jueves, 24 de diciembre de 2009

Ted Kennedy

Invariablemente, el apellido Kennedy nos remonta a la figura del presidente John F. Kennedy. Y a la tragedia que acompaña la historia de dicha familia.
Más allá de que igualmente, como se dice, los Kennedy hayan creado un clan familiar, o una de las dinastías más tradicionales en los Estados Unidos, el hecho más relevante y trágico que brinca de inmediato es el del asesinato, el 22 de noviembre de 1963 en Dallas, Texas, del trigésimo quinto presidente de ese país.
Los padres de la familia fueron Joseph P. Kennedy y Rose Fitzgerald. Los integrantes se distinguieron por su liberalismo político, pero igualmente vivieron marcados por la tragedia. Rosemary Kennedy, la hija mayor padecía discapacidad mental. A los 23 años, luego de la práctica de una lobotomía, perdió facultades mentales y vivió refugiada en una residencia para discapacitados el resto de su vida. Muere en 2005. Joseph Kennedy, el mayor de los hermanos, muere a los 29 años en un accidente aéreo sobre el Canal de la Mancha, participando en una misión durante la Segunda Guerra Mundial. Kathleen Kennedy Cavendish, la cuarte hija, muere en un accidente de avión en Francia, a los 28 años.
El Presidente Kennedy, muere asesinado el 2 de noviembre mientras viajaba en una caravana presidencial con su esposa en Dallas, a la edad de 46 años. El senador Edward Moore Ted Kennedy, el más joven de la familia, escapó a la muerte en un accidente aéreo donde murió uno de sus asistentes. El senador Robert Kennedy es asesinado en los Ángeles, a los 42 años, luego de ganar con los demócratas las elecciones primarias presidenciales.
Eunice Mary Kennedy, la quinta de las hermanas, falleció el 11 de agosto pasado, tras un derrame cerebral. Finalmente, el senador Edward M. Kennedy, muere a los 77 años, de un cáncer cerebral.
Haciéndole honor a la tradición familiar y liberal de corazón, el senador vitalicio Ted, era un luchador por los derechos civiles y la igualdad de oportunidades. Le huyó a ser candidato presidencial en su vida, para no seguir la suerte de su hermano John. Pero, durante las últimas cinco décadas, al menos, todas las leyes de importancia que registran derechos civiles, salud, bienestar económico para sus conciudadanos tiene su huella. Eso lo hizo un senador muy querido, respetado y popular de EU.
Durante la campaña reciente del presidente Barack Obama, Edward se involucró y activamente, al grado de ser considerado como el mayor apoyo durante las primarias y la campaña electoral. A la vez que se distinguió como uno de los defensores de la reforma sanitaria que el mismo Obama pretende impulsar durante su gestión. Por eso, al conocerse la noticia del deceso, Obama se mostró consternado. “Michelle y yo —dijo el presidente—, nos quedamos destrozados al conocer esta mañana la muerte de nuestro querido amigo, el senador Ted Kennedy”.
Pero la mayor tragedia de la familia y de la historia de los Estados Unidos, la marcó sin duda el asesinato del presidente John F. Kennedy, por el impacto que causó al interior de ese país, así como en el resto mundo. Y por tratarse de la figura de un Presidente del país que se había erigido como la gran potencia al final de la Segunda Guerra, y avanzaba por la senda de un desarrollo capitalista irrefrenable.
La urgencia de explicar el misterio y la confusión generada tras el crimen, supuso la hipótesis del asesino solitario, que recayó en la persona de Lee Harvey Oswald. Pero pronto, en 1964, la Comisión investigadora Warren, dedujo que Oswald formó parte de un complot para asesinar al Presidente. Durante décadas, las teorías del complot o de la conspiración, ha mencionado a organismos e instituciones como el Sistema de Reserva Federal, la CIA, la Mafia, la KGB, al director de FBI, J, Edgar Hoover; al vicepresidente Lyndon B. Johnson, a Richard Nixon, a Fidel Castro, a George H. W. Bush; a los exiliados cubanos anticastristas, al Ejército y gobierno de los EU.
Pero la posible implicación misma es una maraña de posibilidades que, al final de cuentas, no explican ni los fines ni los intereses que intervinieron en la conspiración ni en los actores intelectuales.
El caso es que se trató de un crimen concertado y bien planeado que le quitó la vida al presidente del país más desarrollado del mundo a principios de la década de los 60. Y cuya falta de esclarecimiento dejó en entredicho no sólo a la justicia de ese país por la ineptitud de aclarar los hechos, sino también a los propios órganos de investigación —involucrados o no—, como la propia CIA y el FBI.
Esa falta de claridad del asesinato Kennedy, quedó como cicatriz de los crímenes políticos para el mundo. De ese modo, EU alentó la siembra de la impunidad y el miedo. Porque ni se aclara el crimen de un presidente, y si eso le ocurre a la máxima autoridad de un país como Estados Unidos, que le espera a los ciudadanos comunes. Ciertamente, después vendría el asesinato de otro hombre sui géneris de ese país, baluarte de la lucha por los derechos civiles, Martin Luther King, en abril de 1968. El asesino James Earl Ray, al igual que Lee Harvey Oswald, no podían haber actuado solos.
Pero la muerte de Edward Ted, al menos, no fue causada por la mano de un asesino, sino por el cáncer.

26/agosto/2009.

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