miércoles, 23 de diciembre de 2009

Es la impunidad

La impunidad, se dice ahora, como constante del sistema. Pero no hay catarsis posible sin purga. Y no hay purga sin voluntad política. Y la voluntad política de limpiar el sistema político no existe.
Si el sistema político opera bajo los signos de la corrupción, de la impunidad, del contubernio, el nepotismo, el corporativismo, el autoritarismo, la ilegalidad, etcétera; esas son características que el sistema mexicano se ha ganado a pulso.
Muchas décadas lo avalan. Y han sido los propios actores políticos, los dirigentes partidistas, los hombres más ricos del país —políticos y empresarios—, y los líderes que han sobrevivido al abrigo del poder, los que se han servido del sistema para el enriquecimiento personal ilícito, la permanencia en el poder o cerca de él, y para alimentar la renovación del mismo.
Por eso la reproducción de un sistema político descompuesto, donde también participan los poderes fácticos y hay el famoso reparto de cuotas, el saltimbanqui de los actores que brincan de un espacio de poder a otro, de una secretaría a otra, o de la Cámara al Senado y viceversa, hasta alguna gubernatura, etcétera.
En la reproducción del sistema político existen también las relaciones de la política con actividades ilícitas que generan enormes ganancias. No sólo están los negocios que se hacen al amparo del poder y del dinero, están también aquellos que ocurren a trasluz, o en la penumbra de la ilegalidad que tienen que ver con el narcotráfico y el crimen organizado, la venta de armas, el tráfico de personas, el secuestro, la pornografía, etcétera.
En todas estas actividades participan hombres del poder. Gente de carne y hueso que se sabe impune a la aplicación de la ley, porque además la ley es para los poderosos. Aunque se les juzgue no pagan como se debe, como sí lo hacen los que delinquen en el fuero común. Las cárceles no están llenas de delincuentes mayores, sino al contrario. Mejor salen del encierro los grandes defraudadores, los narcotraficantes se escapan de prisión al grado de aparecer —como El Chapo Guzmán—, en la lista de los hombres ricos del país. El colmo del cinismo. Ese hombre que en su tierra hasta los curas saben en dónde vive menos los del gobierno.
De esa calaña es la familia Salinas, que ahora está en las páginas de los diarios. El descaro con el que descalifica al declarante, al expresidente De la Madrid, no tiene nombre. Carlos Salinas es del tipo de sujeto que se monta en su macho para no bajarse. Pero Salinas es un hombre poderoso, en doble sentido. Tiene muchos de los hilos de la política en el país, no sólo del PRI, y también muchísimo dinero. Nadie sabe cuántos millones acumuló, en tanto fue presidente de México en 1988-2004.
Pero él es de esos hombres que se encargan de reproducir mañosamente los vicios del sistema político. Primero están los intereses económicos personales que el interés de la nación. Al país que se lo lleve el diablo.
La democracia es un discurso. No hay tal más allá de la sorna para la sociedad y los incrédulos. No ganan los candidatos que poseen mejores propuestas en beneficio de las personas, y del pueblo. Triunfan aquellos que tienen los mejores padrinos. Las mejores relaciones políticas. Ganan los candidatos que mejor responden a intereses de los grupos de poder; de los que lo detentan o de los que lo disputan.
Por eso es que el país está controlado por mafias. Los que detentan el poder y no lo sueltan. Los que dictan las normas, las leyes escritas y las no escritas del sistema político, y del presidencialismo. Los que engañan con el garlito de la transición a la democracia. Entre ellos está Carlos Salinas. Por eso a él van dirigidas acusaciones como las de Miguel de la Madrid. A quien ya no tendría por qué dictar órdenes o imponerlas; a sacarlo de la jugada de las elecciones intermedias y de la presidencial del 2012. Porque a estas alturas ya no tendría por qué seguir fungiendo como fiel de la balanza.
Eso explica, en parte, el interés electoral tanto de panistas, pero principalmente de los propios priistas, de restarle influencia con el golpeteo de un antecesor que reniega tarde de su heredero presidencial.
No obstante, las lecturas iniciales del escándalo señalan al PAN. Es verdad que le sirven, pero en ese partido no hay operadores tan astutos para operar un golpe como éste que le han asestado a Salinas. Desde la impunidad del sistema político puede esperarse todo. También de los tiempos electorales. Y lo que falta.

15/mayo/2009.

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