Como Dorita del cuento clásico del Mago de Oz, que perdió sus zapatos mágicos; en el Golfo de México, justo al norte de la Península de Yucatán, el país perdió la Isla Bermeja.
No obstante que la Constitución mexicana protege el territorio nacional en todas sus partes, mismas que no pueden venderse a particulares salvo que el interés público lo reclame, a la Isla Bermeja se la tragó el mar.
Según un informe de la CIA, la isla está en: “Island. Latitude: 22,55, Longitude: -91,36667,Latitude (DMS): 22° 33' 0 N, Longitude (DMS): 91° 22' 0 W.”; pero en 1994 la ubicación cambió a “Islote Bermeja, Yucatán, México on world map. Latitude: 22° 33' 0 N. Longitude: 91° 22' 0 W”, según el mismo informe.
Pero según inspección realizada por la Marina mexicana un 5 de septiembre, a las 7:00 horas por un buque en la situación geográfica latitud 22º 33´N; longitud 091º22W, en un patrón de búsqueda de 322.5 millas náuticas cuadradas, reportando “no habiendo encontrado el supuesto islote Bermeja”.
Es decir, que una isla registrada desde los primeros mapeos de las aguas del Golfo, de buenas a primeras desapareció.
¿A qué se debe el interés? La magia que encierra ese pequeño trozo de tierra es el resguardo de una enorme riqueza petrolera, y porque establece deslindes marítimos entre Estados Unidos y México, en los denominados “hoyos de dona” del Golfo.
Y con su desaparición, el predominio del país sobre unos 22 mil millones de barriles de crudo del fondo del mar, queda en entredicho por la ambigüedad de tales colindancias, misma que se delimitará posteriormente en negociación entre los dos países.
Ya en 1997 se dijo en la prensa mexicana que compañías petroleras hacían perforaciones en el Golfo de México. Fue entonces cuando al senador panista José Ángel Conchello, que en su momento hizo las denuncias públicas desde la tribuna senatorial, lo dejaron hablando solo. Eran los tiempos de las negociaciones bilaterales sobre dichos linderos.
Si es verdad el balance de investigadores mexicanos sobre el tema, todo parece indicar que el gobierno mexicano cedió ya el usufructo de la enorme riqueza petrolera de esta área a las trasnacionales estadounidenses.
Y lo que pareciera una mera omisión de una parte del Senado de la República, se convierte en una violación a la Constitución, no sólo por la desaparición de esta isla, sino por la autorización a empresas como el bufete jurídico Real State Land, y otras empresas mexicanas, para ofertar entre sus clientes islas y cayos mexicanos como las islas Esmeralda en 136 mil 500 dólares, Platanitos en 3 millones de dólares, Cayo Venado en un millón 500 mil dólares, Cerralvo en 35 millones de dólares; además de Cayo Culebra, Manglar y Tlachichitle.
No puede ser pretexto la pretendida imposibilidad de acceder a los yacimientos de la zona conocida como “hoyos de dona”, por parte de empresas mexicanas –porque las holandeses perforadoras pueden ser contratadas para esos servicios-, la privatización de estos territorios que no devengan beneficio alguno para la nación. El Senado de la República no sólo debe promover cómo se negoció esa parte del subsuelo mexicano, también promover el castigo pertinente por la violación a la Constitución y la puesta sobre la mesa los yacimientos petroleros a las trasnacionales estadounidenses. Es la magia del petróleo.
13/febrero/2009.
lunes, 21 de diciembre de 2009
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