jueves, 24 de diciembre de 2009

Cuál proyecto

No hay proyecto de país en México. El actual Presidente de la República, Felipe Calderón Hinojosa, no lo tiene. Y por lo tanto, no está claro el rumbo. Hacia dónde se conduce al país, no se sabe. O más bien sí, pero no hacia la recuperación o el crecimiento, la estabilidad o la democracia plena. Porque el presidencialismo trasnochado sigue en pie. No hay propuesta para resolver los problemas más ingentes, como el de la inseguridad, el empleo y tantos más. La estabilidad social está amenazada, hay crisis de descomposición en este terreno.
La propuesta económica no está clara. Y por lo tanto, la direccionalidad en el terreno de la política tampoco. Bueno, por ejemplo, el tema de la Reforma del Estado quedó en el papel. Ya ni se menciona. Tanto se discute desde el sexenio de Carlos Salinas para acá, que está más que claro el diagnóstico de los problemas y las posibles soluciones también. Pero ni el propio Salinas, Ernesto Zedillo y mucho menos Vicente Fox. El actual Calderón no sabe qué, ni por dónde. No tiene compromiso, o no le interesa.
En la base está el posible acuerdo que sostendría todo el entramado, pero que no se busca por ningún lado. No se propone como se debe: desde alguno de los poderes. Esa suerte de concilio de los políticos. Especie de Pacto de la Moncloa, como el que sacó a España del atolladero y el atraso al que lo llevó la dictadura de Francisco Franco. Pero con el consenso de todos los actores políticos, de los líderes de todos los sectores; de los poderes desde el titular del Ejecutivo para abajo.
A lo más, se arguye, a México le hacen falta las reformas estructurales pendientes. Pero por reformas estructurales se entienden las reformas neoliberales; las de la privatización de empresas. Del achicamiento del Estado.
Y entre los pendientes están la llamada reforma laboral, la reforma política de fondo y la reforma energética (porque no es únicamente la que se presentó recién para Pemex).
Pero ni se mencionan otras como la reforma al sistema de seguridad social, o al sistema de procuración de la justicia. Si con el PRI no se logró un avance durante los últimos dos sexenios —de Salinas y Zedillo—, mucho menos cuando llegó el Partido Acción Nacional. Pareciera que el PAN llegó a apropiarse de todo lo que no pudo antes, en tanto fungió como oposición. El caso de Vicente Fox y Marta Sahagún que se llevaron todo lo que pudieron. Al menos no se aclara todavía a dónde fue a parar el fondo petrolero, porque lo hubo durante la Jauja de precios elevados en el mercado energético.
A Felipe Calderón no le hace ni cosquillas todo el desastre que está causando en el país con su guerra contra el crimen. El ambiente de desgobierno pulula en el país desde que asumió el poder. Para comenzar ejerce un presidencialismo en desarticulación. Ni es el presidente de hace poco más de una década, pero ni es el presidencialismo con nueva cara. Más que reacomodarse o redefinirse, lo ha desvirtuado. El poder se ha desgranado de algún modo.
Y en eso de la política no existen los huecos porque tan pronto aparecen son cubiertos por otros actores. Y lo que el presidencialismo desde Fox a Calderón ha perdido, lo han ganado otros actores, como sucede con el Poder Legislativo, los gobernadores y los poderes fácticos (piénsese en algunos sindicatos, etc.)
Lo más grave sería que una parte del poder se haya filtrado hacia afuera. Que una franja de la toma de decisiones se haya vuelto hacia los poderes del crimen organizado o del narcotráfico. Porque hay lugares, como la narcolista que se dio a conocer ayer en Nuevo León, donde funcionarios de muchos “vuelos” han estado en las nóminas de los narcotraficantes.
En fin, que el reto de todos los actores políticos no es menor. Para salir de la crisis sistémica, es urgente replantearse, pues, el modelo de país. En todos los terrenos: en económico, el político, el de justicia, el de salud, el de seguridad social, el de cultura, el educativo, etcétera.
Le corresponde tomar la decisión al presidente en turno. Pero no lo asume. Al menos en tanto se vive un presidencialismo trasnochado. O al poder legislativo, pero con los consensos máximos. Si no no se avanza. Mucho menos si se excluyen actores importantes como a la propia sociedad organizada. El cambio de rumbo no vendrá de afuera. No hay dialéctica que se desarrolla con factores externos. Ni en un organismo cualquiera, como lo definió Hegel, ni en una sociedad cualquiera.
Es tarea de los actores. Hasta de los medios, el rescatar al país de la descomposición. De lo contrario se nos saldrá de las manos, y entonces sí habrá argumentos para hablar de un Estado fallido en todo el sentido de la palabra. De todos depende que eso no suceda. Incluso a pesar del Presidente en turno. Construir a México es tarea de todos. Un llamado para el Congreso de la Unión a no perderse en minucias o en intereses de partido. Esa división ha contribuido al desorden. Divide y vencerás es un eslogan útil al poder que quiere cambiar para que todo siga igual. El caso es que Calderón no da color y el país va de mal en peor.

24/septiembre/2009.

Desprestigio de PRD

Representar a la izquierda sin aliviar sus penas. Resolver la crisis interna o entrar en una etapa de pulverización. Replantear el proyecto ideológico, será como volver a nacer. Son algunos de los retos que el Partido de la Revolución Democrática tiene enfrente. Y casi está en chino que salgan bien librados.
Los perredistas tienen muchos problemas enquistados. Las corrientes internas son casi irreconciliables; los intereses que cada grupo persigue están bien determinados, y lo vemos en las parcelas de poder que tiene cada uno. Los que tienen el control de algún espacio no lo quieren perder. Sucede con las delegaciones, las jefaturas delegacionales. Cada grupo pelea lo suyo y se protege de los otros, para que no entren en sus espacios. Las 12 delegaciones del DF, por ejemplo, están controladas de ese modo y ningún grupo suelta prenda.
En el poder legislativo sucede lo propio. Las “expresiones” internas defienden posturas distintas. No se nota tanto, pero están presentes en el Congreso. Y hacen sentir sus intereses particulares. Incluso en la propia ALDF, no obstante ser mayoría. Hay rebatingas por las posiciones de tribuna.
Pero lo más grave sucede al interior del propio partido. La corriente de Los Chuchos, Nueva Izquierda, tiene el control de la directiva en la cabeza de Jesús Ortega Martínez, por el dedazo del Tribunal Federal Electoral. Claramente se vio, como se juzgó en su momento en los medios de comunicación, el favoritismo o la intervención del gobierno de Felipe Calderón para tener más un aliado en el PRD —un concertador, como lo es Jesús— que un contrario, como lo sería la dirección del PRD si recae en un simpatizante de Obrador, en Alejandro Encinas Rodríguez.
Las candidaturas, primero, y luego las campañas dividieron por demás al PRD. La intentona de Los Chuchos de arrebatar la mayoría de los candidatos arrojó a El Peje a los brazos del PT, más que de Convergencia. La campaña resultó lo peor para el partido de la “izquierda”. Andrés Manuel llamando al voto por el partido de Alberto Anaya Gutiérrez.
La campaña de AMLO por Iztapalapa, con su llamado a favor de Juanito, el candidato a jefe delegacional por el PT, Guadalupe Acosta Naranjo, fue la sorpresa. Del tamaño de esa sorpresa que dio El Peje en Iztapalapa, de ese tamaño era y sigue siendo el miedo que le tienen Los Chuchos a su popularidad. Al menos es lo que demostró con el triunfo al ganar la demarcación de Iztapalapa para el PT.
El haber arrebatado la delegación poblacional más grande del DF al PRD, y no sólo a Los Chuchos, obligó a un presidente de partido a decir que los que hicieran campaña por otro partido estaban fuera. La referencia era a El Peje. Pero como la autocrítica de Nueva Izquierda no es su fuerte, porque en ningún momento ha admitido Jesús Ortega, hasta ahora, su responsabilidad por la pérdida de tantos municipios en el Estado de México y delegaciones en el propio DF, mejor ya se calló, y se cayó.
No tanto el silencio, como las opiniones de otros perredistas, gobernadores, legisladores y exlíderes —seguramente también muchos presidentes municipales y militantes—, y la propia opinión pública, ha obligado a Jesús admitir que El Peje no puede, ni debe ser expulsado. El efecto sería todavía peor para el mismo Chucho, y para el partido. Esa ha sido la postura del Jefe de Gobierno del DF, Marcelo Ebrard, de los gobernadores de Zacatecas y de Michoacán, Amalia García y Leonel Godoy, respectivamente.
Incluso un crítico de Andrés Manuel, el senador perredista Carlos Navarrete, se ha expresado en el sentido que el PRD no puede solo sin AMLO. Porque el partido es la estructura grupuscular, pero El Peje jala gente; no se sabe cuánta, pero todavía pesa. Y ya le midieron Los Chuchos que si expulsan del partido a Obrador, quedarán peor con los militantes y con los propios simpatizantes.
Así, como perdedor de las pasadas elecciones, más que como triunfador, el PRD de Los Chuchos llegan hoy a Morelia al Consejo Nacional partidista. Es la propuesta por la unidad y el no a las expulsiones; las reflexiones más que los castigos. El precepto del debate que los lleve a “mantener la unidad partidista”, para recuperar presencia con el pueblo al que están defraudando y no votó por ellos en muchos casos.
Así, la urgencia es más del partido que de Obrador, en este concilio de Morelia. N obstante los bandazos de El Peje; su llamar al voto por el PT salinista que controla en todas las cuentas bancarias Alberto Anaya, más que por el PRD que desconcertó más a militantes y simpatizantes. Con este llamado de Obrador, demostró que no le interesan tanto los proyectos de la izquierda como los suyos propios. Pero los perredistas tienen miedo a encararlo. Y no lo harán. Pese a que El Peje ha dicho que o acudirá al Consejo. Porque prefiera estar con Juanito, que con el PRD. Hoy es Juanito, ¿mañana quién? En tanto el PRD no sabe qué. Ni pa´ donde.

23/septiembre/2009.

Regresa Zelaya

El mayor de los riesgos es que con el retorno de Manuel Zelaya Rosales, el Presidente Constitucional de Honduras, se desate la violencia. No por parte de los seguidores del presidente legítimo, cuanto del golpista Roberto Micheletti quien tiene el control de los principales mandos del Ejército.
Micheletti, el presidente de facto quien inicialmente contó con el apoyo del Congreso de su país donde recibió la toma de protesta el día de la orquestación del golpe el 28 de junio, se ganó el repudio generalizado. Tanto los hondureños como la comunidad internacional, rechazaron la forma en la que se expulsó a Zelaya, y la manera bajo la cual intentó legitimarse: reprimiendo a los opositores.
La resistencia que se desató en todas las principales ciudades del país —incluso con las barricadas levantadas en las calles—, porque los ciudadanos han visto con indignación los intentos de legitimación del impostor, fue recibida con las tanquetas de Ejército, chorros de agua y con los gases lacrimógenos de las fuerzas policiacas.
La comunidad internacional se manifestó pronto por la impostura michelettiana. Sólo en los Estados Unidos se urdieron, eso resultó muy claro desde el principio, fuerzas opositoras al golpe; es decir avalaron lo ocurrido en Honduras en pleno siglo XXI. Una parte, porque ni siquiera fue la vertiente oficial precisamente aunque la señora Hillary Clinton —la secretaria de Estado— mostró signos de una posición política ambivalente, y fue la derecha más recalcitrante que milita en las filas republicanas y se identifica como los halcones de Washington.
El mismo presidente estadounidense, Barack Obama, con todo y que haya recibido presiones para apoyar a los de la derecha hondureña que orquestaron el golpe y el derrocamiento de Zelaya, no dio muestras de apoyo. Al contrario, ha hecho llamados a resolver el conflicto, al mismo tiempo que promovido posibles soluciones vía la intervención del presidente de Costa Rica, Oscar Arias.
La propuesta de Arias, sin embargo, dejaba intacta la estructura de los golpistas e incluso los hacía parte integral del gobierno. Si bien señaló la restitución del presidente Manuel Zelaya hasta el fin de su mandato el 27 de enero entrante, también tendría que declarar la total amnistía de los golpistas, la conformación de un gobierno plural desde la firma del acuerdo; así como, lo que más les preocupaba a los hombres de la derecha de Honduras: renunciar a la colocación de la “cuarta urna” en las siguientes elecciones. Aparte de la presencia de las Fuerzas Armadas como garante del siguiente proceso electoral, entre otros de los siete puntos.
Así recién, luego del ingreso inesperado del presidente legítimo a su país al ser albergado en la embajada de Brasil, lugar a donde llegó “desarmado y con su esposa” —y frente al azoro del mismo Micheletti, a quien a partir de ahora se le complica todavía más el escenario político tanto como su presencia en la presidencia ilegítima—, los simpatizantes que quieren el restablecimiento de la legalidad y la legitimidad, corrieron a brindarle protección en este —anteayer— “día de fiesta”. Con todo y la declaración del “toque de queda” con el cierre de los aeropuertos del país por tres días (lunes a martes), lo propio de los gobiernos golpistas del siglo XX que destituyen garantías individuales de la población como la libre circulación, Manuel Zelaya ha convocado a un diálogo nacional.
No se descarta la intentona de Micheletti de detener a Zelaya; de ahí su llamado a Brasil para que no interfiera en la ejecución de la orden judicial vigente en contra de Manuel Zelaya, y que lo entregue a la “autoridad competente”. Pero eso sería el peor error de táctica que generaría mayor violencia. Porque en tanto Zelaya está convocando a un diálogo sin violencia y cara a cara con las partes —apelando a las Fuerzas Armadas como comandante supremo—, Micheletti intentaría un mayor uso de la fuerza.
Por eso, el golpista la tiene complicada: o negocia o reprime. Esa es la disyuntiva para él. Aparte, la iniciativa del diálogo de Zelaya tiene al menos otras dos ventajas: el apoyo internacional junto al repudio mundial a Micheletti, su gabinete y seguidores; y, la promoción de Venezuela ante la 64 Asamblea General de la ONU que se realiza hoy en Nueva York, de una resolución contra el golpe de Estado en Honduras.
Así, el retorno de Manuel Zelaya está en el ojo del huracán mundial. Y la ONU le dará el respaldo de los participantes en la Asamblea. Eso sin lugar a dudas. Del mismo modo que ante el retorno, Hillary ha declarado que “al presidente Zelaya sería oportuno devolverle su puesto”. Entre tanto, el propio Zelaya ha lanzado la consigna de: “patria, restitución o muerte”. De frente a un pueblo que lo apoya y a un usurpador que amenaza con sentarlo a juicio por un delito que la propia Junta michelettiana le creó.
En lo inmediato, lo que ocurra será determinante para el restablecimiento de una democracia en ciernes, como muchas tantas que se ven amenazadas en América Latina por la fuerza de las derechas locales, alentadas desde los EU.

22/septiembre/2009.

Chomsky

De la lingüística: la gramática, la semántica y la sintáctica —o viceversa—, al análisis político. Es la trayectoria de Noam Chomsky. Todo un personaje, es uno de los intelectuales más prestigiados en su país, Estados Unidos, y fuera de él. Reconocido por sus puntos de vista, es un crítico aguerrido del imperio y de su política exterior. No calla ante el impacto del imperialismo en el orbe; ese es su tema permanente de análisis. Su cuantiosa obra —más de 100 libros publicados— y sus puntos de interés así lo demuestran.
Preocupado por el impacto exterior, por los engaños de su país, por las guerras promovidas desde adentro, por las injusticias que genera su actuación, por la intromisión en la vida interna de otros Estados, o el uso de la vía del espionaje o de la contratación de mercenarios. Igualmente por la expansión y apropiación de las riquezas de otros pueblos. Por los artificios de la democracia norteamericana, los intereses que defiende El Tío Sam, las intervenciones directas en la preparación de los golpes de Estado, en asesinatos a cuenta de intereses políticos y económicos, etcétera.
Noam Chomsky comenzó con el estudio desde el periodismo, desenredando el doble lenguaje del poder impreso en los grandes medios de comunicación de EU. Principalmente de la prensa escrita: The New York Times, The Washington Post, y otros más. Desentrañar las mentiras, como mecanismo para desvirtuar y confundir desde el poder vía el uso de los medios de comunicación que trabajan como auténticos monopolios controlados por el Estado; ese es el origen de los puntos de vista de Chomsky, que luego se convierten en crítica directa al corazón del imperio.
Así, su oposición con respecto a las guerras ha sido permanente. No sólo desde que EU perdió la guerra de Vietnam en 1975 (que inició desde 1958) y elevó los costos no sólo para los excombatientes, sino para el consumo de las drogas que se permitió y “socializó” entre los jóvenes como mediada de contención a su rebeldía. “La guerra a las drogas —ha expresado el intelectual estadounidense en entrevista con el diario La Jornada— se inició en Estados Unidos como parte de una ofensiva conservadora contra la revolución cultural y la oposición a la invasión de Vietnam”. Nixon dixit.
Desde ahí, y posteriormente, con la permisibilidad del uso de drogas para soldados arma en mano y en pie de guerra, es que EU se convirtió pronto en el mercado consumidor más grande de estupefacientes del mundo, y el principal importador. Negocio aparte del control mismo de lo que Chomsky llama la revolución cultural, donde los jóvenes de su país han participado clara y abiertamente con el rock y otros instrumentos de protesta.
En México, Noam Chomsky es muy leído y apreciado. El mexicano no puede más que identificarse con los puntos de vista de un crítico del sistema. Y especialmente del sistema norteamericano. De sus tropelías, que son cuantiosas, e impactan también a los mexicanos. Desde la pérdida de territorios antaño mexicanos, pasando por la política exterior cuyo eje fue The Doctrine Monroe, pero desarrollada por John Quincy Adams, de “América para los americanos”; hasta llegar al Plan Mérida que pretende apoderarse del territorio en el sureste mexicano con sus energéticos y cuantiosos recursos naturales como el agua.
Pero sin desdeñar los planes y artificios que ha utilizado EU en contra de América Latina, donde se han orquestado todo tipo de operaciones para derrocar gobiernos democráticos en el siglo XX, mediante golpes de Estado en países como Chile, Panamá, Venezuela, Haití, Paraguay, Perú, Bolivia, Guatemala, Santo Domingo, Brasil, Nicaragua, Trinidad y Tobago, etcétera. Cuba, ni se diga Cuba, donde se trató a todas luces de derrocar a Fidel Castro.
A este y tantos temas más le ha entrado Chomsky con su análisis. Por eso, Latinoamérica, y no sólo México, tiene en Chomsky a un aliado que le dice sus cosas de frente a los gobiernos de su país. Y hay mucho que decirle a los gobiernos del imperio más grande del mundo. Incluso tratándose de las guerras contra el terrorismo. En este caso cabe, además, la suspicacia de que el propio George Bush y los halcones de Washington de la ultraderecha, hayan inventado el pretexto, como ha ocurrido en no pocas ocasiones con la CIA, el FBI y el Pentágono, tratándose de los intereses —que no de los amigos—, de ese país en el exterior.
Y los temas se desbordan. Y los puntos de vista de 100 libros de Noam Chomsky también. No obstante, ahora, y tratándose del último presidente Barack Obama, acierta cuando asegura que el cambio anunciado por este presidente es mera “ilusión”. Porque son las instituciones y no los individuos los que “determinan el rumbo de la política” interior y, consecuentemente, de la exterior. A lo más, dice el analista, Obama representa un giro desde la extrema derecha hacia el centro de la política tradicional.
Porque “las instituciones son muy estables y muy poderosas”. Y Obama es una criatura de quienes financiaron su campaña: “Las instituciones financieras, las energéticas, las empresas (grandes)”. Y los otros poderes, los poderes fácticos, que los hay al igual que en el resto del mundo. Carroñas del imperio. Y EU es el numero uno. En esas anda Noam Chomsky. Por eso es tan bien recibido en México, como en otros países.

21/septiembre/2009.

La incertidumbre y la ficción

El clima de inseguridad e incertidumbre que reina en el país tiene a los mexicanos colgados de un hilo, y en la penumbra de la ingobernabilidad. Si no hace mucho —al menos desde los tiempos del presidente Salinas de Gortari para acá— se decía que la economía estaba prendida de alfileres, ahora ese dicho alcanza la vida de los ciudadanos. Sobrepasó a la economía y alcanzó a todos.
Parece que el destino nos alcanza, o ya nos alcanzó. Las películas del Apocalipsis de la Warner, o las producidas en Hollywood, se quedan cortas ante nuestra realidad. O, como se dice con frecuencia, la realidad está superando a la ficción. Es más, ya la ficción salió de la tierra para hurgar en sitios lejanos, en otros planetas con vidas “paralelas”. A ver hasta dónde llega el hombre con sus ambiciones de explorar más allá, aunque en eso sí la ficción parece insuperable.
Ahora se está haciendo realidad aquello de que, como en Guanajuato y con letras de las canciones de José Alfredo Jiménez, “la vida no vale nada”.
El problema es que el gobierno actual, en lugar de atender los problemas, como este de la inseguridad, pareciera correr en sentido contrario.
Con el garlito del crimen organizado, el presidente actual, Felipe Calderón Hinojosa, sacó al Ejército de sus cuarteles. A nadie le pidió permiso, porque es el Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas, pero la responsabilidad y los costos de esa su “guerra contra el narcotráfico y el crimen organizado” son muy altos. Con nadie compartió esa decisión, no obstante que ha dañado a todos. Su estrategia de combatir el crimen falló. Y sigue la mata dando.
Sin un plan de ataque definido seguirá su derrota. Por eso Calderón se está ganando el calificativo de encaminarse hacia un Estado fallido. Porque muchas de las áreas del territorio nacional parecen tierra de nadie. O mejor dicho, de los criminales que andan sueltos.
Un ejemplo, no se avanza con Estados Unidos, el mercado más grande del mundo en el consumo de la droga, para frenar el consumido. Tampoco hay avances para impedir el flujo de armas por la frontera hacia México, que es monstruoso. Porque ambos son negocios millonarios, entre otras cosas.
No se desarrollan políticas para hurgar en el mercado financiero, ni en los paraísos fiscales, y así contener las operaciones millonarias que maneja el crimen organizado. De hacerse se estaría gestando un ataque frontal a esas bandas, y se estaría minando así su principal fuente de poder. Nada.
Tal parece que, como se ha rumorado siempre, la “guerra contra el narcotráfico” fue sólo el peor ardid de Calderón para legitimarse en el poder, dada la “persecución” de Andrés Manuel López Obrador, El Peje, tras los señalamientos de un triunfo ilegal en el proceso electoral, y los cuestionamientos de su ilegitimidad como Presidente de México.
El caso es que esa guerra está perdida y a la fecha, dadas las cuantiosas pérdidas humanas por semejante decisión, los costos los tendrá que recoger el mismísimo Calderón. Tanto las vidas perdidas, como el descrédito en el que ha metido a las Fuerzas Armadas.
Pero hay zozobra entre la población por tanta violencia y en casi todo el país. Por ello, hasta la gobernabilidad está en riesgo. Más si a esto se agrega el problema interno de la economía en crisis. Y todas sus consecuencias: falta de crecimiento, de empleos. Salarios de hambre, y pobreza extrema. El campo en ruinas. Los negocios que progresan son sólo de los grandes empresarios, nada más. El tema presupuestal 2010 sólo está para resolver el gasto del Estado, pero no las inversiones que arrastren el crecimiento económico y social.
El descontento asoma en las calles. El secuestro no para, al contrario, crece. El asesinato por unos pesos amenaza la vida de los transeúntes a cada paso, y en cualquier ciudad. Como la política social es casi inexistente, no hay garantía de ser atendidos en un hospital en caso de agresión u enfermedad.
Hoy la guerrilla ya no es amenaza frente a la virulencia de las bandas del crimen organizado. La descomposición alcanza al núcleo familiar, y eso impacta en la sociedad entera. Las pantallas de la televisión no instruyen, generan dependientes de programas basura. La educación anda por la calle, con esos dirigentes sindicales y la falta de programas importantes.
No hay proyecto de país, o el Partido Acción Nacional no lo ha mostrado en los nueve años que tiene ocupando la silla del presidencialismo. Calderón es más un presidente de discursos que de soluciones. Trabaja más como un militante de su partido, que de presidente de los mexicanos.
Cuando menos se la espera enseña el cobre y hace proselitismo. Para salir a la calle moviliza toda la guardia presidencial. Es el estigma de la ilegitimidad que carga en los hombros, pero también el de las secuelas de la inseguridad lo que lleva bajo el brazo. En su agenda no está resolver los problemas de la inseguridad, porque ya lo presiona la inestabilidad que reina en el país y conduce al país hacia la ingobernabilidad. Calderolandia se quedó corta. Vivimos escenarios que han superado a la ficción.

20/septiembre/2009.

19 de septiembre

“El recuerdo queda, pero la memoria calla”.

Hoy hace 24 años, el recuerdo y la memoria. El sismo de 8.1 grados en la escala Richter, ocurrido a las 7:19 am sacudió las entrañas de la gran Ciudad de México, la más afectada (porque también hubo daños en Michoacán, epicentro, Guerrero, Colima y Jalisco). Derribó casas y edificios. Pero lo que más dolió: sepultó a miles de personas. Los cálculos conservadores hablaron, tiempo después, de entre 35 y 40 mil almas que perdieron la vida. La autoridad se quedó pasmada, y ni siquiera tuvo el valor de registrar el dato. Y si lo tuvo no lo dio a conocer, a sabiendas que ese era el tamaño de su ineptitud. Un fenómeno natural que delató la ineficacia gubernamental. La réplica del día siguiente, de 7.9 grados Richter, a las 7:38 pm complicó el problema.
Fue al gobierno de Miguel de la Madrid Hurtado, presidente, al que le quedó grande la “silla”; a quien le tocó esconder la cabeza; practicó la política del avestruz, seguido del entonces regente de la ciudad Ramón Aguirre Velázquez. De la Madrid tardó tres días en dirigirse a la nación, y se retrasó otros tantos en emprender acciones de emergencia ante la tragedia.
Un avión de caritas, con ayuda internacional no le permitía el aterrizaje en el AICM, si no ha sido por la intervención de su señora esposa, Paloma Cordero de De la Madrid.
Fue tan vista la pequeñez presidencial como la “renovación moral”, que se quedó en veremos. Al contrario, fue durante ese sexenio que creció la infiltración del narcotráfico en las altas esferas del poder. La muerte de Manuel Buendía fue por claras sospechas de narcotráfico; porque desentrañó posibles implicaciones del gobierno con las mafias.
Ante el tamaño del desastre y la falta de respuesta del gobierno, la sociedad civil volcó a las calles, allanadas por la tragedia para organizar las labores de rescate. De entre los escombros surgió el valor de los individuos. Casa por casa, alguno de los integrantes de familia sacó un pico y una pala; unos guantes y un paliacate, lámparas sordas, medicinas y alimentos enlatados, cobijas, y demás enseres de uso inmediato. Mucha gente puso sus manos para la ayuda de las víctimas. Al menos unas cuatro mil personas fueron arrancadas a los escombros. Todo por la solidaridad de la sociedad civil.
El impacto en el mundo no fue menor: “Desparece México” por un terremoto, cabeceó algún medio internacional (The New York Times). Igual otros cabezales de diarios, de los más alarmistas, en diversas ciudades de otros continentes. Miguel de la Madrid rechazó de inmediato cualquier muestra de ayuda, bajo el argumento que su gobierno tenía todo bajo control.
Luego reculó, cuando le midió a la reacción ciudadana. Comenzó a recibir los enseres procedentes de varias naciones que la ofrecieron. Pero el mayor de los cinismos: mucha de la misma ayuda se perdió en las manos de quienes la recibieron, principalmente los propios empleados del gobierno federal. Nada de esa ayuda le fue entregada a la Cruz Roja. Desaparecieron víveres, ropa, equipos de auxilio, material de primeros auxilios, casas de campaña con capacidad para 50 personas, equipos de sobrevivencia, potabilizadores de agua potable, etcétera.
Es decir, que la ineptitud de la reacción del gobierno llegó a tanto, que meses después muchas de las personas que vieron afectadas sus viviendas vivieron meses y hasta años en las calles, avenidas y camellones, en casas improvisadas. Además de los edificios dañados, como el de Juárez y Nuevo León en Tlatelolco, el hospital Juárez, el hotel Regis, las fábricas de San Antonio Abad (donde murieron las muchas costureras), el hospital General y el Centro Médico, las estructuras destruidas fueron de cerca da 30 mil, y con daños parciales alcanzaron unas 68 mil. Sin mencionar los daños al cableado eléctrico de la ciudad y al sistema de Transporte Colectivo, Metro, con daño en 36 estaciones.
Recuperar la ciudad no fue lucha posterior de meses sino de varios años después. Nada más en materia de vivienda, mucha gente se vio obligada a organizarse en asociaciones civiles con ese fin. El de obtener una vivienda digna porque el gobierno de Miguel de la Madrid desoyó sus necesidades. Lo mismo ocurrió con los gobiernos posteriores, el de Carlos Salinas y el de Ernesto Zedillo.
Con la experiencia de la acción solidaria de la sociedad, surgieron las organizaciones demandantes de vivienda agrupadas en el Movimiento Urbano Popular (MUP). Durante décadas, las asociaciones civiles se encargaron de gestionar —le hicieron el trabajo al gobierno—, y en cierta medida lo siguen haciendo. No obstante que muchas de ellas ya se “oficializaron”; o trabajan en coordinación con el gobierno, como APs o en apoyo a partidos políticos, dada la filiación de las personas demandantes de casas. Muchas de esas organizaciones han dado el sustento y la fuerza política a personajes de la “izquierda” y a partidos como el PT y el PRD. Es decir, se han apropiado de la organización social politizando los frutos de una necesidad elemental de vivienda. Una de las herencias de los sismos del 85. Hoy hace 24 años.

18/septiembre/2009.

Ciudad anegada

En medio del torbellino presupuestal que le echó encima el Presidente Felipe Calderón Hinojosa a los mexicanos, que ha generado tremenda discusión tanto en el poder legislativo como en la propia sociedad pasando por los medios de comunicación, los habitantes del Centro del país padecen con las torrenciales lluvias, la furia del dios mexica Tláloc que se traduce en inundaciones en todo el Valle de México.
Es decir, a la Ciudad de México y algunas zonas aledañas del Estado de México les llueve sobre mojado en esta temporada, misma que aparece con retraso desde no hace poco. Calles, avenidas y colonias enteras se han anegado en los últimos días. Coladeras tapadas, pero sobre todo drenajes con pésimo mantenimiento, han sido parte de los problemas que sufren peatones, automovilistas y casas que se inundan. Personas que han perdido la vida con el desbordamiento de canales y el derrumbe de cerros, un problema presente casi durante cada temporada.
Otros de los elementos causantes de semejantes encharcamientos, son la insuficiente infraestructura de drenaje existente construida por los gobiernos de la ciudad de México, para la salida del agua sobre los cauces construidos y artificiales del Valle, pero también la carencia de estanques suficientes para su captura, retención, depuración y el uso pertinente tanto de parte de los gobierno como de la misma población.
Sin dejar de lado, también, que el crecimiento de la ciudad desbordó sus límites desde los años 40 y 50 del siglo XX, por una falsa planeación urbana mínima, dada la concentración de actividades en la Ciudad de un México. Fruto de un país centralista y sin vocación de crecimiento hacia las zonas rurales.
Más cuando, desde los años 90 que la Ciudad de México se unió prácticamente a la zona conurbada del Edomex, es entonces que crecen sus bordes —porque está claro que ya no hay límites, al menos territoriales cuanto sí de discriminación de quienes viven en “tierra de nadie”— a las pocas zonas del campo que quedan en sus cercanías. Pero no como parte de un proceso de planeación urbanista que haya dado impulso, no desde el centro sino desde todos los puntos posibles de la República; para, en todo caso, dar cabida al crecimiento poblacional y a varias regiones productivas, ya sea industrial-urbano, pero también dispersas territorialmente hablando.
Pero no. El crecimiento de la Ciudad, de la concentración de las actividades productivas y políticas —porque el Distrito Federal es el ombligo, el asiento de los poderes federales, de la burocracia federal porque hasta la Secretaría de Marina está aquí— es y ha sido irracional.
Ese ha sido el caso de la invasión y/o desbordamiento de grandes zonas como el Valle de Chalco, o el crecimiento hacia la zona de Texcoco; de las Pirámides hacia Pachuca. Rumbo a Querétaro y toda la zona poniente del Valle, municipios todos del Edomex.
Incluso la invasión por parte de los grupos de vivienda que han aprovechado y abusaron de la necesidad habitacional desde los sismos de 1985, para apropiarse de amplias zonas de recarga del acuífero. En ese contexto ha crecido la ciudad, descuido aparte, por la parte serrana del sur de la ciudad, que comprende desde la zona de Cuajimalpa, el Cerro del Judío; pasando por San Miguel Topilejo, el rumbo del Cuauhtzin y hasta Milpa Alta. Todo un crecimiento poblacional sin mayor sentido que apropiarse de terrenos vírgenes, no obstante la intención de “proteger” las áreas verdes de la ciudad por parte de los gobierno de la ciudad, pasando por encima de los planes de desarrollo urbano.
Otro de los problemas que generan la falta de recarga del acuífero es el del hundimiento que se complementa con la extracción indiscriminada superior al 70 por ciento agua del Valle para consumo humano. Los pozos para la extracción de agua están distribuidos en toda la ciudad. El hundimiento, a la vez, provoca el rompimiento de los drenajes y las tuberías del agua, agravado por los movimientos sísmicos.
La mala planeación de la ciudad, la concentración de las actividades económicas y políticas, aunada a los malos servicios y pésimo mantenimiento de la infraestructura urbana por parte de los gobiernos —sin importar el color del partido político que gobierne, porque en nueve años el PRD no ha mostrado diferencia alguna con respecto a los gobiernos “regentes” del PRI—, suponen que fenómenos como las lluvias creen “desastres naturales” que se miden más por el tamaño de la destrucción que generan. Y no tanto por el tamaño de los errores de las administraciones locales, por la falta de planeación urbana desde siempre que la ciudad crece y demanda servicios, y por la falsa previsión en eso que llaman la “protección civil”.
El desbordamiento de los cerros en la delegación Magdalena Contreras, la falda de ubicación de la población que vive en los bordes de los otrora grandes ríos, y la falta de construcción de taludes, complica la vida para las personas que se la rifan cada temporada de lluvias so riesgo de perder la vida. Todo por el crecimiento de una ciudad desbordada frente a sus propios límites.

17/septiembre/2009.

EU-crisis-México

Colgada de la economía de los Estados Unidos, la de México no ve la luz al final del túnel. Ni siquiera porque el presupuesto de Felipe Calderón para el 2010, que está ahora a discusión en el Congreso de la Unión, arremete duro a los contribuyentes cautivos sin ir a una reforma económica de fondo; es decir, no tiene motor alguno y en todo caso se dejaría llevar por el arrastre del vecino. Y la economía mundial anda por las mismas: mal y de malas. De no ser por los bastiones asiáticos que repuntan bien y bonito (China, India, parte de África y Medio Oriente), el resto es un revoltijo.
Del mismo modo que los analistas y los proyectistas miran vaivenes en el Producto Interno Bruto hacia abajo en la economía mundial, de ese modo no se puede prever lo que ocurra con la economía norteamericana y consecuentemente con la de México. Pero los gobiernos ponen sus fichas sobre la mesa, menos el de México. Algunas de las luces más cercanas, que no las más confiables como es el caso del Fondo Monetario Internacional en voz de su director general, Dominique Strauss-Kahn, diagnostica que a partir de una rectificación de la institución, la economía mundial podría recuperarse un trimestre antes de lo previsto. Esto es, “dado que estamos viviendo el final del túnel pero todavía estamos en crisis”. Y el pronóstico es que la recuperación llegaría en el primer semestre de 2010, pero se adelantaría un trimestre. Y por ese motivo el FMI está revisando al alza dicha proyección de las economías a nivel global. Así, el PIB mundial, con una contracción inicial de 1.3 por ciento en 2009, se prevé alcance el 1.4 porcentual. Y el estimado crecimiento inicial para 2010 de 2.5, se proyecta en un 2.9 por ciento. Leve, pero al fin mejoría global.
Pero como en todo el mundo, en EU el punto está en recuperar el sistema financiero. Así, en EU el presidente Barack Obama propondrá al Congreso una reforma regulatoria “para no volver a las viejas prácticas de riesgo que provocan crisis” (como si se puedan eliminar por decreto). Al mismo tiempo arremetió ayer, en el corazón del sistema financiero, en Wall Street (WS), con motivo de la caída, hace un año (15 de septiembre de 2008), del banco de inversión Lehman Brothers (LB). “La bolsa no puede volver a tomar riesgos sin tener en cuenta las consecuencias”. Y agrega que su país está saliendo de lo peor de la crisis, y baja la necesidad para el gobierno de acudir al rescate del sistema financiero. No obstante es urgente regular los mercados para evitar nuevas debacles económicas. Las tormentas de los últimos dos años se están “despejando”, afirma Obama. “Estamos empezando a retornar a la normalidad”. Discurso que suena más a buenos deseos porque la realidad es más terca y obedece monos a los buenos deseos. Peor si se olvida del rescate financiero.
Porque Obama olvida, o bien no sabe, que fueron precisamente el Tesoro y la Reserva Federal (Fed), quienes habían intervenido para evitar la quiebra de otros bancos y con LB hicieron la excepción. Intervino para que JP Morgan adquiriera Bear Stearns (de WS), al precio de saldo de dos dólares por acción y otorgando un crédito por 30,000 mdd. Diez años antes, la Fed había encerrado a los principales banqueros del WS, y no los dejó salir hasta que adquirieron el 90 por ciento del fondo de alto riesgo LCTM. En ambos casos, la Fed evitó el riesgo de las finanzas, el pánico financiero generalizado. Pero cometió el “gran error” con LB. Que a la quiebra se derribó todo el sistema financiero, hoy hace un año, debacle que tiene a la economía de EU donde está.
De este modo, de acuerdo con los parámetros del FMI y sus recomendaciones, para el 2010 la recuperación de la economía mundial será “gradual” si se atienden algunas medidas que resultan oportunas encaminadas a la estabilización de las condiciones financieras, adecuados sistemas fiscales y, en el caso de los EU, la estabilización del mercado de la vivienda; apoyados con los efectos del abaratamiento de materias primas como los derivados del petróleo. En otras palabras, cualquier retraso en la estabilización financiera profundizará y prolongará la recesión.
No hacer eco del canto de las sirenas, dice el director de la ANCTAD, Supachi Panitchpakdi, quien afirma que los indicios de recuperación provienen de los responsables de la crisis —y así es—del sistema financiero. Porque sigue el desempleo en la economía mundial, las restricciones crediticias, las tasas de interés no benefician a negocios ni consumidores. Elementos que retrasan la recuperación de la economía real: la producción global, el comercio y el consumo.
En México, en cambio, se hace lo menos. No hay propuesta de política económica, ni del manejo de las finanzas públicas, propias para la recuperación económica. Al gobierno de Calderón le preocupa solamente su disponibilidad de recursos. El qué hacer con los dineros para cubrir los compromisos, más no para el impulso de la economía real. Sin programas, sin proyecto, sin más esperanza que cuando la economía mundial, pero sobre todo la de EU, tenga el efecto del arrastre. Al aumentar la actividad económica del vecino del norte, aumentará la demanda de productos y con ello las exportaciones desde México. Por eso la luz que no parece al final del túnel.

14/septiembre/2009.

Ejército, ¿hasta cuándo?

Cuantas veces sea necesario, hay que regresar al asunto de la permanencia de las Fuerzas Armadas en las calles. El Ejército como último recurso, de un Estado que mantiene alguna situación de emergencia, ligada con la inseguridad, cuando existe alguna amenaza de tipo interno, pero sobre todo para atender las que proceden del exterior como las relacionadas con alguna invasión desde algún otro país.
Pero con el gobierno del actual titular del Ejecutivo, Felipe Calderón Hinojosa, las cosas ocurren al revés. Esto es. En ningún momento solicitó opinión o permiso —con todo y que constitucionalmente el Presidente sea el Jefe Máximo de las Fuerzas Armadas del país— al poder legislativo, a la SCJN y mucho menos a la sociedad, para decidir enviar a los soldados a contrarrestar la ofensiva del narcotráfico y del crimen organizado por todo el territorio nacional. En algunos estados del país más, en otros menos.
No tanto fue una determinación unilateral del presidente —y por lo mismo, es el Ejecutivo el principal responsable de las consecuencias que está levantando la presencia del Ejército en las calles, como el referente al número de bajas de dicha institución—, como que se hizo sin realizar por lo menos dos diagnósticos necesarísimos: 1) El del diseño previo de un plan para determinar el mejor mecanismo de ataque (como cualquier Ejército que debe planear, simple y sencillamente, una táctica y una estrategia mínima antes de emprender una ofensiva hacia algún “enemigo”, del tamaño que fuere; pero recuérdese que no hay enemigo pequeño, ni que se pueda subestimar) contra los delincuentes sueltos en las calles de las principales ciudades del país y haciendo de las suyas; 2) La otra, que en ningún instante siquiera el Presidente Calderón se planteó, al menos como posibilidad, la purga o depuración, preparación y capacitación de las corporaciones policiacas, sean municipales o estatales, pero sobre todo las de corte federal, como la Agencia Federal de Investigación (AFI) y la Policía Federal Preventiva (PFP).
No obstante que recientemente la Secretaría de Seguridad Pública (SSP), se autorreformó y creó simplemente a la Policía Federal. Que cuenta con 30 mil elementos repartidos en divisiones de Inteligencia Policial, Antidrogas, Delitos Federales, Seguridad Regional, Servicios Judiciales y Ministeriales, y Fuerzas Federales. Pero es una reforma de estructura y de funciones, de operación pero no de mística laboral y de servicio.

El caso es que el uso (y abuso) de las Fuerzas Armadas es más impactante. Y, por ello, hace más ruido al sacarlo a las calles. Pero por lo mismo es más riesgoso. Y los errores señalados han sido cometidos por el responsable de esta determinación, y es quien levanta —o tiene que levantar— la cosecha y el costo político de tamaña decisión.
En la lectura de su mensaje a la nación, un día después de que el III Informe fuera presentado ante el Congreso de la Unión el 1 de septiembre, el presidente Felipe Calderón dejó entrever la posibilidad de meter al Ejército a sus carteles, pero ahora sus operadores políticos de partido, del propio PAN, están sugiriendo que esa situación debe seguir. Así lo ha expresado, por ejemplo, el presidente de la Comisión de Justicia, Alejandro González Alcocer: “Sabemos que no es la tarea que le corresponde al Ejército, pero hoy tenemos una realidad diferente y era la única alternativa”.
Así, pese al enorme peligro que representan las bandas organizadas que se disputan territorio, trasiego de drogas y mercado, en todo el país, la tarea de enfrentar es de las policías. Es complicado pero es la realidad. Sobre todo porque en esa falta de planeación, y de estrategia para enfrentar el flagelo, ni se ha investigado ni combatido a los policías involucrados en el delito que representan las bandas del crimen.
Tampoco, y mucho menos, a todos aquellos directivos de altos vuelos de las propias corporaciones policiacas, que trabajan con la sospecha del involucramiento bajo el delito de presuntos implicados. Los miles de millones que manejan las propias bandas organizadas, los maletines de dólares de alta denominación que hacen circular entre algunas de las autoridades, obligan a que el flagelo del delito se expanda. Y cuando ocurre lo menos, es decir, que no hay coludidos, también está la mera protección o flujo de información sobre las acciones de las policías que ponen sobre aviso a los delincuentes, ya sea para los operativos de rastreo en bodegas o en transportes, o de cultivo de las plantas y los laboratorios.
Los ríos de sangre que han corrido en varias partes del territorio nacional (tanto delincuentes como militares), hablan de la disputa de los espacios y del mercado, así como de la inacción de las altas autoridades en capacitar a las policías federales y brindarles la oportunidad de hacer su tarea. Eso, sin olvidar que una estrategia integral de combate a los narcos y criminales, pasa por un operativo en contra de las redes del sistema financiero. Fundamental para pegarles en el corazón de sus cuantiosos recursos con que operan tanto para sobornar autoridades de todo tamaño, como para seguir delinquiendo sin demora. La cantaleta de los decomisos se queda corta ante los montones de drogas, de delitos y de dólares que manejan. Entretanto, las Fuerzas armadas, como institución, sigue en entredicho.
Pero la decisión fue del presidente Calderón. Mientras más se tarde en sacar al Ejército de las calles, mayor será el desgaste y el costo político propio de una guerra perdida en sus orígenes. Una acción de gobierno que, a todas luces, anda de cabeza.

13/septiembre/2009.

El 11/S y la derecha de EU

Las triquiñuelas orquestadas desde el 11 de septiembre de 2001 para acá, en los Estados Unidos, fueron como un doloroso parto orquestado por la derecha. Recuérdese el libro de Meyssan Thierry, La terrible impostura. 11 de septiembre de 2001. Y, precisamente, de la derecha más recalcitrante encabezada por los “halcones de Washington”, quienes defienden a capa y espada el interés de sus capitales multinacionales, así como del presidente en turno, George W. Bush. Los atentados a las Torres Gemelas de Manhattan —luego que dejaron atónito a todos con las transmisiones de CNN, y provocó 2,749 víctimas— trajeron cambios violentos y todo un trauma para las sociedades del mundo porque las metieron en la zozobra de la guerra, y se vieron amenazadas por el despliegue del ejército.
Sí, se trata de la movilización de una parte del ejército más poderoso de la tierra que, pronto que tarde, arremetió bombazos a diestra y siniestra contra el grupo de Al Qaeda, encabezado por Osama bin Laden en territorio afgano, antiguo socio de los Bush, pero señalado como el terrorista y principal operador de los avionazos al World Trade Center de Nueva York.
Más pronto que tarde, también los EU se apresuraron a operar una recomposición imperial —mejor dicho, descomposición— de todas las relaciones con los países del “nuevo mundo” globalizado. Todo bajo la hegemonía de los EU, que atacó a los pueblos de Afganistán e Irak, como principales víctimas de tal acoso y reacomodo, en el inter de apoderarse de las fuentes de energía, petróleo y gas —el auténtico pretexto— que todavía mueven al mundo industrial y bajo el ardid ideológico, pero estéril de que el islam es el enemigo a vencer con aquello del “choque de civilizaciones”.
Fue Samuel P. Huntington, el intelectual que con el libro El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial, obra publicada en 1996, aportó elementos para justificar y sostener como base de la confrontación entre dos culturas, la tesis política de la que se colgaron los fundamentalistas de EU para emprender acciones de guerra y de reestructuración del poder mundial con la apropiación de las fuentes de energía de esa parte del Asia Central.
Lo anterior, siguiendo la línea también de Francis Fukuyama sobre El fin de la historia y el último hombre (edición de 1992) porque al fin llegaba el reinado del capitalismo global, ahora que recién habían caído el Muro de Berlín y el socialismo en la antigua URSS, y sus satélites de la Europa oriental. Era, de buenas a primeras, el reinado de la cultura occidental y del libre mercado, como tesis fundamental también del reinado del capitalismo en todo el mundo y, a partir de ya, sin enemigos enfrente que vencer porque los antiguos habían caído por sus propios fueros. “La Historia humana, alegó Fukuyama, con lucha ideológica ha terminado, con el mundo final basado en una democracia liberal que se ha impuesto finalmente tras el fin de la Guerra Fría”.
En tanto que Huntington, por su parte, aportó: “La política mundial está entrando, en una nueva fase en la que la fuente fundamental de conflictos no será ideológica ni económica; las grandes divisiones de la humanidad y las principales fuentes de conflictos serán culturales, entre naciones y grupos de civilizaciones diferentes”.
De ese modo, el precepto cultural dio pauta a justificar la confrontación de los países occidentales contra el islam. En un contexto donde la gran potencia, el imperio de los EU, estaba resintiendo una grave crisis de la energía y donde, al mismo tiempo, los empresarios de la derecha estaban exigiendo resultados inmediatos al gobierno en este sentido (recuérdese la grave crisis energética de California, justamente entre el 2000 y el 2001).
Por cierto que, desde finales de la Segunda Guerra Mundial la poderosa maquinaria militar industrial —o El Pentagonismo sustituto del imperialismo, fase última del capitalismo (siguiendo el término del presidente de República Dominicana, Juan Bosch)— de EU se apresuró a hacer la guerra para alcanzar y ejercer los beneficios privados de los civiles (los ejércitos para eso están), en una práctica común para todos los grandes imperios de la historia mundial, como el mejor recurso para dominar y controlar a pueblos con todo y recursos naturales.
Obligado por la crisis de la energía que se veía venir, los EU optaron por poner en práctica todo ese bagaje ideológico e intelectual justificador de la confronta con los otros países culturalmente diferentes, para emprender la guerra y con ello modificar el escenario político y de las relaciones internacionales en el mundo. La prioridad para los EU, a partir de ahora, era su política de seguridad nacional y del combate al terrorismo. Y todo fue a raíz de los atentados del 11 de septiembre, recién recordados por sus víctimas inocentes. Pero nada más.
No se cuestiona la insaciable ambición de poder y riqueza de los hombres más ricos del país vecino del norte, los amigous de la derecha y titiriteros de presidentes como George W. Bush. No se cuestiona el papel de los orquestadores de esos misteriosos atentados, como en las instalaciones del Pentágono, donde no se encontraron rastros del mentado avión que ahí se estrellara.

11/septiembre/2009.

La derecha contra Obama

El presidente de Estados Unidos (EU), Barack H. Obama, debió extrañar sobremanera al finado Edward Kennedy antier, durante su presentación en el Congreso de su país para presionar por la sonada reforma al sistema de salud que no tiene mucho consenso todavía. Y el senador Kennedy, ya sea con su presencia o con sus propuestas, fungía como bisagra en dos sentidos: como negociador con los republicanos, y elaborando propuestas para el bienestar social de los estadounidenses, sin discriminación alguna de colores, estados ni partidos.
El caso es que para el presidente Obama, la presentación el miércoles ante el Congreso de su país fue especial. Por un lado el sistema de salud está padeciendo el abandono —por lo menos— de los últimos gobiernos republicanos de la familia Bush; por el otro, para Obama es uno de sus compromisos de campaña para los diversos sectores de votantes a quienes alentó por esa vía a conseguir el apoyo.
Lo anterior, sin contar con el hecho de que el partido de los demócratas se ha caracterizado más por suavizar al interior de la sociedad norteamericana, las presiones de los republicanos quienes están rodeados más por los ultraderechistas, quienes durante sus reinados presidenciales van más tras la consecución de sus intereses, tanto internos como externos, que los demócratas. En otras palabras: el bipartidismo de EU funciona porque los demócratas se empeñan en “limpiar” el camino sucio que dejan como estela por su paso los republicanos; tanto para que siga operando el sistema político, como para continuar ejerciendo el poder con plena “legitimidad”. Por eso el equilibrio entre los dos partidos; por ello el consenso de que ambos operan conforme a los intereses de los grandes empresarios, financieros y especuladores de ese país.
No obstante, por mucho que el presidente Obama se está esmerando en la presentación de las ventajas de la reforma al sistema de salud, argumentando que el plan está padeciendo los rezagos de un pasado de abandono, se está topando con las reacciones virulentas de la derecha con representación en el Congreso y que milita con los republicanos.
Obama dijo antier ante los legisladores de su país, que el sistema de salud está a punto de la “ruptura”. De igual manera, aseguró, que la reforma sanitaria “proporcionará más seguridad y estabilidad a aquellos que tienen seguro médico, les dará cobertura a quienes no la tienen y ralentizar el crecimiento de los costos de la salud para nuestras familias, nuestras empresas y nuestro gobierno”. El sistema hará que funcione mejor “para ustedes”, en referencia a los legisladores. Para eso, también, procuró elaborar una propuesta de “consenso” bipartidista.
Y el diagnóstico no es para menos. El punto de ruptura consiste en que la democracia más grande del mundo —como se conciben— no se debe permitir que “millones de sus ciudadanos carezcan de la cobertura médica”, en referencia a los casi 47 millones de estadounidenses que carecen del servicio. Del costo, refirió Obama en defensa de su propuesta, es de unos 900 mil millones de dólares para la siguiente década, mucho menos de lo gastado por los republicanos en las guerras de Irak y Afganistán. Entretanto, el plazo que fija el propio presidente es hasta el mes de octubre para que le pongan un proyecto de ley de salud en las manos. Pero según el Comité de Finanzas del Senado, que está trabajando en la elaboración de una propuesta de ley, tiene hasta el 15 de septiembre para producir una que salga con el apoyo de ambos partidos, el demócrata y el republicano.
Pero en el fondo, el problema es que el presidente Barack Obama está siendo confrontado por la derecha de su país. Están confabulando contra el “negrito afroestadounidense” y su proyecto “socialista” de país, a fin de que no avance e incluso hasta de tratarán de “tronar” su presidencia. Eso explica la oposición a su propuesta de salud porque, y esto lo sabe la derecha recalcitrante que incluye a los “halcones de Washington”, es su programa social más importante.
En tanto la derecha avanza a contracorriente sin importar las consecuencias, Obama le apuesta a imponerse en este tema, porque tiene otros pendientes en los que igual tiene que trabajar para conseguir los apoyos hacia la reelección presidencial.
Pero en el ejercicio de su presidencia, están también otros pendientes para los cuales requiere el apoyo de Congreso. El tema de Irán, con quien propone reunión pero Ahmadineyad es renuente a platicar sobre el interés de Obama: el del arma nuclear posible. Conflicto Israel y Palestina, para las conversaciones de paz vía la ONU, pero tiene la oposición de Netanyahu. Afganistán, bajo la promesa de terminar la guerra en Irak y atender Afganistán, pero la derecha le exige definición. Guantánamo, en Cuba, donde prometió cerrar, pero el Congreso ha condicionado los recursos.
Y lo que arrastra a estadounidenses y al mundo: la recesión. En esta materia, el reto es mayor. Se presume que la recesión ya cede, pero el desempleo sigue al alza. Y el paquete de estímulo de 787 mil millones de dólares, al parecer, se quedó corto.
Así, en tanto no logre el apoyo de los legisladores republicanos, Obama no la tiene fácil para el 2012. De la economía y del plan de salud dependerá su reelección. Mientras tanto lidia, entre el estira y afloja, contra una derecha radical que no lo quiere.

10/septiembre/2009.

Reacciones

Mucho de qué hablar. Eso es lo menos que ha provocado la propuesta de presupuesto presentada ayer ante el Congreso de la Unión por el titular de Hacienda, Agustín Carstens. Pero muchas reacciones en contra, más que a favor, ha despertado la iniciativa de Felipe Calderón para este 2010 que toca a las puertas. El alza generalizada del 2 por ciento al consumo, incluye el impuesto en alimentos y medicinas. Es decir, impuesto para todo.
El garlito del combate a la pobreza ha sido señalado por su inconsistencia. Porque no hay ninguna regla, menos algún candado que garantice que parte de lo recaudado sea aplicable eficientemente a resolver ese lacerante tema.
El problema sigue siendo la falta de seriedad que representa el proyecto, sólo para salir de la urgencia del hoyo presupuestal 2010, más que solucionar asuntos de fondo. Aunque para resolver en serio el problema de la crisis económica y presupuestal del gobierno, no bastará seguir con los mismos preceptos de política económica aplicable hasta ahora. Los de la política neoliberal.
Sería urgente meterse a solucionar los verdaderos lastres presupuestales, herencia del pasado reciente, como los hoyos negros que representan, por ejemplo, el Fobaproa (herencia de Ernesto Zedillo, por allá de la crisis de 1995), los Pidiregas (también de Zedillo), el rescate carretero (de mismo Zedillo) y el rescate azucarero (del flamante presidente del cambio, Vicente Fox); la deuda externa del país (con los alrededor de 60 instrumentos de deuda colocados en el exterior) y el rescate bancario (que se lleva el 67 por ciento del total del presupuesto federal). Hacia allá es hacia donde hay que voltear el análisis, porque representa ese total del 90 porcentual del gasto presupuestal del gobierno; lo que aparece como etiquetado y por eso inamovible.
No se dice nada desde el Congreso de la Unión, o desde el propio gobierno (salvo algunas muy honrosas excepciones, entre los académicos, analistas de los medios y algunos políticos, como el propio Andrés Manuel López Obrador entre cuyos méritos que hay que reconocerle colocar el dedo en la llaga al problema central de este país); pero por qué no se investigan esos desfalcos al presupuesto que sangran las finanzas nacionales, y donde unos cuantos empresarios —¿y políticos?— se llevan el grueso de esos recursos. Así, para la coyuntura actual ya no es únicamente el tema de la deuda externa, que históricamente ha representado un problema por la dependencia de recursos del exterior, es también la apropiación de los grandes montos del ingreso presupuestal que fluyen hasta el bolsillo de unos cuantos ricos de este país.
Pero además, otro tema que igualmente está sobre la mesa de discusión, es que no hay propuestas claras destinadas a resolver el problema del impulso a la economía, del crecimiento de la economía real. Salir de la crisis no es un tema de discusión para el gobierno del presidente Calderón. Como si el asunto fuese sólo impositivo para el paquete económico, para el presupuesto federal.
Eso sin contar con que tampoco es una característica de este gobierno ejercer bien el gasto, por los cuantiosos recursos no aplicados que se reflejan en los elevados montos del no ejercicio presupuestal. Con un agregado importante: el gobierno de Calderón, como otros gobiernos de extracción priista, no rinden cuentas a nadie. Ni a los representantes del poder legislativo, mucho menos a los contribuyentes. Ese es un gran boquete, entre otros, que presentas las leyes de este país, y que ninguna Legislatura ha enfrentado para encontrar soluciones.
Y si no hay preocupación por la economía, tampoco lo hay por todo lo que conlleva solucionar el tema del empleo, de los salarios, el poder adquisitivo, de la pobreza. Y el asunto de la inequidad en la distribución de la riqueza de este país. Al contrario. Como todo gobierno de derecha en el mundo, primero hace todo lo propio para generar a los pobres, y luego entrega las dádivas para solucionarlo.
Entre las cualidades que se mencionan para el paquete de Calderón, se asume que tiene una pisca de voluntad política al proponer un recorte a los salarios de la alta burocracia. Y que está enfrentando un recorte al gasto por la desaparición, o fusión, de algunas dependencias del Estado. Pero bien visto el problema, la medida no conlleva la solución de la problemática que dichas dependencias han enfrentado. En ninguna. Al contrario, será el abandono total. El finiquito a muchos de los problemas que atendían dichas dependencias.
Si, por ejemplo, Economía no resuelve sus asuntos, cómo va a tratar los temas del turismo, al fusionarse con Sectur. Lo mismo con las demás, como la Reforma Agraria, o la Función Pública que se va a Presidencia.
Lo que viene será la discusión de los detalles. Pero los diputados deben retomar el tema de los desfalcos a la nación. El asunto del crecimiento de la economía, y el dificilísimo (para Calderón) proyecto de país que requiere México en lo inmediato. Porque en tanto muchos países avanzan, el nuestro retrocede profundizando el modelo neoliberal.

9/septiembre/2009.

Golpe de timón

Corolario del IV Informe presidencial de Felipe Calderón, los cambios se vinieron en cascada. Precipitadamente, por cierto, y más como golpes espectaculares que como fruto de un plan previo, bien pensado, con dirección y rumbo. Porque la decisión, tanto de cambiar funcionarios de algunas dependencias como de desaparecer y/o fundir otras tantas, se da como medida urgente para el mero ahorro de recursos, que otra finalidad. No hay tal urgencia de combatir la pobreza, acicate del discurso para justificar una toma de decisiones precipitadas y de convencimiento, para que el poder legislativo “apruebe las reformas propuestas”, el decir de Calderón.
La presión de las finanzas públicas fue la causa de dichas medidas; es decir, el boquete de los 300 mil millones de pesos (ahora calculado en 218 mmdp) por la caída de los ingresos petroleros, para el ejercicio presupuestal de 2010, y no tanto por el pobre desempeño de la economía mexicana que muy poco le importa al Presidente y a Acción Nacional. Como tampoco salir de la crisis económica que lacera cada vez el poder adquisitivo de la gente que trabaja con honradez para ganar un salario y mantener a su familia.
Ni ahora ni durante los últimos nueve años, le interesa a Felipe Calderón sacar al país de la postración. Pero eso sí, los gobiernos del PAN no justifican con nada los gastos excesivos en el rubro de servicios, que se traduce en altos salarios de funcionarios empleados de las dependencias. Así como tampoco la falta de ejercicio presupuestal, o los subejercicios en varios de los rubros de la economía y que tanto han impactado a los presupuestos municipales. Amén de los hoyos negros que deja la falta de claridad y carencia de un rendimiento de cuentas efectivo, dado el turbio manejo de los recursos públicos. Como ocurrió con los elevados montos del ingreso que trajo consigo el auge generado por el aumento de los precios del petróleo en los últimos años del sexenio de Vicente Fox.
No importa que en materia económica el país no ate ni desate, y que el responsable sea directamente el propio Calderón, así como el gabinete económico en su conjunto, con Agustín Carstens desde Hacienda y Guillermo Ortiz desde el Banxico, a la cabeza. Porque la conducción económica de este país se rige por los preceptos del librecambio decimonónico, o del llamado mercado libre de la era de la globalización de la década de los 90 del siglo XX y principios del presente. Herencia neoliberal, desde luego, tras la instrumentación que corrió a cargo del presidente Miguel de la Madrid, consolidado por Carlos Salinas y seguido por los dos presidentes posteriores: Ernesto Zedillo y Vicente Fox.
Así, lo que ahora le interesa a Felipe Calderón con estos golpes de timón, no es por cierto que los grandes empresarios que tienen el privilegio —otorgado desde el poder, porque finalmente para ellos se gobierna y son los barones del dinero— de no pagar impuestos o gozar de tremendas exenciones, lo hagan de una vez por todas. No. Lo que le importa al presidente, al igual que a su secretario de Hacienda, Agustín Carstens, es operar lo necesario con el Congreso para que se apruebe la iniciativa presupuestal del 2010, con el efecto de socializar los costos de la crisis.
No hay una propuesta de iniciar la discusión para una reforma fiscal de fondo. Lo que existe es la presión de un paquete presupuestal que el gobierno de Calderón lo hace acompañar de una serie de medidas destinadas al mayor cobro de impuestos, en los tiempos más cortos para su discusión en el Congreso, y en un contexto de sequía —¿provocada artificialmente, porque el algún lugar deben estar los recursos que son fruto del subejercicio presupuestal?— de recursos para un año que está a la vuelta de la esquina.
No de gratis, las primeras reacciones de los especialistas van en el sentido de que las acciones de Calderón son precipitadas —y, decimos en este espacio, a destiempo, porque estamos hablando de la mitad del sexenio— y en los mismos términos neoliberales del reciente y absurdo pasado, donde no se obtienen resultados favorables más que para el sistema financiero y el propio gobierno, cuyos asociados o prestanombres se apropian de los mejores bienes del Estado con la privatización.
Aún la renuncia obligada de los funcionarios de la PGR, Sagarpa y Pemex (cuyas responsabilidades y nulidad de resultados es otro cantar); al igual que los dados a conocer ayer, sobre desaparecer las secretarías de Turismo, la Reforma Agraria y la Función Pública, no tienen sólo la mira de reducir la burocracia, como se argumenta desde el propio Congreso de la Unión por los mismos priistas, es seguir con la línea privatizadora sin realizar una reforma fiscal de fondo por parte del gobierno de Calderón. Por donde se le vea.
Del Congreso dependerá, ahora, si se aprueba como viene el dichoso paquete fiscal. Con impuestos generalizados o no. Con mayor privatización de Pemex o no. A ver si continúan las reformas privatizadoras. O no.

8/septiembre/2009.

Libertad de expresión

El ejercicio periodístico en México es una profesión de alto riesgo. Y lo es, en estos tiempos, tanto por el tipo de información que se difunde en los medios de comunicación impresos o audiovisuales, como por la reacción virulenta que dicha información provoca. Más, y sobre todo, cuando se habla escudriñando la verdad de los hechos o los acontecimientos; o las acciones e implicaciones de uno o de varios personajes.
Por un lado. En un país donde la impunidad es baluarte del ejercicio del poder público, o va acompañada del mismo, las acciones provocan dolo cuando lo que se informa va en sintonía con los hechos porque se constituyen en denuncias públicas o en elementos para la misma. Por eso la respuesta agresiva del implicado —político o empresario—, no tanto porque lo dicho o escrito en el medio sea un invento del reportero, como porque lo expreso le afecte a sus intereses o al prestigio que, se presuma, haya construido con los años.
Pero la verdad es que, siendo una acción derivada de la impunidad, el referente de involucramiento en algún tipo de delito es causa de incomodidad al grado, no pocas veces, de responder con acciones extremas. Esto es práctica común desde los niveles elementales del ejercicio municipal, hasta el nivel más alto de la estructura piramidal del poder presidencial. Desde el poder caciquil bucólico, hasta el operador del picaporte presidencial.
Esta es una vertiente del problema. Pero por otra parte, el asunto tiene que ver con la afectación que el libre ejercicio periodístico tiene contra aquellas actividades ilícitas que se orquestan a la sombra del poder mismo —o bajo su control pero fuera de la legalidad—. Es el caso de la práctica del narcotráfico o del crimen organizado, que se ve afectado por el descubrimiento y descripción de sus acciones que resultan atentatorias de la legalidad y son generadora, a la vez, de problemas de salud entre la población al mismo tiempo que moviliza grandes cantidades de dinero en dólares.
Erigidos en poderes fácticos, bien armados hasta los dientes, los narcotraficantes y todo tipo de delincuentes organizados que ejercen actividades como el robo de órganos, el secuestro, la venta de armas, el robo a casa habitación, robo de autos, el asalto a transeúnte, etcétera, arremeten contra todo lo que se mueve que descubre y/o describe sus acciones fuera de la ley.
Pero el poder que genera la peor reacción en contra del periodista en México, sobre todo durante la última década, es el del narcotráfico y del crimen organizado. Problema que se complica por la impunidad de las autoridades judiciales a la negativa de investigar y castigar a los implicados en asesinatos o desapariciones de periodistas, o por la tolerancia que se imprime y queda deambulando cuando no se ejerce el castigo correspondiente, pese a que las leyes vigentes procuran un marco legal al respecto.
El atropello se alienta por las reacciones virulentas de los hombres del poder establecido, cuando en casos evidentes de violación de derechos humanos y del derecho a la información, se oculta la investigación y desoye a la presión del gremio para el esclarecimiento de los hechos.
En este sentido los ejemplos sobran. Las represalias simplemente en contra de periodistas como Lydia Cacho, por su denuncia documentada en Los jardines del Edén, donde describe los procedimientos e involucramiento de políticos como el gobernador de Puebla, Mario Marín, El Gober Precioso, con José Kamel Nacif, el Rey de la mezclilla y Jean Succar Kuri, en el delicado asunto del tráfico de menores y la pornografía infantil. Y donde se menciona a otros políticos como posibles implicados.
Las denuncias en contra de periodistas como Miguel Ángel Granados Chapa y Alfredo Rivera por el cacique hidalguense Gerardo Sosa. La exprimera dama Marta Sahagún quien llevó ante los tribunales a Olga Wornat y a la propia revista Proceso, por sus revelaciones, es claro ejemplo de violación a la libertad de expresión y del derecho a la información. Denuncia promovida desde el poder presidencial.
Las reacciones atentatorias igualmente en contra de Miguel Badillo, Nancy Flores y Ana Lilia Pérez, por parte de consorcios gaseros y petroleros (Grupo Zeta Gas, de Guadalajara), por el asunto de los millonarios contratos de servicios múltiples operados desde Pemex. El boicot de publicidad desde el gobierno panista en contra de publicaciones como las revistas Forum, Contralínea, Síntesis, La Tijereta, Fortuna y Proceso.
Pero, sobre todo, los asesinatos que se han perpetrado en contra de los periodistas desde los últimos 10 años, más o menos. Es decir, claramente desde la aparición en el escenario del poder presidencial de los gobiernos del PAN. Para muestra un botón. El Presidente Calderón dedica en su IV informe de gobierno, sólo unas 20 líneas, para decir que entre septiembre 2008 y junio 2009 se iniciaron seis averiguaciones previas; y acción penal contra nueve implicados.
Nada se dice de los delitos contra el gremio de 2000 a la fecha: “Se han asesinado a 52 reporteros, hay siete desaparecidos, seis ataques con explosivos a medios de comunicación”. Reportaje en De Nuevo El Día, 6 de septiembre.
En la noche de la impunidad de la política mexicana, quedan pendientes los asesinatos de Manuel Buendía perpetrado en mayo de 1984, y de Héctor Félix Miranda, El Gato Félix, en 1988.
Quedan en el aire las reformas al Artículo 73 de la Constitución, para que los delitos en contra de la libertad de expresión sean investigados, perseguidos y sancionados por autoridades federales. Tanto interés, que la LXI Legislatura de la Cámara de Diputados ha desaparecido la Comisión Especial de Seguimiento a las Agresiones a Periodistas y Medios de Comunicación. Pero una cosa es la tirria del gobierno del PAN, otra del poder legislativo y el seguimiento de las agresiones al gremio.

7/septiembre/2009.

Japón y la alternancia

A mediados de los años 90, cuando todavía en México prevalecía el reinado priista, los japoneses se preguntaban por la idiosincrasia del partido que en México tenía casi las siete décadas en el poder. Cómo es que un solo partido, el PRI, había logrado mantener las riendas del país por tantos años, en muchos de los cuales había consolidado la economía —recuérdese la gloriosa época del desarrollo estabilizador, donde se había crecido a tasas de PIB alrededor del 6 por ciento, y el relativo sorteo de las crisis posteriores de los 80 y 90—, y conservaba una relativa estabilidad política, sabiendo canalizar el descontento (cruenta represión, de por medio, de los movimientos sociales de los años 60, los 70 y los 80, y el asesinato de los líderes de la guerrilla, y las persecuciones, etcétera) de los opositores; es decir a medias.
Esa, sin embargo, era una pregunta importante para los amigos del Japón. Y es que ellos tenían a su Partido Liberal Democrático (PLD) brincando las cuatro décadas de controlar el poder político (había ganado consecutivamente cada cuatro años desde 1955). Y, obviamente, a los políticos nipones les interesaba estudiar el caso del PRI mexicano para descubrir los tejes y manejes del partido y de sus políticos. Y con ello, seguir con la reproducción del sistema político y de control social. No así con una economía que por su importancia, como tal se desempeña como la segunda en importancia después de la de Estados Unidos.
En este renglón, durante más de una década, desde principios de los años 90, los japoneses han padecido una crisis no superable fácilmente. Con tasa 0 de crecimiento durante varios años, han padecido ese fenómeno propio de ellos de la llamada deflación, una baja generalizada de los precios de los bienes y servicios de su economía. Como la inflación pero al revés y de mayores peligros para los empresarios, los comerciantes y consumidores en general. Y sin crecimiento, particularmente de las exportaciones por varios años.
Y lo que le quita el sueño a los nipones es la economía china, que en este 2010 podrá convertirse en la segunda a nivel mundial y quitarle el rating a Japón. Ese es el miedo de los japoneses. Y tal vez se cumpla, porque la economía de los chinos es pujante, pese a los tropiezos de 2008-2009, sigue con tasas elevadas de crecimiento en tanto otras, como la propia economía de los EU, está padeciendo un estancamiento profundo.
Pero los japoneses se cansaron (como se cansaron los mexicanos del PRI en el 2000) de su PLD, y apenas el pasado 30 de agosto lo echaron por la borda después de 55 años de enquiste en el poder. Sí, los votantes le dieron el triunfo al Partido Democrático de Japón (PDJ) cuyo candidato, Yukio Hatoyama —un rico heredero de abolengo como los Kennedy en EU— arrebató al PLD la hegemonía del poder en el Estado del Japón, y el gobierno al hasta ahora primer ministro Taro Aso. Para ellos, y para el mundo también, ese fue un triunfo histórico porque cayó el último partido que subsistía desde la segunda posguerra.
Yukio Hatoyama, un hombre de 62 años, gobernará con la mayoría absoluta de la Cámara de Representantes, tras obtener 308 de escaños, frente a los 119 de su antecesor. El control del senado era un hecho, desde las elecciones realizadas en 2007, donde arrebataron la mayoría a la derecha.
Ahora la tarea del nuevo primer ministro será la de retomar el crecimiento de la economía; un reto grande que le dará, no obstante a los japoneses, la opción de demostrarle a la derecha que se puede lograr mucho con medidas correctivas, distintas a las aplicadas por los opositores de la derecha nipona. Esa derecha de la cual estaban cansados los japoneses, tanto como los mexicanos en su momento de la hegemonía del mismo PRI que duraría 71 años en el poder. En Japón el PLD apenas tenía 55, pero con eso bastó para el hartazgo.
Hatoyama lo describió así: fue el enfado del pueblo japonés, contra el gobierno, y el triunfo fue el fruto del deseo del pueblo de cambiar la política en ese país, más hacia alternativas de centro izquierda. Ahora le toca al nuevo primer ministro cumplir las promesas, como aquello de su programa reformista y populista. Donde propone reducir la burocracia, congelar los impuestos, otorgar ayudas directas a los trabajadores y tener una relación de iguales frente a los EU. Por cierto a Obama le agradó el triunfo, pero a la derecha no. Pero el mayor, tiene que ver con sacar al país de la postración y afrontar el reto que tiene directamente el Japón con la economía china enfrente, pujante y con la intención de alcanzar ese segundo lugar en la economía mundial.
Las elevadas tasas de desempleo se tienen que afrontar de inmediato y el tema de las pensiones, porque la población laboral es cada vez menor a la que requiere seguir disfrutando de una pensión. El tema social, el más castigado por los nipones, es el que arremetió en contra del PLD, de Taro Aso y llevó a Yukio Hatomaya al poder. Faltan los resultados para los siguientes cuatro años. Se acabaron las hegemonías partidistas del siglo XX. Luego vendrán las alternancias, en Japón, en México.

6/septiembre/2009.

Reacción contra Chávez

La ola de protestas a que han convocado jóvenes colombianos vía el Facebook, tiene su origen en la manipulación orquestada por la derecha internacional, pero especialmente desde los Estados Unidos. La visión maniquea de dividir al mundo entre chavistas y no chavistas, pronto acarreó seguidores y vía internet se propagó la noticia de acudir a las calles a manifestarse en contra de la “dictadura bolivariana” de Chávez, el presidente de Venezuela.
La reacción de los venezolanos, que incluye al propio Hugo Chávez, va en el sentido que tal estrategia tiene su origen en la derecha norteamericana, que protesta y repudia tanto la presencia de Chávez en el poder en Venezuela como su permanencia en el poder.
Por la idea de utilizar a jóvenes de Colombia para que fueran los principales agitadores y convocantes a una protesta que ha prendido no sólo en ese país sino igualmente en Chile u otros de Latinoamérica, está claro, va en el sentido de utilizarlos para abultar el conflicto entre ambos países y justificar de ese modo el crecimiento de bases de EU en el país sudamericano.
Aparte, la revolución bolivariana le ha traído a Chávez muchos enemigos. Tantos como le trajo en su momento a Salvador Allende el intento de instrumentar cambios con sentido socialista en Chile, que sería contenido con su asesinato y por la vía cruenta de la represión popular por el general Augusto Pinochet.
No obstante el mismo presidente venezolano ha emprendido acciones que atentan contra los intereses monopólicos de su propio país, pero de rozón afecta también a los intereses de los gringos. Para los EU el régimen de Hugo Chávez es tan mal visto en Sudamérica como en su momento lo fue la revolución, primero, y el posterior gobierno de Fidel Castro en Cuba.
Pero además de la afectación de intereses porque Chávez le está minando los negocios a las empresas de los EU, el ejemplo chavista prolifera en la región. Los seguidores que tiene Chávez en el continente, con todo y que se trata de gobiernos ocupados en responder a los intereses de sus pueblos y contrarrestar la tremenda influencia y control que ejercen los EU vía los organismos financieros internacionales, representan por lo mismo un peligro para los fines imperiales.
Pero el mismo Hugo Chávez ha emprendido acciones cuya utilidad pública no ha sabido difundir y en el mundo aparentan ser medidas de corte autoritario, con todo y que en el fondo sean acciones de utilidad pública, como decimos en México. Pero el imperio las vende en todos sus medios de comunicación controlados desde el ombligo propio del imperio y sus ramificaciones en los países del mundo, como medidas de un presidente autoritario que representa una amenaza para los fines del respeto a la iniciativa privada. O del mercado libre que requieren sus empresas para la apropiación de las reservas de energía vía el control de los recursos naturales.
Pero está claro que el modelo neoliberal instrumentado en Latinoamérica durante los 80 y 90, años aciagos del impacto del libre mercado, de las privatizaciones de empresas públicas —o achicamiento del Estado—, de las desregulaciones; medidas de política económica que trajeron consigo los controles salariales de los trabajadores y las restricciones monetarias, pese a las elevadas tasas inflacionarias, lo único que demostró fue el empobrecimiento de la población. Y desde entonces, salvo algunas excepciones donde tales medidas de mercado libre se han equilibrado de cierta manera como sucede en Chile (con todo y tratarse de gobiernos emanados de la derecha), en todo el continente lo que demostraron fue su inoperatividad.
Empobrecimiento, pauperización, depredación del campo y de las reservas naturales, y con ello pobreza generalizada e indigencia en las ciudades. La casi desaparición de la clase media que se ha corrido hacia los límites de la pobreza, le ampliación de la banda de la pobreza extrema. Estas son algunas de las consecuencias que ha dejado como lastre la instrumentación del modelo neoliberal a ultranza.
Sin decirlo a todas voces, y sin arremeter clara y frontalmente en contra de estas políticas, Hugo Chávez está caminando en este sentido. Y es que para contrarrestar estas secuelas, en un continente donde fielmente se siguieron a pie juntillas las privatizaciones de modelo neoliberal, se requieren políticas firmes pero libres del candado de los EU. Libres de las políticas de los organismos financieros, como el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), lo que tampoco resulta tan fácil.
La crisis de la deuda en Argentina de 1999-2000, cuando EU los dejó a su suerte, fue ejemplo claro de que al FMI no le interesan los países. Pese a la crisis política que se suscitó con la renuncia Fernando de la Rúa, y el planteamiento del pago pospuesto de los vencimientos de deuda, la negativa a refrendar un préstamo para cubrir obligó al famoso “corralito”. Pero Argentina salió de su problema financiero sin la ayuda de sus acreedores. En pequeño, y a modo de ejemplo, en Latinoamérica el problema es de magnitudes.
Y Chávez hace lo propio por su pueblo. Y se solidariza con la región. Eso le inquieta a EU. Por eso quiere poner más bases en Colombia, para tenerlo frente a frente. Es el fondo del complot.

4/septiembre/2009.

Presidente a medias

A estas alturas del sexenio, lo poco o mucho que ocurra hacia adelante tendrá que pasar por el consenso previo entre todos los actores políticos y con el aval de los partidos políticos. Sobre todo los representados en el Congreso de la Unión; el Senado y la Cámara de Diputados. Más esta última que por la pluralidad que la conforma representa intereses múltiples.
Pero para arrancar bien, el Presidente Felipe Calderón Hinojosa tendría que expulsar a varios de los secretarios de Estado, aquellos que no han dado los resultados esperados y que tampoco los darán si se quedan hacia el final del sexenio.
No partir de cero, pero casi sí. Con todo y la renuencia que caracteriza al PAN para cambiar a sus correligionarios, es a Calderón a quien le compete hace los cambios de gabinete. Y el asunto es muy sencillo. Si Calderón no retoma el rumbo del país a estas alturas, no obstante la premura de los tiempos, logrará lo menos. Quedará como el otro presidente frustrado del PAN, Vicente Fox Quesada, a quien la parálisis y el mero discurso arrastraron al país a la postración y a la inercia de foxilandia. Calderón corre el riesgo de quedar en el país de calderolandia. Porque los objetivos no se logran con discursos ni desdeñando a la realidad.
A Calderón no le queda de otra —si es que pretende conseguir lo menos hasta el fin de su reinado sexenal— que correr funcionarios. Si quiere con el pretexto de fusionar secretarías, como lo ha dicho después del otro informe ante las cámaras de la televisión allá en el Palacio Nacional. Si quiere operando enroques, pero en aquellas dependencias donde el país no tiene resultados hasta esta mitad del sexenio, no hay de otra.
En las dependencias encargadas de la seguridad y la justicia. Porque la inseguridad se ha apoderado de las calles y ninguna de las policías está operando algo ni con golpes de timón —menos con una política planeada desde arriba para contrarrestar los impactos de las bandas del narcotráfico y el crimen organizado— para contener las agresiones que se gestan diariamente en contra de la sociedad. Los titulares de las dependencias federales, la SSP y la PGR, son blanco de señalamientos y denuncias, más que de aprobación en sus acciones que emprenden para garantizar la seguridad de las personas.
Llegó el momento de meter a los militares a sus cuarteles. Pero antes debe darse la recomposición de las policías y los actuales titulares no lo harán, como no lo han intentado en estos tres años. Por eso la recomendación, con todo y que desde hace algunas semanas se menciona que tanto Eduardo Medina Mora como Genaro García Luna se van, de hacer los cambios.
En la secretaría de Economía también. Porque no hay reacción ni propuesta de medida alguna de la dependencia para contravenir la crisis, como no la hubo para enfrentarla con el mayor grado de eficiencia, desde su estallido a finales del 2008 y durante todo el 2009. En Hacienda, donde la política fiscal del titular lo único que pretende es ahorcar más a los cautivos y crear nuevos impuestos (necio con las medicinas y los alimentos), aparte de ampliar la base gravable y seguir con el régimen de exenciones y privilegios. En el Banco de México, porque el titular sólo tiene en mente la restricción monetaria para controlar la inflación, pero no se ocupa como sí ocurre en otros países, de incentivar con políticas monetarias el impulsar el crecimiento de la economía.
En la secretaría del Trabajo, porque el responsable de la política laboral no ha hecho nada más que confrontar a los sectores laborales (véase el conflicto minero); desde luego abusando del castigo empresarial bajo la sujeción de los trabajadores por las dos vías posibles: el control por los anquilosados liderazgos sindicales serviles al sistema, y por el impedimento a los aumentos salariales. En el campo, bien se trate de fusionar (o degollar) a Agricultura y la Sagarpa para crear una supersecretaría, bien remover a los secretarios que o han dado resultados para el sector agropecuarios. Y el desfile podría seguir, porque los problemas están latentes en casi todos los sectores importantes de este país. Ahí están también Bancomext y Nafinsa que, se dice, desaparecerían. Entre otras dependencias.
Pero ya sea para operar el decálogo propuesto por Calderón o sea para ir más allá de los “hechos” claramente “insuficientes”, aparte de los funcionarios que tendrían que salir del gabinete, se requieren las propuestas para modificar tanto las políticas de inseguridad, como de crecimiento económico y del desarrollo social. Y las reformas estructurales no son lo que se requiere, porque es claro que Calderón tiene en mente seguir con la ineficaz política de las privatizaciones del modelo neoliberal. Y eso es ya cosa del pasado y del absurdo, que ni los países desarrollados aplican.
Igualmente, cualquier cambio de fondo en la política responde a un consenso entre los actores que el PAN no ha logrado nunca. Porque ni tiene ni ha hecho propuestas. Y no se puede operar meramente sobre el papel. Sin iniciativas no habrá tal cambio de políticas; no habrá tal reforma política, siquiera electoral. No habrá tal cambio de rumbo. Sólo los costos que la gente se cobrará en la próxima elección presidencial. Ese será el otro informe, el que den los electores en tres años.

3/septiembre/2009.

Blindaje presidencial

Desde la trinchera blindada en que el Estado Mayor Presidencial convirtió ayer el Palacio Nacional y los alrededores en el Zócalo, el Presidente Felipe Calderón Hinojosa dirigió un mensaje a la Nación por la radio y la televisión, con motivo de la presentación en tiempo y forma el día anterior, de su III Informe de Gobierno.
Mientras que al interior estuvieron presentes los invitados especiales, ordenadamente enfilados en el marco del patio principal de Palacio, afuera no hubo ni pizca de posibilidad de acercarse a los escenarios donde transcurrió el Informe. Las vallas rodearon el Zócalo para evitar cualquier tipo de manifestación opositora al discurso que al interior se expresó, sin más voz que la del propio Calderón. Con todo y que se trata de un informe a la nación y es del interés absolutamente público.
Las breves pero marcadas interrupciones, con aplausos durante el discurso, recordaron los actos protocolarios en el Día del Presidente que antes transcurría en el recinto del Congreso de la Unión, durante cada Informe presidencial en aquellas épocas gloriosas del septuagenario reinado priista.
Entre los asistentes se contó con los altos mandos militares, magistrados, algunos empresarios, el gabinete en pleno, los gobernadores (por cierto que no llegó Leonel Godoy) de los estados, algunos legisladores —que no todos, sobre todo de oposición— los presidentes municipales, líderes sindicales y periodistas.
Frente a un escenario propicio para decir lo que quiera, el Presidente refirió muchos de los temas de importancia nacional, pero en ningún momento hizo un balance, como tampoco trató —al menos en el discurso— lo referente al estado que guarda la administración pública de la nación. Con una selección de temas, sin un diagnóstico objetivo y un tratamiento parcial, el presidente Calderón pintó un país de gran colorido. Muchos esfuerzos, todos los planes, pero pocos resultados. Incluso el reto de la reforma política que lanzó al final, sonó más a gancho para ensartar ingenuos, una medida distractora, porque para cualquier presidente a la altura de un tercer Informe ya no hay condiciones mínimas para negociar una reforma de tal magnitud.
Todavía en el Segundo Informe tenía oportunidades, pero a esta alturas ya no. Mucho menos cuando el propio Presidente carece de los operadores y los interlocutores aptos para ello. Cierto que una reforma política cuaja con voluntad política, pero ahora eso no basta. El presidente no tiene la mayoría para avalar propuestas en esta Legislatura, más bien estaría buscando pretextos para culpar a alguien de una reforma fallida.
En el tema de la inseguridad dejó entrever la posibilidad de que las Fuerzas Armadas —una oportunidad de oro que no podía dejar escapar— regresen a sus cuarteles bajo el compromiso de capacitar mejor a la policía federal. Pero olvidó plantear la terrible falta de coordinación entre todas las policías, no sólo las federales cuanto las estatales y municipales. También elude la falta de planeación en la lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado, que desde un principio desoyó y bien se le ha cuestionado. No puso en tela de juicio su decisión que ha implicado el riesgo y el descrédito de utilizar al Ejército para esa guerra declarada contra la delincuencia.
No arguye razones suficientes, sólo buenas intenciones. Dice Calderón que no es la guerra por la guerra. Combatir la delincuencia es con miras a brindar seguridad a la población. El problema es que ni con el Ejército en las calles se logra tal objetivo. La inseguridad se propaga y cada vez más complicado alcanzar la tranquilidad para las personas de a pie.
Y no tanto lo referido al crimen organizado y al narcotráfico, porque también se han propagado los delitos del orden común porque no hay empleos y muchos jóvenes son orillados a delinquir por falta de oportunidades.
Por lo que respecta a la parte económica, cuyo balance abordamos ayer en este espacio, no hay avances que informar. Lo dicho: los precios altos del barril de petróleo no iban a ser permanentes. Hay pretextos por la crisis y su profundidad para avanzar en algún otro renglón. La falta de previsión sobre el impacto de la crisis externa es un error de la política económica, de la política monetaria y de la política fiscal. Tan solo por eso, los titulares de Hacienda, Agustín Carstens Carstens; de Economía, Gerardo Ruiz Mateos, y del Banco de México, Guillermo Ortiz Martínez, deberían estar en la calle. Por cierto que algunos cambios esperados en el gabinete desde hace unos días ocurrirán de un momento a otro. De estos y otros funcionarios.
Así, ante la falta de resultados, lo único que le quedó ayer al Presidente Calderón fueron los pretextos de no resolver asuntos porque son añejos. Los retos son cuantiosos, pero las acciones malas. Las promesas se quedaron en el aire. Ni siquiera en el ambiente de las posibilidades, porque están truncas desde que inició el sexenio, que a su vez arrastra los que heredó Vicente Fox. Sin pena ni gloria para la gente. Así pasó el Informe. Eso sí, con muchos aplausos.

2/septiembre/2009.

Qué informa Calderón…

A la mitad del sexenio, más que informar, Felipe Calderón Hinojosa tiene mucho qué ocultar. Porque la realidad no se puede encubrir; es terca. Y hay más retrocesos que avances. No obstante que el presidente trate de dar puros resultados. No se diga cuando se tienen los datos duros a la mano. Más allá de los decomisos de dólares y droga a los narcos, los ríos de sangre que corren en casi todo el país opacan cualquier alcance. No es una guerra exitosa, la declarada para combatir el crimen organizado; es una derrota que, además, arrastra con el prestigio de las Fuerzas Armadas.
Los datos de la inseguridad son alarmantes: 2,673 ajusticiados en 2007; 5,630 en 2008 y 4,457 en 2009, hasta el 19 de agosto. Para un total de 12,938 en lo que va de la primera mitad del sexenio Calderón.
Lástima que ha muerto el protocolo presidencialista de presentar el Informe Presidencial ante el pleno del Congreso de la Unión. Porque los cuestionamientos de los legisladores opositores de la LXI Legislatura camaral serán duros; pero también de la senatorial. Más cuando se presiona desde la titularidad de Hacienda, tratando de imponer nuevos impuestos en combustibles: gasolina, electricidad y gas. Ahora que las arcas del gobierno están secas porque se cayeron los ingresos petroleros, Pemex no aporta su módica cuota mensual, y porque la recaudación falló.
Pretextos para no dar resultados hay muchos: que la crisis económica procedente de Estados Unidos, que la influenza (que no “influencia”: Gordillo) con 179 muertos hasta agosto 2009, que la inseguridad. Un “catarrito” (Carstens) que resultó superior a la crisis de la deuda en 1982 y la crisis financiera de 1995. Un catarrito que, en el camino y como por arte de magia, transmutó en shock hasta convertirse en una crisis tan profunda como la de 1929 del siglo XX.
Una situación que el gobierno de Felipe trató de corregir expandiendo el gasto pero no aplicable a infraestructura para estirar la economía, sino a servicios personales y subsidios. Algo así como pagos salariales y prestaciones a la burocracia y al gabinete.
Autovendido como el presidente del empleo —eslogan de campaña—, por ejemplo, la generación de plazas de trabajo no ha sido el fuerte de Calderón. Al contrario, se han perdido. Entre 2007 y 2009 la tasa de desempleo ha sido del 6.1 por ciento. Es decir: 3.7 el primer año, 4.0 en el 2008 y 6.1 en 2009; equivalente a 2.8 millones de personas sin trabajo.
Culpa de la crisis global, especialmente de la economía de EU, ciertamente. Pero no hubo las suficientes previsiones en México para contrarrestarla. La crisis hipotecaria de EU en septiembre de 2008 se convirtió rápidamente en recesión global. Con el desempleo de paisanos cayeron las remesas. Para México se comprimió el principal mercado comprador de mercancías. Cayeron la exportación y la producción de petróleo, y con ello las divisas y los ingresos tributarios vía la SHCP, en 480 mil cien millones de pesos. Esa misma caída, pero en 2010, es la que refirió recién el titular de Hacienda como el “boquete” de los 300 mil millones de pesos.
Cubrir ese boquete implica, para Carstens, proponer aumentos en tarifas de productos y servicios y/o la eliminación de algunos subsidios en energéticos y servicios. También el aumento a los energéticos y hacer más eficiente la recaudación, argumento ante los legisladores del PAN, a quienes intenta convencer primero antes que a los demás partidos. El recorte en el gasto público y un endeudamiento por 100 mil millones. Todo para tapar el hoyo de las finanzas de los 300 mmdp. Este paquete financiero es el que tendrán que discutir los diputados de la LXI Legislatura y resolverlo. Pero el paquete fiscal está duro de roer, porque hay los privilegiados del sistema, en materia de pago de impuestos.
En una encuesta reciente, la víspera del Informe, la gente califica a Calderón con una percepción negativa sobre la economía en un 47 por ciento; y respecto a la situación personal, con una caída en 43 puntos porcentuales. Sin embargo, en otra encuesta, el 63 por ciento acepta su manera de gobernar y el 35 lo rechaza.
Pero no hay peor calificativo para el mismo Calderón que las cifras de la economía real. La caída promedio anual es del -0.9 por ciento. Crece en 3.3 en 2007, en 1.3 por ciento en 2008 y -8.0 en 2009. Pero tan sólo en el 2009, para la primera mitad, la caída ya es del 9.2 por ciento, y se espera del 9 por ciento en total. Peor que en el 95, porque ese año el PIB cayó en 6.2 por ciento. Y ahora el PIB per cápita, por persona o habitante pues, ha caído en 2007 en 9,747 dólares anuales, 8,384 en 2008 y 8,906 en 2009.
La inflación ni se diga. Registra un promedio del 5.1 por ciento. De 3.8 en 2007, de 6.5 en 2008 y del 5.0 en 2009. El peso se ha devaluado con respecto al dólar: sólo en 2007, con 10.8 pesos, ganó 0.1 por ciento, pero en el 2008, registra un 13.5 la paridad, para una pérdida del 24.6 por ciento. Ya en 2009, con 13.8, lleva un 1.8 de pérdida en la cotización. Más lo que se acumule.
Terca realidad. A ver cómo la justifica el Presidente Calderón en su discurso de hoy, en Palacio Nacional, ante las cámaras de televisión y su club de invitados.

1/septiembre/2009.