miércoles, 23 de diciembre de 2009

Desprestigio de PRD

Representar a la izquierda sin aliviar sus penas. Resolver la crisis interna o entrar en una etapa de pulverización. Replantear el proyecto ideológico, será como volver a nacer. Son algunos de los retos que el Partido de la Revolución Democrática tiene enfrente. Y casi está en chino que salgan bien librados.
Los perredistas tienen muchos problemas enquistados. Las corrientes internas son casi irreconciliables; los intereses que cada grupo persigue están bien determinados, y lo vemos en las parcelas de poder que tiene cada uno. Los que tienen el control de algún espacio no lo quieren perder. Sucede con las delegaciones, las jefaturas delegacionales. Cada grupo pelea lo suyo y se protege de los otros, para que no entren en sus espacios. Las 12 delegaciones del DF, por ejemplo, están controladas de ese modo y ningún grupo suelta prenda.
En el poder legislativo sucede lo propio. Las “expresiones” internas defienden posturas distintas. No se nota tanto, pero están presentes en el Congreso. Y hacen sentir sus intereses particulares. Incluso en la propia ALDF, no obstante ser mayoría. Hay rebatingas por las posiciones de tribuna.
Pero lo más grave sucede al interior del propio partido. La corriente de Los Chuchos, Nueva Izquierda, tiene el control de la directiva en la cabeza de Jesús Ortega Martínez, por el dedazo del Tribunal Federal Electoral. Claramente se vio, como se juzgó en su momento en los medios de comunicación, el favoritismo o la intervención del gobierno de Felipe Calderón para tener más un aliado en el PRD —un concertador, como lo es Jesús— que un contrario, como lo sería la dirección del PRD si recae en un simpatizante de Obrador, en Alejandro Encinas Rodríguez.
Las candidaturas, primero, y luego las campañas dividieron por demás al PRD. La intentona de Los Chuchos de arrebatar la mayoría de los candidatos arrojó a El Peje a los brazos del PT, más que de Convergencia. La campaña resultó lo peor para el partido de la “izquierda”. Andrés Manuel llamando al voto por el partido de Alberto Anaya Gutiérrez.
La campaña de AMLO por Iztapalapa, con su llamado a favor de Juanito, el candidato a jefe delegacional por el PT, Guadalupe Acosta Naranjo, fue la sorpresa. Del tamaño de esa sorpresa que dio El Peje en Iztapalapa, de ese tamaño era y sigue siendo el miedo que le tienen Los Chuchos a su popularidad. Al menos es lo que demostró con el triunfo al ganar la demarcación de Iztapalapa para el PT.
El haber arrebatado la delegación poblacional más grande del DF al PRD, y no sólo a Los Chuchos, obligó a un presidente de partido a decir que los que hicieran campaña por otro partido estaban fuera. La referencia era a El Peje. Pero como la autocrítica de Nueva Izquierda no es su fuerte, porque en ningún momento ha admitido Jesús Ortega, hasta ahora, su responsabilidad por la pérdida de tantos municipios en el Estado de México y delegaciones en el propio DF, mejor ya se calló, y se cayó.
No tanto el silencio, como las opiniones de otros perredistas, gobernadores, legisladores y exlíderes —seguramente también muchos presidentes municipales y militantes—, y la propia opinión pública, ha obligado a Jesús admitir que El Peje no puede, ni debe ser expulsado. El efecto sería todavía peor para el mismo Chucho, y para el partido. Esa ha sido la postura del Jefe de Gobierno del DF, Marcelo Ebrard, de los gobernadores de Zacatecas y de Michoacán, Amalia García y Leonel Godoy, respectivamente.
Incluso un crítico de Andrés Manuel, el senador perredista Carlos Navarrete, se ha expresado en el sentido que el PRD no puede solo sin AMLO. Porque el partido es la estructura grupuscular, pero El Peje jala gente; no se sabe cuánta, pero todavía pesa. Y ya le midieron Los Chuchos que si expulsan del partido a Obrador, quedarán peor con los militantes y con los propios simpatizantes.
Así, como perdedor de las pasadas elecciones, más que como triunfador, el PRD de Los Chuchos llegan hoy a Morelia al Consejo Nacional partidista. Es la propuesta por la unidad y el no a las expulsiones; las reflexiones más que los castigos. El precepto del debate que los lleve a “mantener la unidad partidista”, para recuperar presencia con el pueblo al que están defraudando y no votó por ellos en muchos casos.
Así, la urgencia es más del partido que de Obrador, en este concilio de Morelia. N obstante los bandazos de El Peje; su llamar al voto por el PT salinista que controla en todas las cuentas bancarias Alberto Anaya, más que por el PRD que desconcertó más a militantes y simpatizantes. Con este llamado de Obrador, demostró que no le interesan tanto los proyectos de la izquierda como los suyos propios. Pero los perredistas tienen miedo a encararlo. Y no lo harán. Pese a que El Peje ha dicho que o acudirá al Consejo. Porque prefiera estar con Juanito, que con el PRD. Hoy es Juanito, ¿mañana quién? En tanto el PRD no sabe qué. Ni pa´ donde.

10/julio/2009.

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