De los dignos de optimismo, a la triste realidad. Ese es el síndrome que padecen los discursos oficiales cuando se topan con la verdad.
Así le pasó al actual presidente Felipe Calderón cuando comenzaron las primeras manifestaciones de crisis de la economía mexicana, sin saber siquiera del impacto y sus consecuencias en el sector productivo y en la sociedad.
Se dijo siempre que el país estaba preparado para enfrentar contingencias, incluso del problema que pudiera representar dicha crisis para el principal mercado del norte, los Estados Unidos, y las posibles secuelas en México.
Pero oh terca realidad que se encarga desmentir al discurso oficial, como se quejan los economistas, cuando las cosas no les cuadran.
Pues resulta que los indicadores a la baja salen publicados en los medios de comunicación todos los días. El reporte sobre el desempleo del 5 por ciento de la PEA, la caída del PIB en 1.6 por ciento, la baja en las exportaciones y en los ingresos por la venta de petróleo en un 54.2 por ciento, la devaluación de peso frente al dólar que brinca los 15 pesos; la caída de las divisas por menos remesas, el derrumbe de las manufacturas y el hundimiento de las exportaciones en 26.8, etcétera.
Así, lo que está pasando con la economía real impacta a la industria, pero destaca la automotriz.
Y el panorama es desolador. Tan sólo en enero de este año la producción decreció un 51 por ciento; se han perdido unas 70 mil fuentes de empleo después del cierre de dos armadoras en el norte del país; la debacle estadounidense afectará porque México no podrá colocar unos siete millones de unidades. Y, por si fuera poco, por la crisis de confianza que hay para el sector, la banca le retiró a la industria un fondeo por tres mil millones de dólares que requiere con urgencia; y las grandes financieras no le han otorgado los créditos con que sí cuenta en otros países.
Situación a la que se agregan otros problemas. Según afirma el presidente de la Asociación Mexicana de la Industria Automotriz (AMIA), Eduardo Solís Sánchez, la debilidad del mercado interno (que por cierto también tiene que ver con la caída del poder adquisitivo de la clase media), está relacionada con la entrada de autos usados a territorio nacional, misma que en los últimos años alcanzó la cifra de 4.3 millones de unidades. Casi todos vehículos chatarra que por el precio de 20 mil pesos con el que ingresan al país, pronto se convierten en una mala inversión por la falta de refacciones.
Eso explica que ante los legisladores, el titular de AMIA proponga la deducibilidad al cien por ciento para autos de más de 350 mil pesos, la eliminación del impuesto sobre automóviles nuevos y la tenencia.
Al mismo tiempo, los demandantes proponen cambios al decreto presidencial para autos usados, situación que beneficia al mercado nacional porque se reactiva y se conservan los cientos de miles de empleos de la industria.
De ese modo, y al igual que los autotransportistas demandan la baja en el precio del diesel, los fabricantes de la industria demandan mesas de trabajo con la participación de los industriales del ramo, las secretarías de Hacienda y Economía, los importadores de autos usados, y las autoridades de los gobiernos locales, estatales y municipales, para analizar la situación y buscar soluciones.
El llamado de atención es con la finalidad de encontrar solución a la crisis más profunda del sector automotriz de los últimos 50 años. Como las barbas del vecino.
25/febrero/2009.
lunes, 21 de diciembre de 2009
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