jueves, 24 de diciembre de 2009

Ciudad anegada

En medio del torbellino presupuestal que le echó encima el Presidente Felipe Calderón Hinojosa a los mexicanos, que ha generado tremenda discusión tanto en el poder legislativo como en la propia sociedad pasando por los medios de comunicación, los habitantes del Centro del país padecen con las torrenciales lluvias, la furia del dios mexica Tláloc que se traduce en inundaciones en todo el Valle de México.
Es decir, a la Ciudad de México y algunas zonas aledañas del Estado de México les llueve sobre mojado en esta temporada, misma que aparece con retraso desde no hace poco. Calles, avenidas y colonias enteras se han anegado en los últimos días. Coladeras tapadas, pero sobre todo drenajes con pésimo mantenimiento, han sido parte de los problemas que sufren peatones, automovilistas y casas que se inundan. Personas que han perdido la vida con el desbordamiento de canales y el derrumbe de cerros, un problema presente casi durante cada temporada.
Otros de los elementos causantes de semejantes encharcamientos, son la insuficiente infraestructura de drenaje existente construida por los gobiernos de la ciudad de México, para la salida del agua sobre los cauces construidos y artificiales del Valle, pero también la carencia de estanques suficientes para su captura, retención, depuración y el uso pertinente tanto de parte de los gobierno como de la misma población.
Sin dejar de lado, también, que el crecimiento de la ciudad desbordó sus límites desde los años 40 y 50 del siglo XX, por una falsa planeación urbana mínima, dada la concentración de actividades en la Ciudad de un México. Fruto de un país centralista y sin vocación de crecimiento hacia las zonas rurales.
Más cuando, desde los años 90 que la Ciudad de México se unió prácticamente a la zona conurbada del Edomex, es entonces que crecen sus bordes —porque está claro que ya no hay límites, al menos territoriales cuanto sí de discriminación de quienes viven en “tierra de nadie”— a las pocas zonas del campo que quedan en sus cercanías. Pero no como parte de un proceso de planeación urbanista que haya dado impulso, no desde el centro sino desde todos los puntos posibles de la República; para, en todo caso, dar cabida al crecimiento poblacional y a varias regiones productivas, ya sea industrial-urbano, pero también dispersas territorialmente hablando.
Pero no. El crecimiento de la Ciudad, de la concentración de las actividades productivas y políticas —porque el Distrito Federal es el ombligo, el asiento de los poderes federales, de la burocracia federal porque hasta la Secretaría de Marina está aquí— es y ha sido irracional.
Ese ha sido el caso de la invasión y/o desbordamiento de grandes zonas como el Valle de Chalco, o el crecimiento hacia la zona de Texcoco; de las Pirámides hacia Pachuca. Rumbo a Querétaro y toda la zona poniente del Valle, municipios todos del Edomex.
Incluso la invasión por parte de los grupos de vivienda que han aprovechado y abusaron de la necesidad habitacional desde los sismos de 1985, para apropiarse de amplias zonas de recarga del acuífero. En ese contexto ha crecido la ciudad, descuido aparte, por la parte serrana del sur de la ciudad, que comprende desde la zona de Cuajimalpa, el Cerro del Judío; pasando por San Miguel Topilejo, el rumbo del Cuauhtzin y hasta Milpa Alta. Todo un crecimiento poblacional sin mayor sentido que apropiarse de terrenos vírgenes, no obstante la intención de “proteger” las áreas verdes de la ciudad por parte de los gobierno de la ciudad, pasando por encima de los planes de desarrollo urbano.
Otro de los problemas que generan la falta de recarga del acuífero es el del hundimiento que se complementa con la extracción indiscriminada superior al 70 por ciento agua del Valle para consumo humano. Los pozos para la extracción de agua están distribuidos en toda la ciudad. El hundimiento, a la vez, provoca el rompimiento de los drenajes y las tuberías del agua, agravado por los movimientos sísmicos.
La mala planeación de la ciudad, la concentración de las actividades económicas y políticas, aunada a los malos servicios y pésimo mantenimiento de la infraestructura urbana por parte de los gobiernos —sin importar el color del partido político que gobierne, porque en nueve años el PRD no ha mostrado diferencia alguna con respecto a los gobiernos “regentes” del PRI—, suponen que fenómenos como las lluvias creen “desastres naturales” que se miden más por el tamaño de la destrucción que generan. Y no tanto por el tamaño de los errores de las administraciones locales, por la falta de planeación urbana desde siempre que la ciudad crece y demanda servicios, y por la falsa previsión en eso que llaman la “protección civil”.
El desbordamiento de los cerros en la delegación Magdalena Contreras, la falda de ubicación de la población que vive en los bordes de los otrora grandes ríos, y la falta de construcción de taludes, complica la vida para las personas que se la rifan cada temporada de lluvias so riesgo de perder la vida. Todo por el crecimiento de una ciudad desbordada frente a sus propios límites.

17/septiembre/2009.

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