lunes, 21 de diciembre de 2009

Lengua materna

El sábado del pasado fin de semana se celebró el Día Internacional de la Lengua Materna con algunos eventos oficiales en México. El Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Conaculta, organizó el festejo en el Museo Nacional de Culturas Populares y en diez estados más del país.
Participaron algunos grupos musicales --un trío huichol y un grupo de rock-- y se presentó un disco compacto de sones de la Banda Mixe de Oaxaca, además de una revista médica de arte y cultura.
Luego vivieron los datos que ofreció el Conaculta: en 1810 el 68 por ciento de la población mexicana hablaba algún idioma indígena, contra el 10 por ciento de la actualidad; y de esa décima, un 23 porcentual está en riesgo de extinción.
Los buenos deseos no se hicieron esperar. El poeta mazateco, Juan Gregorio Regino, refirió que éste era un día de fiesta donde todos los hablantes debían sentirse orgullosos de expresarse con ellas, así como desechar “para siempre todo asomo de vergüenza”. Y siguiendo el ritual ceremonial oficial, el también subdirector de Desarrollo de Culturas Indígenas de Conaculta, dijo: para una sociedad multicultural como México, es fundamental que la sociedad esté informada de que en el país existen muchas lenguas, que se interesen por conocerlas y que estén conscientes de que su preservación es un asunto nacional.
Bonito evento, con una amplia dosis de buenos deseos, para un evento organizado por el instituto de la cultura del país. Pero deben precisarse algunos puntos.
El Día Internacional de la Lengua Materna lo instituyó la UNESCO, organismo dependiente de las Naciones Unidas, con la finalidad de proteger el patrimonio inmaterial de la humanidad. Desde 1999, el organismo reconoció el papel de la lengua materna en la creatividad, la capacidad de comunicación y la elaboración de conceptos, pero también en el hecho de que las lenguas maternas constituyen el primer vector de la identidad nacional, entre otras funciones de trascendencia nacional para los países.
Cada lengua, dice la UNESCO, refleja una visión única del mundo y una cultura compleja que refleja la forma en la que una comunidad ha resuelto sus problemas en su relación con el mundo, y en la que ha formulado su pensamiento, su sistema filosófico y el entendimiento de mundo que le rodea. Por eso, con la muerte y desaparición de una lengua, se pierde para siempre una parte insustituible de nuestro conocimiento del pensamiento y de la visión del mundo. De esa lengua y de ese pueblo que ve el mundo de una forma muy particular.
Así, tan sólo en México, por el efecto catastrófico de la conquista española –según el Atlas de las lenguas en peligro del mundo, del propio organismo–, se han contabilizado 110 leguas extintas, dos de las cuales son el chiapaneco y el cuilatleco, en la segunda mitad del siglo XX.
El problema radica en que, pese al reconocimiento de organismos como la ONU, en México el asunto de la lengua materna no pasa del acto oficial. La indiferencia hacia lo auténtico, lo que es originario, lo indígena es despreciable; lo tradicional, que comprende las distintas formas de representación, de organización, de religiosidad, de visión del mundo, de expresión cultural, pasa por la noche de los tiempos. Nadie quiere ver, desde el Estado, la problemática de las comunidades que son quienes cuidan y cultivan la tierra y su lengua. Oídos sordos ponen los gobiernos locales, no sólo instancias federales, a los reclamos de respeto a las tradiciones, a la tala inmoderada de los bosques, al apoyo de sus actividades, a la educación en sus idiomas, etcétera. Por eso no bastan los buenos deseos. Hay que voltear la cara a los parlantes de las lenguas originales y atender sus necesidades, no en el afán asistencialista sino como Estado promotor de los pueblos indígenas. Sólo así se estará respetando y propagando a las lenguas originarias, a sus hablantes y a sus cosmovisiones del mundo.

23/febrero/2009.

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