cámara de Diputados en días recientes, sus alcances dejan mucho qué desear en materia económica, del empleo y de la seguridad social que dijo abordar.
Sin una propuesta armada integralmente, donde las medidas de política económica se liguen con el desarrollo, el empleo y el combate a la pobreza; el combate a la corrupción, a la inseguridad y a la impunidad; el respeto a la naturaleza con una visión de desarrollo sustentable, los niveles de la desigualdad seguirá ampliándose y la vida social de los mexicanos seguirá en declive.
Lo cierto es que la crisis económica actual no es reversible con un catálogo de buenas intenciones. Al menos eso es lo que inspiran las propuestas que ha dado a conocer el Senado el día de ayer.
Las pretendidas medidas a tomar para contrarrestar la situación, se dice, van de la mano de la promoción de políticas para emprender los cambios estructurales. Esto no es más que la añeja política de privatización y la consabida ampliación de una mano invisible que no regula nada, esa del libre mercado de Adam Smith.
Los diagnósticos sobre la gravedad de la economía mexicana nunca está de más ofrecerlos, menos con el diálogo. Pero tampoco en un diálogo de sordos, sino emprendiendo acciones para resolver la situación eficiente y de manera realista: desde el poder, la sociedad organizada, los partidos, las familias; con una propuesta incluyente, plural y democrática.
En ese foro se incluyó a legisladores, gobernadores, empresarios, académicos, sindicatos y campesinos.
Ejercer el gasto de Estado oportuna y eficientemente, revisando la operatividad de los programas, la simplificación y la desregulación. Eso es historia coreada desde los tiempos de Miguel de la Madrid. Y ni se aplica correctamente el gasto porque cada nuevo gobierno tiene cada vez menor margen de maniobra, ni se simplifican los trámites para proyectos nuevos ni para los viejos, porque a nadie le interesa.
Los gobernantes tienen los ojos puestos en los grandes negocios que puedan hacer al amparo de la impunidad que les brinde el poder desde el Estado, y los grandes empresarios en ganar lo más que pueden de las oportunidades de inversión que les brindan los propios gobernantes.
La necesidad de aplicar medidas eficaces para enfrentar los coletazos de la crisis económica que nos llega desde afuera (porque los gobiernos no se tienen el valor de aceptar la debilidad económica interna), se da de topes con las recomendaciones de que se promuevan las políticas del cambio estructural que no garantiza ni el crecimiento económico, ni la creación de empleos; así como tampoco elevar el nivel de ingreso y vida de las familias.
Los países (mal llamados) en desarrollo, como el nuestro, en tanto no apliquen medidas independientes de las que dictan los organismos financieros internacionales, seguirán en el intento de sacar la cabeza con la soga apretada al cuello.
En tanto no se haga algo por mejorar la situación del mercado interno y se impulse el desarrollo regional, no habrá mejoramiento de los niveles de vida, ni creación de empleos, ni se romperá el viejo círculo del hoyo negro que distancia los niveles del ingreso.
Muchas medidas hacen falta emprender, más allá de tantas buenas intenciones de tan limitados espacios de discusión.
18/febrero/2009.
lunes, 21 de diciembre de 2009
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