jueves, 24 de diciembre de 2009

EU y el golpista Michelletti

Comienza la sospecha del imperio. Desde el momento en que los Estados Unidos se han hecho los occisos y no impugnan al usurpador del poder en Honduras, Roberto Michelletti — más allá de las palabras de algunos funcionarios como la propia Hillary Clinton—, parecen estar detrás del uso de la fuerza que se aplicó para expulsar de la silla al presidente constitucional, Manuel Zelaya.
Esa es la única razón que explica la valentía del presidente de facto, Michelletti, y el hecho mismo de que tanto el poder legislativo que le dio la estafeta de sustituto, como el sector empresarial y la élite militar, a seguir con la farsa y por la fuerza.
Para nada importa la violación constitucional y la manera violenta por la que se extrajo del país a Zelaya, tan sólo por una convocatoria. Tampoco las protestas de apoyo de los ciudadanos hondureños, ni mucho menos la amenaza continua y el uso de la violencia contra la población. Nada.
Las tropelías de los militares contra las personas que se han manifestado públicamente, así como los paros generalizados y los bloqueos de carreteras y ciudades, tampoco tienen eco alguno entre los sectores que están con Roberto desde el principio, aquel 28 de junio, el día del golpe de Estado contra Zelaya.
No se descarta, por cierto, que Honduras sea el primer espacio donde el nuevo presidente de EU, Barack Obama, esté haciendo sus pinitos como mano controladora del destino de algunos pueblos que amenazan con cierta relativa autonomía.
Se trata de aquellos países cercanos a otros como, por ejemplo, Venezuela que encabeza Hugo Chávez, o Bolivia de Evo Morales, Cuba de Fidel, que son mal vistos por el imperio porque están practicando la osadía de sacudirse en lo posible la dependencia de los condicionamientos económicos, políticos y sociales ejercidos por el imperio y sus organismos financieros. Por eso mismo el ultimátum de Michelletti para que salgan de su país todos los diplomáticos del ALBA (Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América).
Por la guerra de George W. Bush contra el terrorismo que arrastró la muerte en Medio Oriente y Asia Menor, cuyo interés fue apropiarse de los enormes yacimientos de energía —petróleo y gas— y de los plantíos de opio en Afganistán, algunos países se salieron de la órbita imperial.
Pero los intereses de los estadounidenses siguen siendo grandes en el área, como para permitir que más países se unan a la intentona chavista de hacer una revolución bolivariana entre los pueblos oprimidos y explotables para el imperio del norte.
Sólo circunstancias como las descritas, pueden sostener a un presidente golpista que recibe el repudio latinoamericano y de otras partes del mundo, porque recibe el apoyo velado del nuevo gobierno de EU. De ser así, incluso, el mérito no sería tanto del propio Obama sino más bien de Clinton quien solo de muestras de fidelidad a su imperio.
Eso explica también, que ni las condenas de otros países, ni la revuelta popular de los hondureños, sean suficiente presión para deponer a Michelletti. Por ello el fracaso de las negociaciones que encabezó recién el presidente de Costa Rica, Óscar Arias, porque los negociadores del usurpador no aceptaron la posibilidad del retorno de Zelaya. Tampoco la propuesta de crear entre las dos fuerzas un gobierno compartido. Por eso mismo, Arias se declaró incompetente para encontrar una solución pacífica al conflicto.
Por ello también, el valor de los enviados de Michelletti a México, para tratar de dar el golpe de timón y expulsar de la representación diplomática a Rosalinda Bueso, nombrada por el presidente constitucional, Manuel Zelaya y la única que reconoce México.
Pero la intentona golpista de la mano de Michelletti tomó un matiz peligroso para México. Osadía que merece una condena al agravio por parte del presidente mexicano Felipe Calderón, y no únicamente de la canciller Patricia Espinoza.
Fue una comisión de cuatro enviados, encabezado por Rigoberto López, como agregado comercial, quien impidió por dos días —lunes y martes— el ingreso a la embajada a Rosalinda Bueso. También fue otra mujer, la canciller mexicana, quien dio la orden de que se impidiera el paso a los golpistas de Michelletti.
Con las palabras de agradecimiento de la embajadora Bueso, salió a la luz que más que Calderón, ha sido Marcelo Ebrard, el jefe de gobierno del DF, quien ha brindado el mayor apoyo posible a la representación de ese país en México.
Pero la osadía no puede pasar desapercibida. Ni por Calderón ni por los mexicanos. Un orquestador golpista, como lo es Michelletti y la camarilla que lo acompaña, por mucho que tenga el apoyo incondicional de EU —de la mano de Hillary— no vale más que la condena.
En tanto el regreso del presidente constitucional, Manuel Zelaya, a su país se hace por tierra, y responsabiliza al general Romeo Vázquez Velásquez por su vida. Lo menos que puede hacer México es solidarizarse con la institucionalidad que representa Zelaya. A pesar de EU.

23/julio/2009.

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