miércoles, 23 de diciembre de 2009

Opacidad de AMLO

Nadie sabe dónde quedó la bolita. No pocos se preguntan ahora dónde está todo el vendaval político que acumuló Andrés Manuel López Obrador, en cuanto fue Jefe de Gobierno del Distrito Federal, en buena parte por sus simpatías y otro tanto por los ataques recibidos desde la televisión —y que le engordaron el caldo—, a insistencia del entonces presidente Vicente Fox que intentó desacreditarlo y hasta sacarlo de la contienda por la presidencia bajo el garlito mal planeado del desafuero.
La guerra sucia en su contra, orquestada desde la televisión, que después se supo tuvo como autor intelectual a Carlos Salinas de Gortari y a Federico Döring como el operador que llevó los videos al programa de Brozo, le sacó las grabaciones de Carlos Ahumada en donde se le exhibió a René Bejarano, El señor de las ligas, llenándose las bolsas de dinero. El otrora operador político tanto del PRD como del propio Obrador. Eso que negó cuantas veces pudo el propio AMLO, pero la verdad es que el partido era —desde los meses en que Obrador recibió el apoyo del aparato partidista como aspirante a jefe de gobierno— el mismísimo René.
Tampoco se sabe desde cuándo perdió El Peje la credibilidad alcanzada, durante y después de las elecciones que culminaron el 2 de julio de 2006, cuando compitió por la Coalición Por el Bien de Todos (PRD-PT-Convergencia) para ocupar la silla presidencial contra Felipe Calderón por el Partido Acción Nacional y Roberto Madrazo Pintado por la coalición Alianza por México (PRI-PVEM), y que tal vez incluso ganó, porque el secreto a voces fue que le camuflaron el conteo final en su contra desde el centro de conteo del IFE.
Pues aquellas simpatías que tenía y le ofrecieron en tantas ocasiones los ciudadanos —y no sólo los de la tercera edad a quienes favoreció con el asunto de las pensiones, cuando fue jefe de gobierno del DF— y se vio cuantas veces convocó para llenar la plancha del Zócalo de la Ciudad de México; tiempos en que se erigió como el “presidente legítimo”, en una llamada convención nacional democrática, a la fecha ya se desgastaron.
Y buena parte del apoyo comenzó perdiéndolo desde que cerró la vialidad, con el corredor de protesta por conteo “voto por voto, casilla por casilla”, en el llamado plantón de la resistencia civil, o Zócalo-Reforma, que causó molestias a miles de capitalinos, con esa clara afectación a terceros en las vialidades que impidieron el libre tránsito vehicular y peatonal en la ciudad durante 48 días, con pérdidas calculadas en 450 mdd causadas al sector en el sector de los servicios.
Todavía le valió que se fue a recorrer el país por municipios y comunidades, acompañado de su “gabinete legítimo”, que le siguió atrayendo simpatías. Pero la efectividad del mensaje obradorista se ha ido diluyendo porque han ocurrido varias circunstancias.
Primero: a su partido, el PRD, le ha causado más conflictos internos de los que le ha resuelto Segundo: a sus aliados como Bejarano los ha dejado solos, pese a recibir apoyo, como en su caso durante las campañas en las que ha sido candidato. Tercero: nunca ha presentado un proyecto alternativo de nación, y cuando lo ha delineado no ha sido consecuente. Cuarto: atiende solo bomberazos, como la lucha en contra del aumento de precios a las medicinas y los alimentos. Quinto: queda claro cada vez que El Peje tiene un proyecto político personal, más que uno de nación para cambiar de fondo el estado de cosas.
No obstante la sutileza del discurso de AMLO, más bien parece un rollo que le resulta tan útil al sistema político que tanto denigra, como la aparición y posterior sumisión del EZLN porque el subcomandante Marcos se apagó solo y quedó sin propuestas de fondo.
Por si eso fuera poco. Obrador resulta inconsecuente ahora, hasta con su partido. Le hace más el juego al sistema con sus propuestas de apoyar a otros candidatos —como Clara Brugada para la delegación de Iztapalapa en el DF—, desde la plataforma de un partido salinista como lo es el Partido del Trabajo. Por eso como se dice ahora, Obrador no solo le hace daño a su partido —que no es una pera en dulce; menos bajo la batuta del entreguista de Jesús Ortega—, sino que está perdiendo la congruencia. Pero no la personal.

22/junio/2009.

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