El que esté libre de pecado que tire la primera piedra. Y las más recientes acusaciones entre PRI y PAN, sobre sus posibles nexos con el narcotráfico, responde no únicamente al ambiente de precampaña o preelectoral, sino convierte el asunto en algo sintomáticamente más grave: la corrupción del sistema político.
De por sí los ciudadanos no tienen buena imagen de los partidos, porque en tiempos normales no atienden sus demandas, y sólo son utilizados para el voto por aquello del aparato, y para lanzar candidatos en calendario electoral. Con esto de la posible relación con el narco, lo que hacen los partidos es ensuciar sus propias siglas, a la vez que desatar nudos de corrupción en la que todos incurren; unos más otros menos.
Es verdad que el ambiente preelectoral está atizando los ánimos entre los líderes partidistas, pero también se están tirando proyectiles a la cara. Porque para cualquier ciudadano medianamente informado una cosa es cierta: el narcotráfico no habría crecido en el país sin el solapamiento, o bien de los partidos, de los gobernantes a todos los niveles, o de la corrupción de todos, policías municipales, estatales y/o federales incluidos.
Y si bien es cierto que el PRI es viejo lobo de la política de este país, tampoco el PAN nació ayer y ambos serían corresponsables, en todo caso, del clima de deterioro de la seguridad pública por causa del desbordamiento de las actividades del narcotráfico en el territorio nacional.
La crispación inició como guerra de declaraciones, PRI-gobierno, porque Manlio Fabio Beltrones exigió al presidente, Felipe Calderón, fajarse los pantalones en al menos tres asuntos: el caso Banamex, el de Florence Cassez y el de la refinería de Pemex. Pero el antecedente lo fijó el propio Calderón cuando a un grupo de priistas les reclamó en Los Pinos sus posibles nexos con narcotraficantes. Germán Martínez Cásares acusó al PRI: o está del lado del presidente Calderón o está del lado de personas que tienen vínculos con el cártel de Juárez. Beltrones reviró sobre la irresponsabilidad de Cásares.
También el líder senatorial Gustavo Madero, acusó a Beltrones de ofrecer argumentos estériles y pretextos para enrarecer el ambiente y confundir a la opinión pública. El secretario de Gobernación se sumó a las “inicuas imputaciones” contra el presidente; en tanto el aludido respondió que Calderón debe pensar mejor las cosas, porque no es el momento de incendiar a México en contiendas electoreras.
Dado que los dimes y diretes estaban alcanzando límites insospechados, Gómez Mont trató de cerrar la polémica con términos electoreros: “Las declaraciones de los distintos actores partidarios son responsabilidad exclusiva de los mismos. En materia de política electoral, cada quien es responsable de lo que dice y hace, y al final, la única valoración que realmente importa es la de los ciudadanos”.
Pero Beltrones volvió al ruedo raspando al PAN y al gobierno. Un gobierno responsable no puede deslindarse de su partido político. Debe hacerse acompañar de él para alcanzar los objetivos estratégicos que se plantean en la conducción de país. Lo contrario hablaría de la abdicación de la responsabilidad política del cargo, pues lo peor que puede acontecer es que un presidente gobierne sin decisión y sin partido.
Pero el caso no cerró ahí. En el marco de la Convención Bancaria en Acapulco, Martínez Cázares y Beatriz Paredes protagonizaron el “espectáculo lamentable”. A los señalamientos del panista de los nexos con las drogas, Paredes reclamó que la estrategia de discurso de Cázares es “dañina para la democracia”. Y reviró en acusaciones sobre el crecimiento del narcotráfico en las administraciones federales del PAN, y durante el gobierno de Vicente Fox donde aumentó el crimen organizado.
Jesús Ortega, presidente del PRD, se quedó en la banca viendo pasar las pedradas.
29/marzo/2009.
lunes, 21 de diciembre de 2009
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