Trastocamiento de actividades en el país. La parálisis en el sistema educativo se ha hecho extensiva. Los niños de las escuelas en los estados de la República deberán irse a su casa hasta el 6 de mayo, por la amenaza del virus y para evitar el posible contagio. Esa ha sido la medida adoptada —y acertada, por supuesto— por el gobierno de Felipe Calderón, en la operación del nuevo secretario de Educación, Alonso Lujambio.
Cualquier concentración humana es un peligro latente para la propagación de la influenza porcina. Por eso mismo se ha pedido, en el sector laboral, desde la secretaría del Trabajo, encabezada por Javier Lozano, que todo aquel trabajador que muestre alguna sintomatología acuda de inmediato a checarse al médico; sin que por ello los patrones tomen medidas de represalia, incluso en caso de la ausencia. Por lo pronto se suspende la celebración del primero de mayo.
La cancelación de actividades culturales, recreativas, artísticas y de cualquier otro tipo que implique acudir a lugares cerrados, tiene que ver con impedir las condiciones propicias al contagio.
Esto cambia el ritmo de vida de las personas, de los habitantes de las ciudades, especialmente del DF. Calles vacías, restaurantes sin comensales, cines sin cinéfilos, teatros sin espectadores, tiendas sin compradores, oficinas semivacías, y hasta calles poco transitadas.
Ciudad semivacía, las pocas personas que es posible encontrar en la calle traen su cubrebocas. Nadie sabe por qué. Si porque tiene temor al contagio, o porque ya es portador. Simbiosis curiosa del capitalino, sobre el modo rudimentario de buscar protección. Lo mismo ha de ocurrir en otros estados de la República. Pero en el DF, pasa desde hace unos días.
Nadie le ha dicho al ciudadano común la manera de utilizar el curioso tapabocas. Su tiempo de caducidad, si es posible utilizar uno durante todo el día o en qué periodo. Pasa que el uso prolongado del tapabocas puede complicar, más allá de servir de protector. Las bacterias del ambiente son acumulables en el presunto protector. Pero es más una ayuda sicológica, que preventiva, si se ignora el uso eficiente.
Máxime ahora que la Organización Mundial de la Salud (OMS), ha decretado que la pandemia demanda elevar la fase preventiva de tres a cuatro. Eso implica intensificar las acciones de mitigación, como lo informó ayer el secretario de Salud, José Ángel Córdoba Villalobos, en conferencia de prensa con otros integrantes del gabinete del presidente Felipe Calderón. Al mismo tiempo, se dijo que la OMS recomienda no cerrar las fronteras con EU, a la vez que alentar el intercambio de información entre los tres países sobre la infección. Eso garantiza que tampoco haya disminución en el intercambio comercial. Tampoco hay restricciones de otros países para viajar a México. Pero de lo que se trata es de la colaboración para mitigar la propagación del virus.
Pero también, las medidas significan que la amenaza está a punto de convertirse en pandemia. No sólo en México, también en Estados Unidos y Canadá. Del mismo modo nos dice que estamos en el nivel máximo de la epidemia. Es ahora cuando el riesgo de contagio del virus resulta mayor. Es ahora cuando, ciertamente, se deberán tomar todas las medidas posibles para contrarrestar el contagio como medida preventiva. En tanto no exista el patrón de comportamiento del virus, los hombres están expuestos al peligro.
Por eso en el DF ha entrado el Plan DN-III, un plan de emergencia sanitaria donde el Ejército interviene cuando así lo determina el gobierno para el caso de auxiliar a la población. En la labor hormiga de entregar tapabocas en las calles a los transeúntes, los soldados están trabajando.
Pero la ciudadanía sigue en alerta. Es una situación extraordinaria pocas veces vista. El temor al contagio está presente en todos, porque no se sabe bien a bien si se propaga por el saludo o hasta en el aire. Es el trastocamiento de actividades; es un cambio de la vida de muchos hombres, mujeres y niños en el país que padecen un encierro obligatorio. Pero más vale.
27/abril/2009.
lunes, 21 de diciembre de 2009
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