jueves, 24 de diciembre de 2009

Zelaya, Presidente

El presidente constitucional de Honduras, Manuel Zelaya Rosales, fue recibido en México por el presidente Felipe Calderón Hinojosa, como Jefe de Estado. Mandatario depuesto por el golpista Roberto Micheletti, con el auxilio de las fuerzas armadas de su país, nombrado por el reaccionario poder legislativo y avalado por la ultraderecha hondureña, Zelaya está recibiendo el apoyo internacional. Incluso la parte oficial de los Estados Unidos, como el mismo presidente Barack Obama.
La prueba está en que, hasta ahora ningún gobierno del mundo, en ninguno de los países miembros de las Naciones Unidas, se ha reconocido el golpe militar en Honduras. Sólo en Estados Unidos hay alguna división, entre los que apoyan la democracia y los que no; lugar donde, este último, están los reaccionarios de la ultraderechista norteamericana. Los opositores que, incluso, lo alentaron.
En esto del apoyo, México no podría quedarse atrás. Ya el hecho de que Calderón reciba a Zelaya con todo el protocolo de un visitante de Estado, tiene su mérito. Más allá de que eso no signifique gran aportación para el retorno del presidente depuesto al poder de su país, y de la consiguiente salida de los gobernantes de facto encabezados por Micheletti, porque el presidente mexicano sólo hace declaraciones sin ir más allá.
Pero es el apoyo, la recepción, y la posibilidad de que Zelaya reciba las muestras de afecto y solidaridad de los mexicanos y muchos sectores más. Es al caso del gobierno del Distrito Federal, de Marceo Ebrard Casaubón, quien lo recibió ayer por la mañana. Pero sobre todo la bienvenida que le dieron a Zelaya los legisladores mexicanos, porque la Comisión Permanente del Congreso de la Unión lo escuchó desde la tribuna en el Senado.
Ahí Zelaya hizo una relatoría de la manera en que se perpetró el golpe militar encabezado por Roberto Micheletti en su país, en Honduras. El primer mal calculo que hizo el golpismo, fue la reacción internacional, dijo. Y esa apuesta le saldrá cara a Micheletti. Mientras que el pueblo hondureño siga en pie de lucha por el restablecimiento del gobierno constitucional, no será posible la paz ni la gobernabilidad. Micheletti no logrará sostenerse por mucho tiempo.
Tampoco, si los sectores sociales más diversos de Honduras, se levantan en paro de actividades en son de protesta. Ni los transportistas, los estudiantes, ni los maestros de educación elemental, porque “estos no quieren ir a enseñar lo que es un golpe de Estado, sino lo que es la democracia”, como lo deslizó Zelaya en un discurso sin apuntes y muy bien articulado.
Y la solidaridad de los pueblos de América Latina se expresa de muchas maneras con el pueblo de Honduras. Más allá de que los golpistas hayan amedrentado al presidente constitucional sacándolo a punta de pistola y baleando su casa (se contaron 150 impactos en su puerta) y echándolo para Costa Rica, e intentando sobornarlo para que no hablara del golpe; y de que Micheletti tratara de justificar sus acciones buscado chivos expiatorios, nada le resulta. Hasta ahora, no ha podido justificar el golpe de Estado.
Y en pleno siglo XXI, si es que los golpistas están apoyados por la ultra y el mismísimo embajador de Estados Unidos, Hugo Llorens —un excolaborador cercano de Negroponte y el resto de la derecha más conservadora—, no está procediendo ni encontrando justificación alguna el golpe militar que se ha desarrollado muy al estilo de los viejos dictadores de las décadas pasadas 70 y 80 en Latinoamérica.
Por eso, como bien lo refirió Zelaya en el Congreso mexicano, el golpe militar perpetrado por los aliados de Micheletti es una amenaza para la democracia en Honduras y en toda América Latina. La tolerancia de los pueblos ya no es para los dictadores, es para la democracia. Como los principios de la política exterior de México, de la no intervención de los pueblos y su derecho a la autodeterminación.
Por eso la propuesta de la senadora perredista Yeidckol Polevnsky, que retomó Zelaya durante su discurso en la tribuna del Senado mexicano: el golpe de Estado debe ser tipificado por el derecho internacional como delito de lesa humanidad, porque viola todos los derechos humanos. Desde los más elementales hasta la libertad del individuo en sociedad. Aparte que el golpe militar le pega directamente al corazón de la democracia.
Los golpistas se aceleraron, cuando lo único que pretendía Zelaya era una consulta popular. Si el pueblo estaba o no de acuerdo en ser objeto de consulta. Ese fue todo el enojo de los reaccionarios; entre los del interior en Honduras y los de afuera, desde los EU. Eso fue lo que alentó el terror fundado en la fuerza. Eso es también lo que explica la intolerancia de los hondureños a los golpistas. No había razón de ser, ni justificación para desterrar al presidente constitucional, Manuel Zelaya Ramos. Es el enojo en las calles, las protestas de la sociedad hondureña; el motivo de la solidaridad internacional.
Por todo, porque la democracia está en juego en Honduras y América Latina, es que todos los Latinoamericanos han reaccionado en contra del golpista Micheletti. Por ello la solidaridad y muestras de apoyo que recibe Zelaya en México y otras partes del mundo.

5/agosto/2009.

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