jueves, 24 de diciembre de 2009

Cuál proyecto

No hay proyecto de país en México. El actual Presidente de la República, Felipe Calderón Hinojosa, no lo tiene. Y por lo tanto, no está claro el rumbo. Hacia dónde se conduce al país, no se sabe. O más bien sí, pero no hacia la recuperación o el crecimiento, la estabilidad o la democracia plena. Porque el presidencialismo trasnochado sigue en pie. No hay propuesta para resolver los problemas más ingentes, como el de la inseguridad, el empleo y tantos más. La estabilidad social está amenazada, hay crisis de descomposición en este terreno.
La propuesta económica no está clara. Y por lo tanto, la direccionalidad en el terreno de la política tampoco. Bueno, por ejemplo, el tema de la Reforma del Estado quedó en el papel. Ya ni se menciona. Tanto se discute desde el sexenio de Carlos Salinas para acá, que está más que claro el diagnóstico de los problemas y las posibles soluciones también. Pero ni el propio Salinas, Ernesto Zedillo y mucho menos Vicente Fox. El actual Calderón no sabe qué, ni por dónde. No tiene compromiso, o no le interesa.
En la base está el posible acuerdo que sostendría todo el entramado, pero que no se busca por ningún lado. No se propone como se debe: desde alguno de los poderes. Esa suerte de concilio de los políticos. Especie de Pacto de la Moncloa, como el que sacó a España del atolladero y el atraso al que lo llevó la dictadura de Francisco Franco. Pero con el consenso de todos los actores políticos, de los líderes de todos los sectores; de los poderes desde el titular del Ejecutivo para abajo.
A lo más, se arguye, a México le hacen falta las reformas estructurales pendientes. Pero por reformas estructurales se entienden las reformas neoliberales; las de la privatización de empresas. Del achicamiento del Estado.
Y entre los pendientes están la llamada reforma laboral, la reforma política de fondo y la reforma energética (porque no es únicamente la que se presentó recién para Pemex).
Pero ni se mencionan otras como la reforma al sistema de seguridad social, o al sistema de procuración de la justicia. Si con el PRI no se logró un avance durante los últimos dos sexenios —de Salinas y Zedillo—, mucho menos cuando llegó el Partido Acción Nacional. Pareciera que el PAN llegó a apropiarse de todo lo que no pudo antes, en tanto fungió como oposición. El caso de Vicente Fox y Marta Sahagún que se llevaron todo lo que pudieron. Al menos no se aclara todavía a dónde fue a parar el fondo petrolero, porque lo hubo durante la Jauja de precios elevados en el mercado energético.
A Felipe Calderón no le hace ni cosquillas todo el desastre que está causando en el país con su guerra contra el crimen. El ambiente de desgobierno pulula en el país desde que asumió el poder. Para comenzar ejerce un presidencialismo en desarticulación. Ni es el presidente de hace poco más de una década, pero ni es el presidencialismo con nueva cara. Más que reacomodarse o redefinirse, lo ha desvirtuado. El poder se ha desgranado de algún modo.
Y en eso de la política no existen los huecos porque tan pronto aparecen son cubiertos por otros actores. Y lo que el presidencialismo desde Fox a Calderón ha perdido, lo han ganado otros actores, como sucede con el Poder Legislativo, los gobernadores y los poderes fácticos (piénsese en algunos sindicatos, etc.)
Lo más grave sería que una parte del poder se haya filtrado hacia afuera. Que una franja de la toma de decisiones se haya vuelto hacia los poderes del crimen organizado o del narcotráfico. Porque hay lugares, como la narcolista que se dio a conocer ayer en Nuevo León, donde funcionarios de muchos “vuelos” han estado en las nóminas de los narcotraficantes.
En fin, que el reto de todos los actores políticos no es menor. Para salir de la crisis sistémica, es urgente replantearse, pues, el modelo de país. En todos los terrenos: en económico, el político, el de justicia, el de salud, el de seguridad social, el de cultura, el educativo, etcétera.
Le corresponde tomar la decisión al presidente en turno. Pero no lo asume. Al menos en tanto se vive un presidencialismo trasnochado. O al poder legislativo, pero con los consensos máximos. Si no no se avanza. Mucho menos si se excluyen actores importantes como a la propia sociedad organizada. El cambio de rumbo no vendrá de afuera. No hay dialéctica que se desarrolla con factores externos. Ni en un organismo cualquiera, como lo definió Hegel, ni en una sociedad cualquiera.
Es tarea de los actores. Hasta de los medios, el rescatar al país de la descomposición. De lo contrario se nos saldrá de las manos, y entonces sí habrá argumentos para hablar de un Estado fallido en todo el sentido de la palabra. De todos depende que eso no suceda. Incluso a pesar del Presidente en turno. Construir a México es tarea de todos. Un llamado para el Congreso de la Unión a no perderse en minucias o en intereses de partido. Esa división ha contribuido al desorden. Divide y vencerás es un eslogan útil al poder que quiere cambiar para que todo siga igual. El caso es que Calderón no da color y el país va de mal en peor.

24/septiembre/2009.

Desprestigio de PRD

Representar a la izquierda sin aliviar sus penas. Resolver la crisis interna o entrar en una etapa de pulverización. Replantear el proyecto ideológico, será como volver a nacer. Son algunos de los retos que el Partido de la Revolución Democrática tiene enfrente. Y casi está en chino que salgan bien librados.
Los perredistas tienen muchos problemas enquistados. Las corrientes internas son casi irreconciliables; los intereses que cada grupo persigue están bien determinados, y lo vemos en las parcelas de poder que tiene cada uno. Los que tienen el control de algún espacio no lo quieren perder. Sucede con las delegaciones, las jefaturas delegacionales. Cada grupo pelea lo suyo y se protege de los otros, para que no entren en sus espacios. Las 12 delegaciones del DF, por ejemplo, están controladas de ese modo y ningún grupo suelta prenda.
En el poder legislativo sucede lo propio. Las “expresiones” internas defienden posturas distintas. No se nota tanto, pero están presentes en el Congreso. Y hacen sentir sus intereses particulares. Incluso en la propia ALDF, no obstante ser mayoría. Hay rebatingas por las posiciones de tribuna.
Pero lo más grave sucede al interior del propio partido. La corriente de Los Chuchos, Nueva Izquierda, tiene el control de la directiva en la cabeza de Jesús Ortega Martínez, por el dedazo del Tribunal Federal Electoral. Claramente se vio, como se juzgó en su momento en los medios de comunicación, el favoritismo o la intervención del gobierno de Felipe Calderón para tener más un aliado en el PRD —un concertador, como lo es Jesús— que un contrario, como lo sería la dirección del PRD si recae en un simpatizante de Obrador, en Alejandro Encinas Rodríguez.
Las candidaturas, primero, y luego las campañas dividieron por demás al PRD. La intentona de Los Chuchos de arrebatar la mayoría de los candidatos arrojó a El Peje a los brazos del PT, más que de Convergencia. La campaña resultó lo peor para el partido de la “izquierda”. Andrés Manuel llamando al voto por el partido de Alberto Anaya Gutiérrez.
La campaña de AMLO por Iztapalapa, con su llamado a favor de Juanito, el candidato a jefe delegacional por el PT, Guadalupe Acosta Naranjo, fue la sorpresa. Del tamaño de esa sorpresa que dio El Peje en Iztapalapa, de ese tamaño era y sigue siendo el miedo que le tienen Los Chuchos a su popularidad. Al menos es lo que demostró con el triunfo al ganar la demarcación de Iztapalapa para el PT.
El haber arrebatado la delegación poblacional más grande del DF al PRD, y no sólo a Los Chuchos, obligó a un presidente de partido a decir que los que hicieran campaña por otro partido estaban fuera. La referencia era a El Peje. Pero como la autocrítica de Nueva Izquierda no es su fuerte, porque en ningún momento ha admitido Jesús Ortega, hasta ahora, su responsabilidad por la pérdida de tantos municipios en el Estado de México y delegaciones en el propio DF, mejor ya se calló, y se cayó.
No tanto el silencio, como las opiniones de otros perredistas, gobernadores, legisladores y exlíderes —seguramente también muchos presidentes municipales y militantes—, y la propia opinión pública, ha obligado a Jesús admitir que El Peje no puede, ni debe ser expulsado. El efecto sería todavía peor para el mismo Chucho, y para el partido. Esa ha sido la postura del Jefe de Gobierno del DF, Marcelo Ebrard, de los gobernadores de Zacatecas y de Michoacán, Amalia García y Leonel Godoy, respectivamente.
Incluso un crítico de Andrés Manuel, el senador perredista Carlos Navarrete, se ha expresado en el sentido que el PRD no puede solo sin AMLO. Porque el partido es la estructura grupuscular, pero El Peje jala gente; no se sabe cuánta, pero todavía pesa. Y ya le midieron Los Chuchos que si expulsan del partido a Obrador, quedarán peor con los militantes y con los propios simpatizantes.
Así, como perdedor de las pasadas elecciones, más que como triunfador, el PRD de Los Chuchos llegan hoy a Morelia al Consejo Nacional partidista. Es la propuesta por la unidad y el no a las expulsiones; las reflexiones más que los castigos. El precepto del debate que los lleve a “mantener la unidad partidista”, para recuperar presencia con el pueblo al que están defraudando y no votó por ellos en muchos casos.
Así, la urgencia es más del partido que de Obrador, en este concilio de Morelia. N obstante los bandazos de El Peje; su llamar al voto por el PT salinista que controla en todas las cuentas bancarias Alberto Anaya, más que por el PRD que desconcertó más a militantes y simpatizantes. Con este llamado de Obrador, demostró que no le interesan tanto los proyectos de la izquierda como los suyos propios. Pero los perredistas tienen miedo a encararlo. Y no lo harán. Pese a que El Peje ha dicho que o acudirá al Consejo. Porque prefiera estar con Juanito, que con el PRD. Hoy es Juanito, ¿mañana quién? En tanto el PRD no sabe qué. Ni pa´ donde.

23/septiembre/2009.

Regresa Zelaya

El mayor de los riesgos es que con el retorno de Manuel Zelaya Rosales, el Presidente Constitucional de Honduras, se desate la violencia. No por parte de los seguidores del presidente legítimo, cuanto del golpista Roberto Micheletti quien tiene el control de los principales mandos del Ejército.
Micheletti, el presidente de facto quien inicialmente contó con el apoyo del Congreso de su país donde recibió la toma de protesta el día de la orquestación del golpe el 28 de junio, se ganó el repudio generalizado. Tanto los hondureños como la comunidad internacional, rechazaron la forma en la que se expulsó a Zelaya, y la manera bajo la cual intentó legitimarse: reprimiendo a los opositores.
La resistencia que se desató en todas las principales ciudades del país —incluso con las barricadas levantadas en las calles—, porque los ciudadanos han visto con indignación los intentos de legitimación del impostor, fue recibida con las tanquetas de Ejército, chorros de agua y con los gases lacrimógenos de las fuerzas policiacas.
La comunidad internacional se manifestó pronto por la impostura michelettiana. Sólo en los Estados Unidos se urdieron, eso resultó muy claro desde el principio, fuerzas opositoras al golpe; es decir avalaron lo ocurrido en Honduras en pleno siglo XXI. Una parte, porque ni siquiera fue la vertiente oficial precisamente aunque la señora Hillary Clinton —la secretaria de Estado— mostró signos de una posición política ambivalente, y fue la derecha más recalcitrante que milita en las filas republicanas y se identifica como los halcones de Washington.
El mismo presidente estadounidense, Barack Obama, con todo y que haya recibido presiones para apoyar a los de la derecha hondureña que orquestaron el golpe y el derrocamiento de Zelaya, no dio muestras de apoyo. Al contrario, ha hecho llamados a resolver el conflicto, al mismo tiempo que promovido posibles soluciones vía la intervención del presidente de Costa Rica, Oscar Arias.
La propuesta de Arias, sin embargo, dejaba intacta la estructura de los golpistas e incluso los hacía parte integral del gobierno. Si bien señaló la restitución del presidente Manuel Zelaya hasta el fin de su mandato el 27 de enero entrante, también tendría que declarar la total amnistía de los golpistas, la conformación de un gobierno plural desde la firma del acuerdo; así como, lo que más les preocupaba a los hombres de la derecha de Honduras: renunciar a la colocación de la “cuarta urna” en las siguientes elecciones. Aparte de la presencia de las Fuerzas Armadas como garante del siguiente proceso electoral, entre otros de los siete puntos.
Así recién, luego del ingreso inesperado del presidente legítimo a su país al ser albergado en la embajada de Brasil, lugar a donde llegó “desarmado y con su esposa” —y frente al azoro del mismo Micheletti, a quien a partir de ahora se le complica todavía más el escenario político tanto como su presencia en la presidencia ilegítima—, los simpatizantes que quieren el restablecimiento de la legalidad y la legitimidad, corrieron a brindarle protección en este —anteayer— “día de fiesta”. Con todo y la declaración del “toque de queda” con el cierre de los aeropuertos del país por tres días (lunes a martes), lo propio de los gobiernos golpistas del siglo XX que destituyen garantías individuales de la población como la libre circulación, Manuel Zelaya ha convocado a un diálogo nacional.
No se descarta la intentona de Micheletti de detener a Zelaya; de ahí su llamado a Brasil para que no interfiera en la ejecución de la orden judicial vigente en contra de Manuel Zelaya, y que lo entregue a la “autoridad competente”. Pero eso sería el peor error de táctica que generaría mayor violencia. Porque en tanto Zelaya está convocando a un diálogo sin violencia y cara a cara con las partes —apelando a las Fuerzas Armadas como comandante supremo—, Micheletti intentaría un mayor uso de la fuerza.
Por eso, el golpista la tiene complicada: o negocia o reprime. Esa es la disyuntiva para él. Aparte, la iniciativa del diálogo de Zelaya tiene al menos otras dos ventajas: el apoyo internacional junto al repudio mundial a Micheletti, su gabinete y seguidores; y, la promoción de Venezuela ante la 64 Asamblea General de la ONU que se realiza hoy en Nueva York, de una resolución contra el golpe de Estado en Honduras.
Así, el retorno de Manuel Zelaya está en el ojo del huracán mundial. Y la ONU le dará el respaldo de los participantes en la Asamblea. Eso sin lugar a dudas. Del mismo modo que ante el retorno, Hillary ha declarado que “al presidente Zelaya sería oportuno devolverle su puesto”. Entre tanto, el propio Zelaya ha lanzado la consigna de: “patria, restitución o muerte”. De frente a un pueblo que lo apoya y a un usurpador que amenaza con sentarlo a juicio por un delito que la propia Junta michelettiana le creó.
En lo inmediato, lo que ocurra será determinante para el restablecimiento de una democracia en ciernes, como muchas tantas que se ven amenazadas en América Latina por la fuerza de las derechas locales, alentadas desde los EU.

22/septiembre/2009.

Chomsky

De la lingüística: la gramática, la semántica y la sintáctica —o viceversa—, al análisis político. Es la trayectoria de Noam Chomsky. Todo un personaje, es uno de los intelectuales más prestigiados en su país, Estados Unidos, y fuera de él. Reconocido por sus puntos de vista, es un crítico aguerrido del imperio y de su política exterior. No calla ante el impacto del imperialismo en el orbe; ese es su tema permanente de análisis. Su cuantiosa obra —más de 100 libros publicados— y sus puntos de interés así lo demuestran.
Preocupado por el impacto exterior, por los engaños de su país, por las guerras promovidas desde adentro, por las injusticias que genera su actuación, por la intromisión en la vida interna de otros Estados, o el uso de la vía del espionaje o de la contratación de mercenarios. Igualmente por la expansión y apropiación de las riquezas de otros pueblos. Por los artificios de la democracia norteamericana, los intereses que defiende El Tío Sam, las intervenciones directas en la preparación de los golpes de Estado, en asesinatos a cuenta de intereses políticos y económicos, etcétera.
Noam Chomsky comenzó con el estudio desde el periodismo, desenredando el doble lenguaje del poder impreso en los grandes medios de comunicación de EU. Principalmente de la prensa escrita: The New York Times, The Washington Post, y otros más. Desentrañar las mentiras, como mecanismo para desvirtuar y confundir desde el poder vía el uso de los medios de comunicación que trabajan como auténticos monopolios controlados por el Estado; ese es el origen de los puntos de vista de Chomsky, que luego se convierten en crítica directa al corazón del imperio.
Así, su oposición con respecto a las guerras ha sido permanente. No sólo desde que EU perdió la guerra de Vietnam en 1975 (que inició desde 1958) y elevó los costos no sólo para los excombatientes, sino para el consumo de las drogas que se permitió y “socializó” entre los jóvenes como mediada de contención a su rebeldía. “La guerra a las drogas —ha expresado el intelectual estadounidense en entrevista con el diario La Jornada— se inició en Estados Unidos como parte de una ofensiva conservadora contra la revolución cultural y la oposición a la invasión de Vietnam”. Nixon dixit.
Desde ahí, y posteriormente, con la permisibilidad del uso de drogas para soldados arma en mano y en pie de guerra, es que EU se convirtió pronto en el mercado consumidor más grande de estupefacientes del mundo, y el principal importador. Negocio aparte del control mismo de lo que Chomsky llama la revolución cultural, donde los jóvenes de su país han participado clara y abiertamente con el rock y otros instrumentos de protesta.
En México, Noam Chomsky es muy leído y apreciado. El mexicano no puede más que identificarse con los puntos de vista de un crítico del sistema. Y especialmente del sistema norteamericano. De sus tropelías, que son cuantiosas, e impactan también a los mexicanos. Desde la pérdida de territorios antaño mexicanos, pasando por la política exterior cuyo eje fue The Doctrine Monroe, pero desarrollada por John Quincy Adams, de “América para los americanos”; hasta llegar al Plan Mérida que pretende apoderarse del territorio en el sureste mexicano con sus energéticos y cuantiosos recursos naturales como el agua.
Pero sin desdeñar los planes y artificios que ha utilizado EU en contra de América Latina, donde se han orquestado todo tipo de operaciones para derrocar gobiernos democráticos en el siglo XX, mediante golpes de Estado en países como Chile, Panamá, Venezuela, Haití, Paraguay, Perú, Bolivia, Guatemala, Santo Domingo, Brasil, Nicaragua, Trinidad y Tobago, etcétera. Cuba, ni se diga Cuba, donde se trató a todas luces de derrocar a Fidel Castro.
A este y tantos temas más le ha entrado Chomsky con su análisis. Por eso, Latinoamérica, y no sólo México, tiene en Chomsky a un aliado que le dice sus cosas de frente a los gobiernos de su país. Y hay mucho que decirle a los gobiernos del imperio más grande del mundo. Incluso tratándose de las guerras contra el terrorismo. En este caso cabe, además, la suspicacia de que el propio George Bush y los halcones de Washington de la ultraderecha, hayan inventado el pretexto, como ha ocurrido en no pocas ocasiones con la CIA, el FBI y el Pentágono, tratándose de los intereses —que no de los amigos—, de ese país en el exterior.
Y los temas se desbordan. Y los puntos de vista de 100 libros de Noam Chomsky también. No obstante, ahora, y tratándose del último presidente Barack Obama, acierta cuando asegura que el cambio anunciado por este presidente es mera “ilusión”. Porque son las instituciones y no los individuos los que “determinan el rumbo de la política” interior y, consecuentemente, de la exterior. A lo más, dice el analista, Obama representa un giro desde la extrema derecha hacia el centro de la política tradicional.
Porque “las instituciones son muy estables y muy poderosas”. Y Obama es una criatura de quienes financiaron su campaña: “Las instituciones financieras, las energéticas, las empresas (grandes)”. Y los otros poderes, los poderes fácticos, que los hay al igual que en el resto del mundo. Carroñas del imperio. Y EU es el numero uno. En esas anda Noam Chomsky. Por eso es tan bien recibido en México, como en otros países.

21/septiembre/2009.

La incertidumbre y la ficción

El clima de inseguridad e incertidumbre que reina en el país tiene a los mexicanos colgados de un hilo, y en la penumbra de la ingobernabilidad. Si no hace mucho —al menos desde los tiempos del presidente Salinas de Gortari para acá— se decía que la economía estaba prendida de alfileres, ahora ese dicho alcanza la vida de los ciudadanos. Sobrepasó a la economía y alcanzó a todos.
Parece que el destino nos alcanza, o ya nos alcanzó. Las películas del Apocalipsis de la Warner, o las producidas en Hollywood, se quedan cortas ante nuestra realidad. O, como se dice con frecuencia, la realidad está superando a la ficción. Es más, ya la ficción salió de la tierra para hurgar en sitios lejanos, en otros planetas con vidas “paralelas”. A ver hasta dónde llega el hombre con sus ambiciones de explorar más allá, aunque en eso sí la ficción parece insuperable.
Ahora se está haciendo realidad aquello de que, como en Guanajuato y con letras de las canciones de José Alfredo Jiménez, “la vida no vale nada”.
El problema es que el gobierno actual, en lugar de atender los problemas, como este de la inseguridad, pareciera correr en sentido contrario.
Con el garlito del crimen organizado, el presidente actual, Felipe Calderón Hinojosa, sacó al Ejército de sus cuarteles. A nadie le pidió permiso, porque es el Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas, pero la responsabilidad y los costos de esa su “guerra contra el narcotráfico y el crimen organizado” son muy altos. Con nadie compartió esa decisión, no obstante que ha dañado a todos. Su estrategia de combatir el crimen falló. Y sigue la mata dando.
Sin un plan de ataque definido seguirá su derrota. Por eso Calderón se está ganando el calificativo de encaminarse hacia un Estado fallido. Porque muchas de las áreas del territorio nacional parecen tierra de nadie. O mejor dicho, de los criminales que andan sueltos.
Un ejemplo, no se avanza con Estados Unidos, el mercado más grande del mundo en el consumo de la droga, para frenar el consumido. Tampoco hay avances para impedir el flujo de armas por la frontera hacia México, que es monstruoso. Porque ambos son negocios millonarios, entre otras cosas.
No se desarrollan políticas para hurgar en el mercado financiero, ni en los paraísos fiscales, y así contener las operaciones millonarias que maneja el crimen organizado. De hacerse se estaría gestando un ataque frontal a esas bandas, y se estaría minando así su principal fuente de poder. Nada.
Tal parece que, como se ha rumorado siempre, la “guerra contra el narcotráfico” fue sólo el peor ardid de Calderón para legitimarse en el poder, dada la “persecución” de Andrés Manuel López Obrador, El Peje, tras los señalamientos de un triunfo ilegal en el proceso electoral, y los cuestionamientos de su ilegitimidad como Presidente de México.
El caso es que esa guerra está perdida y a la fecha, dadas las cuantiosas pérdidas humanas por semejante decisión, los costos los tendrá que recoger el mismísimo Calderón. Tanto las vidas perdidas, como el descrédito en el que ha metido a las Fuerzas Armadas.
Pero hay zozobra entre la población por tanta violencia y en casi todo el país. Por ello, hasta la gobernabilidad está en riesgo. Más si a esto se agrega el problema interno de la economía en crisis. Y todas sus consecuencias: falta de crecimiento, de empleos. Salarios de hambre, y pobreza extrema. El campo en ruinas. Los negocios que progresan son sólo de los grandes empresarios, nada más. El tema presupuestal 2010 sólo está para resolver el gasto del Estado, pero no las inversiones que arrastren el crecimiento económico y social.
El descontento asoma en las calles. El secuestro no para, al contrario, crece. El asesinato por unos pesos amenaza la vida de los transeúntes a cada paso, y en cualquier ciudad. Como la política social es casi inexistente, no hay garantía de ser atendidos en un hospital en caso de agresión u enfermedad.
Hoy la guerrilla ya no es amenaza frente a la virulencia de las bandas del crimen organizado. La descomposición alcanza al núcleo familiar, y eso impacta en la sociedad entera. Las pantallas de la televisión no instruyen, generan dependientes de programas basura. La educación anda por la calle, con esos dirigentes sindicales y la falta de programas importantes.
No hay proyecto de país, o el Partido Acción Nacional no lo ha mostrado en los nueve años que tiene ocupando la silla del presidencialismo. Calderón es más un presidente de discursos que de soluciones. Trabaja más como un militante de su partido, que de presidente de los mexicanos.
Cuando menos se la espera enseña el cobre y hace proselitismo. Para salir a la calle moviliza toda la guardia presidencial. Es el estigma de la ilegitimidad que carga en los hombros, pero también el de las secuelas de la inseguridad lo que lleva bajo el brazo. En su agenda no está resolver los problemas de la inseguridad, porque ya lo presiona la inestabilidad que reina en el país y conduce al país hacia la ingobernabilidad. Calderolandia se quedó corta. Vivimos escenarios que han superado a la ficción.

20/septiembre/2009.

19 de septiembre

“El recuerdo queda, pero la memoria calla”.

Hoy hace 24 años, el recuerdo y la memoria. El sismo de 8.1 grados en la escala Richter, ocurrido a las 7:19 am sacudió las entrañas de la gran Ciudad de México, la más afectada (porque también hubo daños en Michoacán, epicentro, Guerrero, Colima y Jalisco). Derribó casas y edificios. Pero lo que más dolió: sepultó a miles de personas. Los cálculos conservadores hablaron, tiempo después, de entre 35 y 40 mil almas que perdieron la vida. La autoridad se quedó pasmada, y ni siquiera tuvo el valor de registrar el dato. Y si lo tuvo no lo dio a conocer, a sabiendas que ese era el tamaño de su ineptitud. Un fenómeno natural que delató la ineficacia gubernamental. La réplica del día siguiente, de 7.9 grados Richter, a las 7:38 pm complicó el problema.
Fue al gobierno de Miguel de la Madrid Hurtado, presidente, al que le quedó grande la “silla”; a quien le tocó esconder la cabeza; practicó la política del avestruz, seguido del entonces regente de la ciudad Ramón Aguirre Velázquez. De la Madrid tardó tres días en dirigirse a la nación, y se retrasó otros tantos en emprender acciones de emergencia ante la tragedia.
Un avión de caritas, con ayuda internacional no le permitía el aterrizaje en el AICM, si no ha sido por la intervención de su señora esposa, Paloma Cordero de De la Madrid.
Fue tan vista la pequeñez presidencial como la “renovación moral”, que se quedó en veremos. Al contrario, fue durante ese sexenio que creció la infiltración del narcotráfico en las altas esferas del poder. La muerte de Manuel Buendía fue por claras sospechas de narcotráfico; porque desentrañó posibles implicaciones del gobierno con las mafias.
Ante el tamaño del desastre y la falta de respuesta del gobierno, la sociedad civil volcó a las calles, allanadas por la tragedia para organizar las labores de rescate. De entre los escombros surgió el valor de los individuos. Casa por casa, alguno de los integrantes de familia sacó un pico y una pala; unos guantes y un paliacate, lámparas sordas, medicinas y alimentos enlatados, cobijas, y demás enseres de uso inmediato. Mucha gente puso sus manos para la ayuda de las víctimas. Al menos unas cuatro mil personas fueron arrancadas a los escombros. Todo por la solidaridad de la sociedad civil.
El impacto en el mundo no fue menor: “Desparece México” por un terremoto, cabeceó algún medio internacional (The New York Times). Igual otros cabezales de diarios, de los más alarmistas, en diversas ciudades de otros continentes. Miguel de la Madrid rechazó de inmediato cualquier muestra de ayuda, bajo el argumento que su gobierno tenía todo bajo control.
Luego reculó, cuando le midió a la reacción ciudadana. Comenzó a recibir los enseres procedentes de varias naciones que la ofrecieron. Pero el mayor de los cinismos: mucha de la misma ayuda se perdió en las manos de quienes la recibieron, principalmente los propios empleados del gobierno federal. Nada de esa ayuda le fue entregada a la Cruz Roja. Desaparecieron víveres, ropa, equipos de auxilio, material de primeros auxilios, casas de campaña con capacidad para 50 personas, equipos de sobrevivencia, potabilizadores de agua potable, etcétera.
Es decir, que la ineptitud de la reacción del gobierno llegó a tanto, que meses después muchas de las personas que vieron afectadas sus viviendas vivieron meses y hasta años en las calles, avenidas y camellones, en casas improvisadas. Además de los edificios dañados, como el de Juárez y Nuevo León en Tlatelolco, el hospital Juárez, el hotel Regis, las fábricas de San Antonio Abad (donde murieron las muchas costureras), el hospital General y el Centro Médico, las estructuras destruidas fueron de cerca da 30 mil, y con daños parciales alcanzaron unas 68 mil. Sin mencionar los daños al cableado eléctrico de la ciudad y al sistema de Transporte Colectivo, Metro, con daño en 36 estaciones.
Recuperar la ciudad no fue lucha posterior de meses sino de varios años después. Nada más en materia de vivienda, mucha gente se vio obligada a organizarse en asociaciones civiles con ese fin. El de obtener una vivienda digna porque el gobierno de Miguel de la Madrid desoyó sus necesidades. Lo mismo ocurrió con los gobiernos posteriores, el de Carlos Salinas y el de Ernesto Zedillo.
Con la experiencia de la acción solidaria de la sociedad, surgieron las organizaciones demandantes de vivienda agrupadas en el Movimiento Urbano Popular (MUP). Durante décadas, las asociaciones civiles se encargaron de gestionar —le hicieron el trabajo al gobierno—, y en cierta medida lo siguen haciendo. No obstante que muchas de ellas ya se “oficializaron”; o trabajan en coordinación con el gobierno, como APs o en apoyo a partidos políticos, dada la filiación de las personas demandantes de casas. Muchas de esas organizaciones han dado el sustento y la fuerza política a personajes de la “izquierda” y a partidos como el PT y el PRD. Es decir, se han apropiado de la organización social politizando los frutos de una necesidad elemental de vivienda. Una de las herencias de los sismos del 85. Hoy hace 24 años.

18/septiembre/2009.

Ciudad anegada

En medio del torbellino presupuestal que le echó encima el Presidente Felipe Calderón Hinojosa a los mexicanos, que ha generado tremenda discusión tanto en el poder legislativo como en la propia sociedad pasando por los medios de comunicación, los habitantes del Centro del país padecen con las torrenciales lluvias, la furia del dios mexica Tláloc que se traduce en inundaciones en todo el Valle de México.
Es decir, a la Ciudad de México y algunas zonas aledañas del Estado de México les llueve sobre mojado en esta temporada, misma que aparece con retraso desde no hace poco. Calles, avenidas y colonias enteras se han anegado en los últimos días. Coladeras tapadas, pero sobre todo drenajes con pésimo mantenimiento, han sido parte de los problemas que sufren peatones, automovilistas y casas que se inundan. Personas que han perdido la vida con el desbordamiento de canales y el derrumbe de cerros, un problema presente casi durante cada temporada.
Otros de los elementos causantes de semejantes encharcamientos, son la insuficiente infraestructura de drenaje existente construida por los gobiernos de la ciudad de México, para la salida del agua sobre los cauces construidos y artificiales del Valle, pero también la carencia de estanques suficientes para su captura, retención, depuración y el uso pertinente tanto de parte de los gobierno como de la misma población.
Sin dejar de lado, también, que el crecimiento de la ciudad desbordó sus límites desde los años 40 y 50 del siglo XX, por una falsa planeación urbana mínima, dada la concentración de actividades en la Ciudad de un México. Fruto de un país centralista y sin vocación de crecimiento hacia las zonas rurales.
Más cuando, desde los años 90 que la Ciudad de México se unió prácticamente a la zona conurbada del Edomex, es entonces que crecen sus bordes —porque está claro que ya no hay límites, al menos territoriales cuanto sí de discriminación de quienes viven en “tierra de nadie”— a las pocas zonas del campo que quedan en sus cercanías. Pero no como parte de un proceso de planeación urbanista que haya dado impulso, no desde el centro sino desde todos los puntos posibles de la República; para, en todo caso, dar cabida al crecimiento poblacional y a varias regiones productivas, ya sea industrial-urbano, pero también dispersas territorialmente hablando.
Pero no. El crecimiento de la Ciudad, de la concentración de las actividades productivas y políticas —porque el Distrito Federal es el ombligo, el asiento de los poderes federales, de la burocracia federal porque hasta la Secretaría de Marina está aquí— es y ha sido irracional.
Ese ha sido el caso de la invasión y/o desbordamiento de grandes zonas como el Valle de Chalco, o el crecimiento hacia la zona de Texcoco; de las Pirámides hacia Pachuca. Rumbo a Querétaro y toda la zona poniente del Valle, municipios todos del Edomex.
Incluso la invasión por parte de los grupos de vivienda que han aprovechado y abusaron de la necesidad habitacional desde los sismos de 1985, para apropiarse de amplias zonas de recarga del acuífero. En ese contexto ha crecido la ciudad, descuido aparte, por la parte serrana del sur de la ciudad, que comprende desde la zona de Cuajimalpa, el Cerro del Judío; pasando por San Miguel Topilejo, el rumbo del Cuauhtzin y hasta Milpa Alta. Todo un crecimiento poblacional sin mayor sentido que apropiarse de terrenos vírgenes, no obstante la intención de “proteger” las áreas verdes de la ciudad por parte de los gobierno de la ciudad, pasando por encima de los planes de desarrollo urbano.
Otro de los problemas que generan la falta de recarga del acuífero es el del hundimiento que se complementa con la extracción indiscriminada superior al 70 por ciento agua del Valle para consumo humano. Los pozos para la extracción de agua están distribuidos en toda la ciudad. El hundimiento, a la vez, provoca el rompimiento de los drenajes y las tuberías del agua, agravado por los movimientos sísmicos.
La mala planeación de la ciudad, la concentración de las actividades económicas y políticas, aunada a los malos servicios y pésimo mantenimiento de la infraestructura urbana por parte de los gobiernos —sin importar el color del partido político que gobierne, porque en nueve años el PRD no ha mostrado diferencia alguna con respecto a los gobiernos “regentes” del PRI—, suponen que fenómenos como las lluvias creen “desastres naturales” que se miden más por el tamaño de la destrucción que generan. Y no tanto por el tamaño de los errores de las administraciones locales, por la falta de planeación urbana desde siempre que la ciudad crece y demanda servicios, y por la falsa previsión en eso que llaman la “protección civil”.
El desbordamiento de los cerros en la delegación Magdalena Contreras, la falda de ubicación de la población que vive en los bordes de los otrora grandes ríos, y la falta de construcción de taludes, complica la vida para las personas que se la rifan cada temporada de lluvias so riesgo de perder la vida. Todo por el crecimiento de una ciudad desbordada frente a sus propios límites.

17/septiembre/2009.