miércoles, 23 de diciembre de 2009

Ejército, institucional

Si algo tienen las Fuerzas Armadas es que son institucionales. Tanto el ejército mexicano, como la armada de México y la fuerza aérea, responden al mando del jefe supremo de las Fuerzas Armadas, el Presidente de la República en turno. Las Fuerzas Armadas están para lo que mande el jefe máximo. El problema es cuando cada uno imprime su sello, su “estilo personal de gobernar”, de Daniel Cosío Villegas. Y de ahí para abajo: titulares de la Sedena, generales de división, de brigada, coroneles, tenientes, etcétera. Eso ha sucedido en el tiempo, y así lo registra la historia de México, y ocurre en cualquier circunstancia. Es un Ejército fiel al mando, al respeto de las jerarquías y de las órdenes. Aparte que es un ejército de pueblo.
No hay problema alguno en tiempos de paz. Lo hay cuando, como sucede en los últimos dos años (dic/2006—mayo/2009), el jefe supremo ha enviado al ejército a las calles. ¿Por qué? El ejército ha sido sacado de los cuarteles y enviado a recorrer el país en una declarada “guerra contra el narcotráfico”, cara a cara contra los sicarios del narco, obedeciendo órdenes.
El problema es que el ejército no es policía. Y esas funciones que ahora está haciendo en las calles de ciudades del país son de policías, de las instancias policiacas. Es a ellos a quienes les compete hacer frente a las bandas de narcotraficantes, y a todos los delincuentes que cometen agravios contra la sociedad.
No es problema del ejército que las policías sean ineficientes, o que no hagan su trabajo por las razones que sean: porque no están capacitadas, porque no tienen las armas necesarias, porque no están preparadas, o incuso porque estén infiltradas por el crimen organizado. En todo caso es problema grave del propio Estado, que no brinda las condiciones, ni la capacitación o los controles que han permitido la expansión de ese lastre social, para contrarrestarlo.
Pero Calderón se empecinó. Por eso él es el responsable de lo que le ocurre en estos momentos. Sin mayores consensos, abusando del mando, constitucionalmente hablando, a nadie consultó para utilizar al ejército. Ni al poder Legislativo, menos a la sociedad. Porque esa es la palabra, lo está utilizando.
No obstante pareciera que a Calderón se le olvida que emplear a los militares siempre es el último recurso que tiene un Estado contra cualquier problema. Sólo en caso de guerra por cierta amenaza del exterior. O por el peligro de alguna guerra intestina, como sucedió con el levantamiento armado zapatista en Chiapas en 1994. Pero nada más.
El problema de la inseguridad, al grado que ha llegado, no ha sido atendido oportunamente por los dirigentes anteriores. Llámese los últimos presidentes de México, o titulares de las dependencias encargadas del resguardo de la seguridad, tanto la seguridad nacional como de los ciudadanos. El problema de la infiltración de los cuerpos policiales tiene muchas aristas.
Por eso hay un asunto que resulta lamentable. Las Fuerzas Armadas han sido siempre, frente a la sociedad una instancia con un buen nivel de credibilidad y respeto. Ahora Calderón está tirando eso a la basura. El ejército, haciendo el trabajo “sucio”, como lo declara el general extitular de la Sedena entre 89-94 a un medio nacional, de combatir el narco padeciendo el descrédito social.
Por eso urge hacer un llamado de la sociedad para presionar al presidente y retorne a los militares a sus cuarteles. Porque lo está desgastando innecesariamente. ¿En qué país se ve a soldados uniformados y encapuchados frente a las cámaras de la televisión entregando sicarios o delincuentes por algún delito federal?
Lo que es peor, y lo menciona Riviello, ni siquiera se recuerda a los caídos en la lucha antinarco de México (59), ni sus logros (incautación de droga, armas y dinero). Sólo el desprestigio. Cosecha perdida, porque lo que no sirve es el sistema político que lo encamina al abismo. Lo que es más, no hay certidumbre sobre los logros. Pero sí sobre los perdedores. Y las fuerzas armadas, entre ellos. Ese es el fondo del asunto.
Urge tanto replantear las cosas, como capacitar a los policías para que hagan su trabajo, que se limpien los cuerpos policiales. Que el Poder Legislativo exija cuentas al presidente sobre la guerra antinarco. Es tarea del Legislativo, de los medios de comunicación y de la sociedad civil organizada, presionar a Calderón. Es en beneficio de México.

10/junio/2009.

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